¿Recuerdas cuando tus padres te llevaban a tomar el aperitivo al bareto de toda la vida, bebían una especie de vino rancio, comían tapas de casquería que a ti te asqueaban y contabas los minutos para largarte a ver Bola de Drac o a jugar con la Megadrive?

Pues nada ha cambiado tanto. Veinte años más tarde, ahí estás tú, igual que ellos aunque probablemente sin hijos y sintiéndote superior intelectual y emocionalmente. Pero igual, colega. Estás bebiendo lo mismo que ellos y comiendo la misma casquería que ellos, porque ahora mola.

Seguramente ya te conozcas muchos de esos locales ajados que ahora son garitos imprescindibles, donde bebes el vermut como si fuera maná bíblico. Pero aquí van unos cuantos que quizá no tengas en tu radar. Vermuterías-tesoro, de barrio y con solera, para las gourmets irredentos y buscadores de experiencias más allá del Morro Fi.

[redbox text=”Vermuterías-tesoro, de barrio y con solera, para las gourmets irredentos y buscadores de experiencias más allá del Morro Fi.” position=”right”]

Bodega Montferry, Sants. Violant d’Hongria Reina d’Aragó, 105

Esta es la historia de un bar que se traspasaba por jubilación y de unos jóvenes valientes que se atreven a meterse en faena para darle un nuevo lustre a una pequeña bodega de vino a granel y carajillos épicos. A ese carajillo le llaman “Que n’aprenguin” y es mejor que lo pruebes tú mismo porque no se parece en nada a aquel engendro exitoso del carajillo de Bailey’s. Y el vermut, sublime, que puedes acompañar con tapas de calidad y mucho nivel. Destaca el cap i pota, las patatas Montferry y la oreja de cerdo. Pero en serio, ve y pide un fricandó o un bocadillo de croquetazas. Porque sí, lo hacen, entre otras muchas locuras entre panes como puedes ver en su Instagram. Vermuts diferentes en ambiente de barrio y con gente apasionada tras la barra.

La Bodegueta d’en Miquel, Nou Barris. Font d’en Canyelles, 47

No huyas. Deja de evitar los distritos de la ciudad que no han sido planificados para guiris color gamba y descubre lo que pocos conocen. Una bodega humilde donde las cosas se hacen bien y en la que Miquel te va a tratar de maravilla ofreciendo su vermut mezcla de Terra Alta y Reus para que lo acompañes con su mítico tartar de fuet, el rollo de cecina, cabrales y avellanas o el rollo de jamón, foie y mango. Esto no te lo esperabas desprevenido lector, no lo niegues. Pero eso es Nou Barris y existe.

Celler Ca la Paqui, Clot. Carrer de Sant Joan de Malta, 53

Encontramos este pequeño celler tocando a la Gran Vía. Se llena cada sábado mediodía y tienen fotos de Montilla como decoración. Solo eso es garantía de visita obligada y de viaje a los confines de la ciudad porque, seamos serios, lo de Montilla es digno de verse.

Pero lo mejor de la Paqui son principalmente dos cosas. Su vermut y las cosas para acompañarlo. Y aquí la combinación es letal. Primero, sus anchoas, consideradas por gente del mundillo que entiende de esto como las mejores de Barcelona. Y segundo, una rareza por estos lares que proviene del sur y que bordan en este local, el mollete de pringá. Si no sabes lo que es la pringá es porque te has estado perdiendo este manjar de dioses media vida y ya no sé si mereces conocerlo. En todo caso es una especie de bocadillo al que le meten la carne del puchero andaluz y ahí cabe todo, así que imagina el montadito que sale. Vermut para dentro y a empujarlo todo.

Bodega Sopena, Clot. Carrer del Clot, 55

A la Sopena se va a tomar un vermut de los de bodegas con botas a granel y olor a vino rancio. A la Sopena se llega porque son amantes del heavy metal y eso les da un toque especial. A la Sopena se va porque el local existe desde 1845, con otro nombre y sin amantes del heavy como propietarios, y eso les da abolengo. Se va, se pide un vermut con unas anchoas y se es feliz. Porque el vermut, nuestra versión alcoholizada del brunch de huevos con salsas, es felicidad en raciones pequeñas.

Celler Cal Marino, Poble Sec. Carrer de Margarit, 54

El Poble Sec es un barrio del que nunca te irías. En cada esquina hay algo que te retiene, te llama la atención y te hace querer quedarte para siempre. Y como está de moda, está lleno de locales para disfrutar; si quieres hacer lo propio a la hora del vermut, el gran y clásico Celler Cal Marino. Edu te atiende, te abraza y te cuenta mil historias. Porque allí tiene de todo, vermut, vino en botella y a granel, quesos, tapas y sobre todo ganas de que disfrutes, como cuando monta sus vermuts musicales los domingos. Para acompañar su mítico vermut, las papas arrugás con sus salsas o sus higos rellenos de foie. Estas cosas no las tenían cuando eras un tierno infante. Ve a disfrutar, que además sus quesos son espectaculares y te los va a maridar como sólo él sabe.

Bodega Massana, Horta. Carrer Horta, 1

Otro viaje lejos del centro de la ciudad, otra excursión a un barrio que seguro que no conoces y te suena a que está en alguna montaña próxima o en el Maresme. Pero es una bodega a la que vale la pena llegar aunque sea en un largo viaje en metro. La Massana es una bodega diferente al resto porque tiene detalles muy característicos  con sus desayunos a la brasa, con sus callos, con su “mezcla” de cazalla y moscatel como se hacía antaño y bebían los proletarios antes de empezar su jornada en ayuno, con su vermut Yzaguirre, y con un encanto de barrio de pueblo, en el que no crees que estés en esa Barcelona de postal, guías y quejas por el turismo masivo que mata la vida de los barrios y de sus vecinos.

Bodega d’en Rafel, Sant Antoni. Carrer de Manso, 52

Sant Antoni es un barrio de moda, hipsteriano e incluso rozando lo odioso con tanta modernidad impostada por todas las esquinas, pero con alma. Pero nos quedan locales de tradición que mantienen ese alma como rincones irreductibles libres de batidos detox. En la Rafel vas a descubrir su vermut casero para acompañarlo con las mejores morcillas con cebolla como guarnición que yo haya comido en la ciudad o con unos caracoles al gusto de todos. Croquetas, bravas y lo que sea pero con un vaso en la mano.

Bodega Quimet, Gràcia. Carrer de Vic, 23

Conoces de sobra el barrio y sabes que en Gràcia no falta de nada. Es una pequeña ciudad de calles estrechas que siempre está de moda y donde la gente guapa se refugia desde antes de existir la modernidad hipster. Sitios de moda hay muchos y evidentemente vermuts en Gràcia también vas a encontrar. Este es de los locales más recomendables, uno bien céntrico tocando a Fontana y con el encanto de ser un espacio tradicional de toda la vida ya que 60 años lo contemplan con sus suelos hidráulicos, sus botas colgadas y un vermut más que rico junto a una extensa oferta de pinchos y demás conservas de calidad. Hay ambientazo y muy buen hacer, así que no te olvides del viejo Quimet como ya hacen los parroquianos del fin de semana.

Pues nada ha cambiado tanto. Veinte años más tarde, ahí estás tú, igual que ellos aunque probablemente sin hijos y sintiéndote superior intelectual y emocionalmente. Pero igual, colega. Estás bebiendo lo mismo que ellos y comiendo la misma casquería que ellos, porque ahora mola.

Seguramente ya te conozcas muchos de esos locales ajados que ahora son garitos imprescindibles, donde bebes el vermut como si fuera maná bíblico. Pero aquí van unos cuantos que quizá no tengas en tu radar. Vermuterías-tesoro, de barrio y con solera, para las gourmets irredentos y buscadores de experiencias más allá del Morro Fi.

[redbox text=”Vermuterías-tesoro, de barrio y con solera, para las gourmets irredentos y buscadores de experiencias más allá del Morro Fi.” position=”right”]

Bodega Montferry, Sants. Violant d’Hongria Reina d’Aragó, 105

Esta es la historia de un bar que se traspasaba por jubilación y de unos jóvenes valientes que se atreven a meterse en faena para darle un nuevo lustre a una pequeña bodega de vino a granel y carajillos épicos. A ese carajillo le llaman “Que n’aprenguin” y es mejor que lo pruebes tú mismo porque no se parece en nada a aquel engendro exitoso del carajillo de Bailey’s. Y el vermut, sublime, que puedes acompañar con tapas de calidad y mucho nivel. Destaca el cap i pota, las patatas Montferry y la oreja de cerdo. Pero en serio, ve y pide un fricandó o un bocadillo de croquetazas. Porque sí, lo hacen, entre otras muchas locuras entre panes como puedes ver en su Instagram. Vermuts diferentes en ambiente de barrio y con gente apasionada tras la barra.

La Bodegueta d’en Miquel, Nou Barris. Font d’en Canyelles, 47

No huyas. Deja de evitar los distritos de la ciudad que no han sido planificados para guiris color gamba y descubre lo que pocos conocen. Una bodega humilde donde las cosas se hacen bien y en la que Miquel te va a tratar de maravilla ofreciendo su vermut mezcla de Terra Alta y Reus para que lo acompañes con su mítico tartar de fuet, el rollo de cecina, cabrales y avellanas o el rollo de jamón, foie y mango. Esto no te lo esperabas desprevenido lector, no lo niegues. Pero eso es Nou Barris y existe.

Celler Ca la Paqui, Clot. Carrer de Sant Joan de Malta, 53

Encontramos este pequeño celler tocando a la Gran Vía. Se llena cada sábado mediodía y tienen fotos de Montilla como decoración. Solo eso es garantía de visita obligada y de viaje a los confines de la ciudad porque, seamos serios, lo de Montilla es digno de verse.

Pero lo mejor de la Paqui son principalmente dos cosas. Su vermut y las cosas para acompañarlo. Y aquí la combinación es letal. Primero, sus anchoas, consideradas por gente del mundillo que entiende de esto como las mejores de Barcelona. Y segundo, una rareza por estos lares que proviene del sur y que bordan en este local, el mollete de pringá. Si no sabes lo que es la pringá es porque te has estado perdiendo este manjar de dioses media vida y ya no sé si mereces conocerlo. En todo caso es una especie de bocadillo al que le meten la carne del puchero andaluz y ahí cabe todo, así que imagina el montadito que sale. Vermut para dentro y a empujarlo todo.

Bodega Sopena, Clot. Carrer del Clot, 55

A la Sopena se va a tomar un vermut de los de bodegas con botas a granel y olor a vino rancio. A la Sopena se llega porque son amantes del heavy metal y eso les da un toque especial. A la Sopena se va porque el local existe desde 1845, con otro nombre y sin amantes del heavy como propietarios, y eso les da abolengo. Se va, se pide un vermut con unas anchoas y se es feliz. Porque el vermut, nuestra versión alcoholizada del brunch de huevos con salsas, es felicidad en raciones pequeñas.

Celler Cal Marino, Poble Sec. Carrer de Margarit, 54

El Poble Sec es un barrio del que nunca te irías. En cada esquina hay algo que te retiene, te llama la atención y te hace querer quedarte para siempre. Y como está de moda, está lleno de locales para disfrutar; si quieres hacer lo propio a la hora del vermut, el gran y clásico Celler Cal Marino. Edu te atiende, te abraza y te cuenta mil historias. Porque allí tiene de todo, vermut, vino en botella y a granel, quesos, tapas y sobre todo ganas de que disfrutes, como cuando monta sus vermuts musicales los domingos. Para acompañar su mítico vermut, las papas arrugás con sus salsas o sus higos rellenos de foie. Estas cosas no las tenían cuando eras un tierno infante. Ve a disfrutar, que además sus quesos son espectaculares y te los va a maridar como sólo él sabe.

Bodega Massana, Horta. Carrer Horta, 1

Otro viaje lejos del centro de la ciudad, otra excursión a un barrio que seguro que no conoces y te suena a que está en alguna montaña próxima o en el Maresme. Pero es una bodega a la que vale la pena llegar aunque sea en un largo viaje en metro. La Massana es una bodega diferente al resto porque tiene detalles muy característicos  con sus desayunos a la brasa, con sus callos, con su “mezcla” de cazalla y moscatel como se hacía antaño y bebían los proletarios antes de empezar su jornada en ayuno, con su vermut Yzaguirre, y con un encanto de barrio de pueblo, en el que no crees que estés en esa Barcelona de postal, guías y quejas por el turismo masivo que mata la vida de los barrios y de sus vecinos.

Bodega d’en Rafel, Sant Antoni. Carrer de Manso, 52

Sant Antoni es un barrio de moda, hipsteriano e incluso rozando lo odioso con tanta modernidad impostada por todas las esquinas, pero con alma. Pero nos quedan locales de tradición que mantienen ese alma como rincones irreductibles libres de batidos detox. En la Rafel vas a descubrir su vermut casero para acompañarlo con las mejores morcillas con cebolla como guarnición que yo haya comido en la ciudad o con unos caracoles al gusto de todos. Croquetas, bravas y lo que sea pero con un vaso en la mano.

Bodega Quimet, Gràcia. Carrer de Vic, 23

Conoces de sobra el barrio y sabes que en Gràcia no falta de nada. Es una pequeña ciudad de calles estrechas que siempre está de moda y donde la gente guapa se refugia desde antes de existir la modernidad hipster. Sitios de moda hay muchos y evidentemente vermuts en Gràcia también vas a encontrar. Este es de los locales más recomendables, uno bien céntrico tocando a Fontana y con el encanto de ser un espacio tradicional de toda la vida ya que 60 años lo contemplan con sus suelos hidráulicos, sus botas colgadas y un vermut más que rico junto a una extensa oferta de pinchos y demás conservas de calidad. Hay ambientazo y muy buen hacer, así que no te olvides del viejo Quimet como ya hacen los parroquianos del fin de semana.

mm
Bloguero no profesional, profesor en la vida real. No lo conozco todo, pero conozco lo que vale la pena.