Sin duda, la mejor manera de conocer Copenhague es en bici, independientemente de la época en la que vayas. Es una ciudad increíblemente plana y con muchísima cultura ciclista, así que te sentirás como E.T. surcando la luna. Ármate de ropa cómoda, una botella de agua y una cadena para la bici y ¡a pedalear!

Ya sabemos que, en estos tiempos que corren, a veces resulta más barato llegar a la otra punta de Europa que a tu pueblo. En este caso, el punto de encuentro perfecto —más económico y con mejores horarios— para dos chicas de Madrid y Berlín era Copenhague. Como lo lees.

Para mí, Copenhague era uno de esos sitios que sabes que existe, que está al norte, que tiene una escultura de La Sirenita… y poco más. (Por cierto, tendré que volver algún día, porque me quedé sin ver la dichosa estatua.) ¡Y qué descubrimiento! Me alegro de haber ido, porque realmente merece la pena caminar entre los puestecillos de sus mercados de Navidad con olor a garrapiñadas, charlar con cualquier persona, porque todo el mundo habla un inglés perfecto y la gente es majísima, o simplemente pasear y explorar sus rincones. Aunque parezca mentira allí todo el mundo deja la bici en la calle, y hay quien ni siquiera ata la bici más que a sí misma; a mí me temblaron las piernas desde que dejamos las nuestras hasta que volvimos a verlas junto al árbol en el que las habíamos apoyado, pero ahí estaban, como diciendo: “Estas españolas…”.

Para abrir boca y hacerte una idea general del trazado del centro y de la historia de la ciudad, nada como empezar con un tour en el que tú pones el precio. Hay que andar, pero a cambio descubrirás un montón de anécdotas que contar para dar envidia, como la historia de Thom Sneum, un espía que, entre otras cosas, repostó en pleno vuelo cuando llevaba información importante a los ingleses sobre los nazis. Un crack, vamos. Puedes leer toda su historia en el libro The Hornet’s Sting.

¿Te ha entrado hambre después del paseíto? Te recomiendo acercarte a Papirøen, una isla que alberga lo que en su momento fue un almacén de papel y ahora es un mercado de puestos de comida donde puedes comprar platos de casi cualquier parte del mundo ¡y deliciosos! Pero tienes que darte prisa, porque será clausurado el 31 de diciembre de 2017. Ya tienes una excusa más para ir a Copenhague.

Según la época del año en la que vayas, igual se te está haciendo ya de noche. Puedes aprovechar y acercarte al palacio Christiansborg, que alberga hoy en día el parlamento y tiene la torre más alta de Copenhague. El acceso a la torre es gratuito y desde allí disfrutarás de unas maravillosas vistas de la ciudad con los colores de la puesta de sol.

Si todavía te quedan fuerzas para pedalear, puedes acercarte al Bastard Café (aviso a navegantes: no apto para no frikis). Se trata de un inmenso bar cuyas paredes están llenas de juegos de mesa desde el suelo hasta el techo, ¡y no son de adorno! Puedes pedirte unos nachos y unas cervezas y pasar el resto de la tarde jugando a tus juegos favoritos. ¿Se te ocurre un plan mejor para huir del frío?

Seguro que has oído hablar de Christiania si tienes pensado visitar Copenhague. Es un área dentro de la ciudad que, en teoría, permanece ajena a las leyes europeas (cuando salgas verás un cartel que dice “Estás entrando en la Unión Europea”). Su organización en torno a la sostenibilidad les ha llevado a la nominación para los premios escandinavos de vida ecológica. Obviamente esto no está escrito en las paredes, así que si vas ármate de un buen guía local o acabarás como nosotras, vagando por sus calles sin saber muy bien qué estás mirando. Y, sobre todo, ¡acuérdate de contarme todo lo que descubras!

Mucho más contentas salimos de Folketshus (“La casa del pueblo”), un antiguo edificio ocupado que fue regulado junto con el resto de centros sociales hace años. Allí, varios activistas nos explicaron el funcionamiento de la casa y las actividades que hacen: tienen un comedor popular, gimnasio, organizan charlas y talleres… Después nos tomamos una cerveza en el bar mientras hojeábamos los libros de su pequeña biblioteca. Si te interesa conocer un pedacito de la vida política alternativa de Copenhague, seguro que esta casa no te decepciona. Eso sí: coge la bici, porque hay una tiradita hasta allí.

Por último, y para dejarte con buen sabor de boca, te recomiendo que comas algo en el Paludan Café. Se trata de un enorme bar con las paredes forradas de libros y donde se come genial: sándwiches, platos de cuchara… para todos los gustos. Cuando termines de comer puedes bajar a su bonita librería, que haría las delicias de Bella, y llevarte algún recuerdo de tu paso por Copenhague. ¿A qué esperas para volar rumbo a Dinamarca?

Ya sabemos que, en estos tiempos que corren, a veces resulta más barato llegar a la otra punta de Europa que a tu pueblo. En este caso, el punto de encuentro perfecto —más económico y con mejores horarios— para dos chicas de Madrid y Berlín era Copenhague. Como lo lees.

Para mí, Copenhague era uno de esos sitios que sabes que existe, que está al norte, que tiene una escultura de La Sirenita… y poco más. (Por cierto, tendré que volver algún día, porque me quedé sin ver la dichosa estatua.) ¡Y qué descubrimiento! Me alegro de haber ido, porque realmente merece la pena caminar entre los puestecillos de sus mercados de Navidad con olor a garrapiñadas, charlar con cualquier persona, porque todo el mundo habla un inglés perfecto y la gente es majísima, o simplemente pasear y explorar sus rincones. Aunque parezca mentira allí todo el mundo deja la bici en la calle, y hay quien ni siquiera ata la bici más que a sí misma; a mí me temblaron las piernas desde que dejamos las nuestras hasta que volvimos a verlas junto al árbol en el que las habíamos apoyado, pero ahí estaban, como diciendo: “Estas españolas…”.

Para abrir boca y hacerte una idea general del trazado del centro y de la historia de la ciudad, nada como empezar con un tour en el que tú pones el precio. Hay que andar, pero a cambio descubrirás un montón de anécdotas que contar para dar envidia, como la historia de Thom Sneum, un espía que, entre otras cosas, repostó en pleno vuelo cuando llevaba información importante a los ingleses sobre los nazis. Un crack, vamos. Puedes leer toda su historia en el libro The Hornet’s Sting.

¿Te ha entrado hambre después del paseíto? Te recomiendo acercarte a Papirøen, una isla que alberga lo que en su momento fue un almacén de papel y ahora es un mercado de puestos de comida donde puedes comprar platos de casi cualquier parte del mundo ¡y deliciosos! Pero tienes que darte prisa, porque será clausurado el 31 de diciembre de 2017. Ya tienes una excusa más para ir a Copenhague.

Según la época del año en la que vayas, igual se te está haciendo ya de noche. Puedes aprovechar y acercarte al palacio Christiansborg, que alberga hoy en día el parlamento y tiene la torre más alta de Copenhague. El acceso a la torre es gratuito y desde allí disfrutarás de unas maravillosas vistas de la ciudad con los colores de la puesta de sol.

Si todavía te quedan fuerzas para pedalear, puedes acercarte al Bastard Café (aviso a navegantes: no apto para no frikis). Se trata de un inmenso bar cuyas paredes están llenas de juegos de mesa desde el suelo hasta el techo, ¡y no son de adorno! Puedes pedirte unos nachos y unas cervezas y pasar el resto de la tarde jugando a tus juegos favoritos. ¿Se te ocurre un plan mejor para huir del frío?

Seguro que has oído hablar de Christiania si tienes pensado visitar Copenhague. Es un área dentro de la ciudad que, en teoría, permanece ajena a las leyes europeas (cuando salgas verás un cartel que dice “Estás entrando en la Unión Europea”). Su organización en torno a la sostenibilidad les ha llevado a la nominación para los premios escandinavos de vida ecológica. Obviamente esto no está escrito en las paredes, así que si vas ármate de un buen guía local o acabarás como nosotras, vagando por sus calles sin saber muy bien qué estás mirando. Y, sobre todo, ¡acuérdate de contarme todo lo que descubras!

Mucho más contentas salimos de Folketshus (“La casa del pueblo”), un antiguo edificio ocupado que fue regulado junto con el resto de centros sociales hace años. Allí, varios activistas nos explicaron el funcionamiento de la casa y las actividades que hacen: tienen un comedor popular, gimnasio, organizan charlas y talleres… Después nos tomamos una cerveza en el bar mientras hojeábamos los libros de su pequeña biblioteca. Si te interesa conocer un pedacito de la vida política alternativa de Copenhague, seguro que esta casa no te decepciona. Eso sí: coge la bici, porque hay una tiradita hasta allí.

Por último, y para dejarte con buen sabor de boca, te recomiendo que comas algo en el Paludan Café. Se trata de un enorme bar con las paredes forradas de libros y donde se come genial: sándwiches, platos de cuchara… para todos los gustos. Cuando termines de comer puedes bajar a su bonita librería, que haría las delicias de Bella, y llevarte algún recuerdo de tu paso por Copenhague. ¿A qué esperas para volar rumbo a Dinamarca?

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mm
Crecí en el norte y viajo buscando el mar. Me encanta el olor de los laboratorios de fotografía y los libros viejos. A veces me pongo digital y escribo en blogs sobre cosas.