Los hay que han estudiado en la Universidad de Harvard o los que van de espabilados y dicen haberlo aprendido todo en la Universidad de la Vida, pero donde yo he recibido la educación más importante ha sido en la Universidad del Discurso de Navidad del Rey.

El discurso del Rey es ese pequeño momento al año en el que todos nos unimos alrededor de la televisión. Los concebollistas, los sincebollistas, los chenoístas, los cuñados, los fans, los trolls, tu abuela, tú, tu prima la de Cuenca y ese señor que solo ves en nochebuena y todavía no sabes si es primo o qué pero lleva viniendo a cenar esta noche desde hace un porrón de años y a estas alturas ya te da cosita preguntar. ¡Todos! Y no sólo porque este año nos juguemos un millón de euros en ocio si el susodicho dice “marimorena“. De verdad, Su Majestad, llevamos años prendados de cada discurso que da.

El momento más importante de la noche: el discurso del Rey

Importante por dos motivos: 1) Da el pistoletazo de salida a la maratón de ponernos como la moñono (que es en lo que consiste realmente el espíritu de la navidad) y 2) porque da igual como recibamos el discurso -atentos, de soslayo, con la boca llena de polvorones, medio piripis ya o aguantando los ruidos de la zambomba de ese primo pequeño que la última nochebuena era un criatura celestial y en el último año ha sido capturado por los esbirros de satán- estamos a punto de recibir una clase magistral sobre cosas importantísimas de la vida.

Porque el discurso de navidad del Rey es como la ESO o la EGB: obligatorio y lleno de un montón de lecciones sobre cómo manejarse en esa cosa tan complicada que es la vida adulta.

Viendo el discurso

Saber estar

Atentos a la clase y elegancia del rey. Cómo se sienta, cómo maneja el lenguaje gestual. Qué saber estar. Qué estilo. Ahora echa un vistazo a tu alrededor: tu primo tiene los carrillos como un hamster y está a punto de haceros pasar la noche en urgencias por sobredosis de mazapán, tu hermano está hablando a voz en grito gesticulando como locomía, y tú parece que estás a punto de fusionarte con el sofá y crear una nueva raza de sofahumanos ultra vagos. Relajarse está bien, pero aprendamos de su majestad el Rey, ¿o crees que él no se pega maratones de Netflix sin salir de la cama embadurnado de palomitas y doritos? Pues claro, como cualquier hijo de vecino, pero por una noche, por una gloriosa y bendita noche, hagamos todos un poquito por mantener la dignidad y la compostura.

Cordialidad

Porque si la familia real puede sobrevivir a la cena de nochebuena con la que tienen encima (juicios, escándalos…), ¿cómo no voy a poder yo aguantar toda la noche sin tirarle la tableta de turrón duro a mi cuñado el gracioso? Si es que a su lado nuestras rencillas familiares, las discusiones políticas entre los de izquierdas y los de derechas y nuestra falta de entendimiento entre generaciones que saben quién es El Rubius y generaciones que no, son tonterías, un paseo en nube de azúcar por el camino de la piruleta. Y mantener esa perspectiva puede ser lo que te mantenga con vida al final de la noche. Gracias, Su Majestad.

Adaptación

Porque yo sigo el ejemplo de su majestad y me adapto en cada momento a lo que hay. Cuando hay mucho: a vivir. Y cuando hay poco también. Que para eso él ha sido capaz de pasar de dar el discurso a todo trapo con el brilli brilli de palacio de fondo, venga de muebles chapados en oro por todos los lados… a darlo en una estancia palaciega sobria con una silla y una alfombra gigante y nada más. Y oye, con la cabeza bien alta. ¿Que hay turrón del bueno y cava de marcas que las pronuncias tres veces y se te aparece Carmen Lomana? Genial. ¿Que no? Pues no pasa absolutamente nada. Sacamos los mazapanes que sobraron del año pasado (porque siempre sobran), untamos paté de bocata y camuflamos esos filetes con bien de salsa. Porque lo importante de esta noche (además de ponernos como la moñono, no lo olvidemos nunca) es pasarla con gente que quieres (aunque a veces también les quieras apretar el cuello muy fuerte).

brindis

El plural mayestático

El plurar mayestático es uno de mis usos favoritos de la lengua. Y lo aprendí gracias a Sus Majestades. Como tantas cosas importantes de la vida. Os doy una ejemplo: cuando el Rey dice: “estamos pasando por una época económica difícil”, realmente está diciendo: “estáis pasando vosotros por una época económica difícil”. De la misma manera que cuando yo digo: “tenemos que bajar la basura”, realmente quiero decir: “alguno de vosotros podía mover el culo y bajar a la calle las cinco bolsas de basura que tenemos en la cocina”. Porque la navidad es una época de compartir, y eso incluye compartir la responsabilidad de llevar a cabo uno de los rituales más mágicos y milenarios de la historia de la humanidad: bajar la basura en pijama el día de Navidad.

El discurso del Rey es ese pequeño momento al año en el que todos nos unimos alrededor de la televisión. Los concebollistas, los sincebollistas, los chenoístas, los cuñados, los fans, los trolls, tu abuela, tú, tu prima la de Cuenca y ese señor que solo ves en nochebuena y todavía no sabes si es primo o qué pero lleva viniendo a cenar esta noche desde hace un porrón de años y a estas alturas ya te da cosita preguntar. ¡Todos! Y no sólo porque este año nos juguemos un millón de euros en ocio si el susodicho dice “marimorena“. De verdad, Su Majestad, llevamos años prendados de cada discurso que da.

El momento más importante de la noche: el discurso del Rey

Importante por dos motivos: 1) Da el pistoletazo de salida a la maratón de ponernos como la moñono (que es en lo que consiste realmente el espíritu de la navidad) y 2) porque da igual como recibamos el discurso -atentos, de soslayo, con la boca llena de polvorones, medio piripis ya o aguantando los ruidos de la zambomba de ese primo pequeño que la última nochebuena era un criatura celestial y en el último año ha sido capturado por los esbirros de satán- estamos a punto de recibir una clase magistral sobre cosas importantísimas de la vida.

Porque el discurso de navidad del Rey es como la ESO o la EGB: obligatorio y lleno de un montón de lecciones sobre cómo manejarse en esa cosa tan complicada que es la vida adulta.

Viendo el discurso

Saber estar

Atentos a la clase y elegancia del rey. Cómo se sienta, cómo maneja el lenguaje gestual. Qué saber estar. Qué estilo. Ahora echa un vistazo a tu alrededor: tu primo tiene los carrillos como un hamster y está a punto de haceros pasar la noche en urgencias por sobredosis de mazapán, tu hermano está hablando a voz en grito gesticulando como locomía, y tú parece que estás a punto de fusionarte con el sofá y crear una nueva raza de sofahumanos ultra vagos. Relajarse está bien, pero aprendamos de su majestad el Rey, ¿o crees que él no se pega maratones de Netflix sin salir de la cama embadurnado de palomitas y doritos? Pues claro, como cualquier hijo de vecino, pero por una noche, por una gloriosa y bendita noche, hagamos todos un poquito por mantener la dignidad y la compostura.

Cordialidad

Porque si la familia real puede sobrevivir a la cena de nochebuena con la que tienen encima (juicios, escándalos…), ¿cómo no voy a poder yo aguantar toda la noche sin tirarle la tableta de turrón duro a mi cuñado el gracioso? Si es que a su lado nuestras rencillas familiares, las discusiones políticas entre los de izquierdas y los de derechas y nuestra falta de entendimiento entre generaciones que saben quién es El Rubius y generaciones que no, son tonterías, un paseo en nube de azúcar por el camino de la piruleta. Y mantener esa perspectiva puede ser lo que te mantenga con vida al final de la noche. Gracias, Su Majestad.

Adaptación

Porque yo sigo el ejemplo de su majestad y me adapto en cada momento a lo que hay. Cuando hay mucho: a vivir. Y cuando hay poco también. Que para eso él ha sido capaz de pasar de dar el discurso a todo trapo con el brilli brilli de palacio de fondo, venga de muebles chapados en oro por todos los lados… a darlo en una estancia palaciega sobria con una silla y una alfombra gigante y nada más. Y oye, con la cabeza bien alta. ¿Que hay turrón del bueno y cava de marcas que las pronuncias tres veces y se te aparece Carmen Lomana? Genial. ¿Que no? Pues no pasa absolutamente nada. Sacamos los mazapanes que sobraron del año pasado (porque siempre sobran), untamos paté de bocata y camuflamos esos filetes con bien de salsa. Porque lo importante de esta noche (además de ponernos como la moñono, no lo olvidemos nunca) es pasarla con gente que quieres (aunque a veces también les quieras apretar el cuello muy fuerte).

brindis

El plural mayestático

El plurar mayestático es uno de mis usos favoritos de la lengua. Y lo aprendí gracias a Sus Majestades. Como tantas cosas importantes de la vida. Os doy una ejemplo: cuando el Rey dice: “estamos pasando por una época económica difícil”, realmente está diciendo: “estáis pasando vosotros por una época económica difícil”. De la misma manera que cuando yo digo: “tenemos que bajar la basura”, realmente quiero decir: “alguno de vosotros podía mover el culo y bajar a la calle las cinco bolsas de basura que tenemos en la cocina”. Porque la navidad es una época de compartir, y eso incluye compartir la responsabilidad de llevar a cabo uno de los rituales más mágicos y milenarios de la historia de la humanidad: bajar la basura en pijama el día de Navidad.

mm
La revolución será cuqui o no será.