Aunque Luciano Lozano, Luc para amigos y conocidos, desprende un aire tímido de algodón de azúcar, le encanta hablar, especialmente de su pasión y profesión, la ilustración, y su gran hobby y antiguo trabajo, viajar. Lleva la barba perfectamente recortada y el jersey entallado a medida sin una arruga. Sería lo que una abuelita catalogaría como “ese amigo tuyo tan pulidito y educado”. Lo que no saben esas adorables mujeres es que Luc debería tener ya, lo reclamo y reivindico, una famosa charla TED dando tumbos de muro en muro de Facebook con miles de likes.

La historia de este ilustrador que ha publicado en España, Inglaterra, Francia, Alemania, y Estados Unidos (corto aquí la lista para no hacerme pesada) y que ha obtenido reconocimientos importantes como el premio Junceda al mejor libro extranjero, debería usarse como inspiración a los que pasan de los treinta y miran hacia atrás para hacer balance y hacia adelante para planificar el futuro y acaban por ponerse una serie.

En una mesa de Can Codina, un bar que le gusta de Gràcia por “su tranquilidad y mezcla de local de antaño cuidado y renovado por sus jóvenes propietarios”, Luciano Lozano, Luc, habla de sus ciudades y países favoritos, pero también de cómo nunca es tarde para hacer lo que uno desea.

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Fotos: Esther Navalón

Eso sí que es un buen soplo

Luc nació en la Línea de la Concepción, en la frontera con Gibraltar. Él quería estudiar Bellas Artes, pero su madre le recomendó que probara con una carrera más útil. “Me encantaba viajar y vivía en la Costa del Sol, así que la hice muy contenta licenciándome en lo que más salidas tenía por ahí: Turismo”.

Trabajó durante años en el sector, hasta que un día, a los 36, decidió hacer caso al gusanito que por dentro se dedica a darnos la lata con el rollo de seguir los sueños. Lo dejó todo, vendió el coche y la moto y se apuntó a un máster en ilustración a la Escola Eina de Barcelona. Reconoce que trabajó y trabaja muy duro. “En Eina no falté ni un día a clase e hice el doble de lo que nos mandaban. Hacía la tarea encargada y la otra versión. Quería tener formación y dedicarme a aquello que me hacía feliz”. Y lo logró. Ahora puede vivir de la ilustración y ha trabajado para alguna de las publicaciones y editoriales de más prestigio. “Me lo propuse y lo hice. Se puede hacer”.

Abandonad los libros de autoayuda, escuchad a Luc durante un rato y… os moriréis de envidia a no ser que haya alguien en la sala valiente, tozudo y talentoso como él. En Estados Unidos ya habría alguien haciendo una peli sobre su historia para presentarla en el próximo festival de Sundance.

Vida, muerte e inspiración en Japón

Las ventajas de su etapa en el sector del turismo y ser beneficiario de una hermana que trabaja en una compañía aérea y un primo que hace lo mismo en una cadena hotelera, le han permitido moverse por el mundo. Uno de los países que más le ha marcado y que recomienda sin ninguna duda es Japón. “La primera vez que fui, me sorprendió el control que ejercen sobre la naturaleza. Ponen maderas en los arboles para que sean más estéticos. Todo allí debe tener un orden, una belleza, pero, en cambio, todo está muy muerto”. En el fondo es la idea del Ikebana. La sensación de tristeza que le produjo, le inspiró una idea: “el podador de bonsáis. Realizó una ilustración y se la seleccionaron en Canadá. “Fue entonces cuando me di cuenta de que podía trabajar en el extranjero. Hasta me salió un agente inglés”.

Intentó escribir la historia del podador de bonsáis, pero después de diez versiones, a cuál más deprimente, decidió contactar con José Campanari, autor del libro “¿Y yo qué puedo hacer?” que encontró en la librería La Central de la calle Mallorca (Barcelona). “Le dije que me encantaba su libro. Le hablé de mi proyecto y le comenté que si estaba interesado le daba libertad para escribir lo que quisiera. Dos días después me pasaba una primera versión mucho más positiva”. La editorial Tres tristes tigres publicó el libro que hace unos meses ganó el premio Dragón lector.

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Caos creativo en Tailandia

Cuando habla de Tailandia, Luc repite una vez y otra la palabra “alucinante”. Ha perdido la cuenta de las veces que ha ido “cinco. No, seis…” Lo mismo que me pasa a mí con las veces que he estado a punto de comprarme un billete de avión con ese destino y al final he terminado viendo una serie.

“Me encanta Bangkok. Cuando llego estoy contento. Es súper caótica, ruidosa, contaminada, pero me encanta. Igual es por eso, porque es todo lo contrario de lo que sería yo”. Se trata de una ciudad muy extrema que produce sensaciones extremas. Como se dice: o te encanta o la odias, pero lo que sí que es cierto es que está muy viva y es muy intensa. Luc recomienda los mercados de ropa de diseñadores Tailandeses.

(Luc, tú y tu energía estáis a un paso de convertiros en el maestro Jedi que necesito en mi vida).

La puntualidad británica y el chic parisién

Hay muchas ciudades de Europa que le atraen, pero se queda con dos grandes capitales Londres y París. En la primera estuvo un año trabajando para Channel Tunnel (aquí Eurotúnel). Ahora, sigue trabajando para las islas británicas, pero como ilustrador en prensa y de libros infantiles (su especialidad).

De París también usa el adjetivo “alucinante” para referirse a la librería del Palais de Tokio.

Costa Amalfitana. Está de moda

¿Qué está pasando últimamente que todos los caminos llevan a la Costa Amalfitana? Luc también la pone en la lista de sus “must”. Asegura que se tiene que parar en Ravello, un pueblo de montaña precioso y que Pompeya merece ser visitado antes de morir. Como no sé interpretar la largada de la línea de la vida de mi mano, lo tomaré como excusa para ir en breve. Si lo dice mi maestro Jedi…

Málaga. Las raíces siempre tiran

Hace poco que Luc se ha comprado una casa en Benalmádena. “Aprovecho los viajes en avión para dibujar”. De Málaga destaca el cambio vital que ha hecho en los últimos tiempos: “siempre había estado muy parada y ahora se ha activado”. El aprovecha sus estancias para visitar el CAC, el Museo de Arte Contemporáneo de Málaga. “En diciembre harán una expo de Mark Ryden”.

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Su ciudad, Barcelona

Hace años que vive en Barcelona y dice que de aquí, por ahora, ni él ni su mesa de estudio se mueven (solo se traslada de piso luminoso a piso más luminoso). Habla perfectamente el catalán y siente, desde antes de trasladarse a ella, una conexión especial con la ciudad.

Su relación con el mar le lleva a menudo a la Barceloneta. En Cal Papi dice que se come muy bien. También nos llevaría al Restaurante Martínez de Poble Sec y a la Insòlita Gea por el Hospital de Sant Pau. “Pero la mejor paella que he comido es en Banys Lluís de Sant Pol de Mar

Antes de despedirse, se acuerda de un museo de Barcelona no especialmente conocido que le parece una pequeña joya: Can Framis. Es un museo de pintura contemporánea de catalana situado en las Glòries. También aprovecha para darnos tres nombres (“podrían ser muchos más”) de tres ilustradores a los que debemos seguir: Jean Julien, Guridi y Malota.

Teniendo en cuenta que hace rato lo he convertido en mi maestro Jedi, para evitar que la última frase que le diga sea “que la ilustración te acompañe”, decido preguntarle qué sueño le queda por cumplir: “por ahora, lo que me gustaría hacer es un guía de viajes ilustrada”.

 

La historia de este ilustrador que ha publicado en España, Inglaterra, Francia, Alemania, y Estados Unidos (corto aquí la lista para no hacerme pesada) y que ha obtenido reconocimientos importantes como el premio Junceda al mejor libro extranjero, debería usarse como inspiración a los que pasan de los treinta y miran hacia atrás para hacer balance y hacia adelante para planificar el futuro y acaban por ponerse una serie.

En una mesa de Can Codina, un bar que le gusta de Gràcia por “su tranquilidad y mezcla de local de antaño cuidado y renovado por sus jóvenes propietarios”, Luciano Lozano, Luc, habla de sus ciudades y países favoritos, pero también de cómo nunca es tarde para hacer lo que uno desea.

HoudinisLucIlustrista_05
Fotos: Esther Navalón

Eso sí que es un buen soplo

Luc nació en la Línea de la Concepción, en la frontera con Gibraltar. Él quería estudiar Bellas Artes, pero su madre le recomendó que probara con una carrera más útil. “Me encantaba viajar y vivía en la Costa del Sol, así que la hice muy contenta licenciándome en lo que más salidas tenía por ahí: Turismo”.

Trabajó durante años en el sector, hasta que un día, a los 36, decidió hacer caso al gusanito que por dentro se dedica a darnos la lata con el rollo de seguir los sueños. Lo dejó todo, vendió el coche y la moto y se apuntó a un máster en ilustración a la Escola Eina de Barcelona. Reconoce que trabajó y trabaja muy duro. “En Eina no falté ni un día a clase e hice el doble de lo que nos mandaban. Hacía la tarea encargada y la otra versión. Quería tener formación y dedicarme a aquello que me hacía feliz”. Y lo logró. Ahora puede vivir de la ilustración y ha trabajado para alguna de las publicaciones y editoriales de más prestigio. “Me lo propuse y lo hice. Se puede hacer”.

Abandonad los libros de autoayuda, escuchad a Luc durante un rato y… os moriréis de envidia a no ser que haya alguien en la sala valiente, tozudo y talentoso como él. En Estados Unidos ya habría alguien haciendo una peli sobre su historia para presentarla en el próximo festival de Sundance.

Vida, muerte e inspiración en Japón

Las ventajas de su etapa en el sector del turismo y ser beneficiario de una hermana que trabaja en una compañía aérea y un primo que hace lo mismo en una cadena hotelera, le han permitido moverse por el mundo. Uno de los países que más le ha marcado y que recomienda sin ninguna duda es Japón. “La primera vez que fui, me sorprendió el control que ejercen sobre la naturaleza. Ponen maderas en los arboles para que sean más estéticos. Todo allí debe tener un orden, una belleza, pero, en cambio, todo está muy muerto”. En el fondo es la idea del Ikebana. La sensación de tristeza que le produjo, le inspiró una idea: “el podador de bonsáis. Realizó una ilustración y se la seleccionaron en Canadá. “Fue entonces cuando me di cuenta de que podía trabajar en el extranjero. Hasta me salió un agente inglés”.

Intentó escribir la historia del podador de bonsáis, pero después de diez versiones, a cuál más deprimente, decidió contactar con José Campanari, autor del libro “¿Y yo qué puedo hacer?” que encontró en la librería La Central de la calle Mallorca (Barcelona). “Le dije que me encantaba su libro. Le hablé de mi proyecto y le comenté que si estaba interesado le daba libertad para escribir lo que quisiera. Dos días después me pasaba una primera versión mucho más positiva”. La editorial Tres tristes tigres publicó el libro que hace unos meses ganó el premio Dragón lector.

HoudinisLucIlustrista_02

Caos creativo en Tailandia

Cuando habla de Tailandia, Luc repite una vez y otra la palabra “alucinante”. Ha perdido la cuenta de las veces que ha ido “cinco. No, seis…” Lo mismo que me pasa a mí con las veces que he estado a punto de comprarme un billete de avión con ese destino y al final he terminado viendo una serie.

“Me encanta Bangkok. Cuando llego estoy contento. Es súper caótica, ruidosa, contaminada, pero me encanta. Igual es por eso, porque es todo lo contrario de lo que sería yo”. Se trata de una ciudad muy extrema que produce sensaciones extremas. Como se dice: o te encanta o la odias, pero lo que sí que es cierto es que está muy viva y es muy intensa. Luc recomienda los mercados de ropa de diseñadores Tailandeses.

(Luc, tú y tu energía estáis a un paso de convertiros en el maestro Jedi que necesito en mi vida).

La puntualidad británica y el chic parisién

Hay muchas ciudades de Europa que le atraen, pero se queda con dos grandes capitales Londres y París. En la primera estuvo un año trabajando para Channel Tunnel (aquí Eurotúnel). Ahora, sigue trabajando para las islas británicas, pero como ilustrador en prensa y de libros infantiles (su especialidad).

De París también usa el adjetivo “alucinante” para referirse a la librería del Palais de Tokio.

Costa Amalfitana. Está de moda

¿Qué está pasando últimamente que todos los caminos llevan a la Costa Amalfitana? Luc también la pone en la lista de sus “must”. Asegura que se tiene que parar en Ravello, un pueblo de montaña precioso y que Pompeya merece ser visitado antes de morir. Como no sé interpretar la largada de la línea de la vida de mi mano, lo tomaré como excusa para ir en breve. Si lo dice mi maestro Jedi…

Málaga. Las raíces siempre tiran

Hace poco que Luc se ha comprado una casa en Benalmádena. “Aprovecho los viajes en avión para dibujar”. De Málaga destaca el cambio vital que ha hecho en los últimos tiempos: “siempre había estado muy parada y ahora se ha activado”. El aprovecha sus estancias para visitar el CAC, el Museo de Arte Contemporáneo de Málaga. “En diciembre harán una expo de Mark Ryden”.

HoudinisLucIlustrista_08

Su ciudad, Barcelona

Hace años que vive en Barcelona y dice que de aquí, por ahora, ni él ni su mesa de estudio se mueven (solo se traslada de piso luminoso a piso más luminoso). Habla perfectamente el catalán y siente, desde antes de trasladarse a ella, una conexión especial con la ciudad.

Su relación con el mar le lleva a menudo a la Barceloneta. En Cal Papi dice que se come muy bien. También nos llevaría al Restaurante Martínez de Poble Sec y a la Insòlita Gea por el Hospital de Sant Pau. “Pero la mejor paella que he comido es en Banys Lluís de Sant Pol de Mar

Antes de despedirse, se acuerda de un museo de Barcelona no especialmente conocido que le parece una pequeña joya: Can Framis. Es un museo de pintura contemporánea de catalana situado en las Glòries. También aprovecha para darnos tres nombres (“podrían ser muchos más”) de tres ilustradores a los que debemos seguir: Jean Julien, Guridi y Malota.

Teniendo en cuenta que hace rato lo he convertido en mi maestro Jedi, para evitar que la última frase que le diga sea “que la ilustración te acompañe”, decido preguntarle qué sueño le queda por cumplir: “por ahora, lo que me gustaría hacer es un guía de viajes ilustrada”.

 

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Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.