Me los como. Pero no en plan: qué monos. Es que me los como porque no sé dónde meterlos. Sí, es junio, otra vez acaba el colegio y otra vez no sé qué hacer con mis hijos.

Cuando eres joven y feliz y piensas en el mes de junio, una retahíla de sueños de verano conquistan tu mente, y te ves bailando y saltando Mediterráneamente como en un anuncio de cerveza. Junio evoca solsticio de verano, hogueras de San Juan, noches sin dormir y días de mojito-hamaca-baño-mojito en bucle.

Luego creces, te reproduces y junio se convierte en declarar la renta y asistir a graduaciones, festivales de fin de curso, despedidas interminables a la puerta del colegio… y solo te queda llorar por las esquinas pensando en los próximos 3 meses en los que vas a tener niños más asalvajados que Mowgli en una tribu de macacos. En serio, ríete tú de los niños perdidos; mis hijos acaban las vacaciones con los pies más curtidos que los algonquinos de pie negro.

En fin. Apasionante todo. Entonces te preguntas dónde quedó tu anuncio de cerveza bailando y saltando medio desnuda al atardecer. Pues en algún lugar del Mediterráneo, porque aquí, ni rastro.

Total, que te plantas en junio y tienes que organizar tres meses, ¡TRES!, de felicidad para tus pequeños padawans que no acaben con tu paciencia ni con tu bolsillo. Para mitigar el tema del asalvajamiento es recomendable no contar con una misma solución para los tres meses (¿he dicho ya que son tres meses?). Es decir, si los dejas en casa de tus primos del pueblo unos días está  bien, pero si se pasan los tres meses enteros en el campo, rollo unplugged, volverán cazando gatos callejeros y comiendo bichos bola. Yo aviso.

Por eso precisamente, para evitar finales fatales como el de la matanza en grupo de gato callejero y la intoxicación por bicho bola, el mundo se ha encargado de generar múltiples soluciones lúdicas, didácticas y más o menos prácticas como colonias, campamentos de verano, cursos intensivos, parques acuáticos y hasta talleres de magia, a ver si hay suerte y alguno aprende a desaparecer.

El caso es que hoy existen todo tipo de actividades infantiles que solucionan muy dignamente el asunto del canibalismo paterno filial y el del asalvajamiento por abandono en entorno rural. Lo que no hemos resuelto todavía es lo de de devolverme a mí mis atardeceres de juventud bailando y saltando en una playa como si no hubiera mañana. A ver si Atrápalo se pone las pilas con lo de la máquina del tiempo.

Cuando eres joven y feliz y piensas en el mes de junio, una retahíla de sueños de verano conquistan tu mente, y te ves bailando y saltando Mediterráneamente como en un anuncio de cerveza. Junio evoca solsticio de verano, hogueras de San Juan, noches sin dormir y días de mojito-hamaca-baño-mojito en bucle.

Luego creces, te reproduces y junio se convierte en declarar la renta y asistir a graduaciones, festivales de fin de curso, despedidas interminables a la puerta del colegio… y solo te queda llorar por las esquinas pensando en los próximos 3 meses en los que vas a tener niños más asalvajados que Mowgli en una tribu de macacos. En serio, ríete tú de los niños perdidos; mis hijos acaban las vacaciones con los pies más curtidos que los algonquinos de pie negro.

En fin. Apasionante todo. Entonces te preguntas dónde quedó tu anuncio de cerveza bailando y saltando medio desnuda al atardecer. Pues en algún lugar del Mediterráneo, porque aquí, ni rastro.

Total, que te plantas en junio y tienes que organizar tres meses, ¡TRES!, de felicidad para tus pequeños padawans que no acaben con tu paciencia ni con tu bolsillo. Para mitigar el tema del asalvajamiento es recomendable no contar con una misma solución para los tres meses (¿he dicho ya que son tres meses?). Es decir, si los dejas en casa de tus primos del pueblo unos días está  bien, pero si se pasan los tres meses enteros en el campo, rollo unplugged, volverán cazando gatos callejeros y comiendo bichos bola. Yo aviso.

Por eso precisamente, para evitar finales fatales como el de la matanza en grupo de gato callejero y la intoxicación por bicho bola, el mundo se ha encargado de generar múltiples soluciones lúdicas, didácticas y más o menos prácticas como colonias, campamentos de verano, cursos intensivos, parques acuáticos y hasta talleres de magia, a ver si hay suerte y alguno aprende a desaparecer.

El caso es que hoy existen todo tipo de actividades infantiles que solucionan muy dignamente el asunto del canibalismo paterno filial y el del asalvajamiento por abandono en entorno rural. Lo que no hemos resuelto todavía es lo de de devolverme a mí mis atardeceres de juventud bailando y saltando en una playa como si no hubiera mañana. A ver si Atrápalo se pone las pilas con lo de la máquina del tiempo.

mm
No te tomes tan en serio, nadie más lo hace.