La cuesta de enero, el antipático febrero, el trance de marzo… Más de tres meses sin un triste puente al que agarrarnos como a un salvavidas. Pero ya está. Hemos completado la travesía de este desierto invernal. Aquí las tenemos ya: lozanas, orgullosas, tradicionales… ¡LAS VACACIONES DE SEMANA SANTA! No reprimáis las lágrimas, que éstas valen la pena vertirlas.

Una, la que escribe, que vive haciendo mohínes cada vez que recuerda que no tiene pueblo ni tradiciones que celebrar (mi planeta explotó), ha decidido que este año eso se ha acabado. Este año voy a Andalucía, a ser una más entre la multitud de las procesiones, a impregnarme de tradición, a dejarme llevar por su espíritu y a fusionarme con ella en su fiesta más grande. Con la Semana Santa no hay medias tintas: o se vive o no se vive. Y yo me tiro a experimentarla en toda su gloria y expresión.

Lo más importante es tener una estrategia

La Semana Santa es como una llamada a filas. Dondequiera que la vivas, hay que ir preparada, armada y con estrategia. La estrategia es vital no solo para sobrevivir a horas y horas de procesiones, sino para mentalizarse de que la Semana Santa significa elegir. Intentar ver todas las Hermandades desfilando en comitiva es un trabajo hercúleo. Imaginaos ver a los cerca de 11.000 nazarenos que participan en la ‘Madrugá’ sevillana, por ejemplo. Lo dice el refrán: cortando huevos se aprende a capar. Por eso, hay que decidir de cuáles se quiere disfrutar. Lo primero que hay que hacer es conseguir el itinerario y los horarios que facilitan las oficinas y las webs de Turismo de cada localidad y que te permitirán saber cuáles son los mejores lugares desde dónde verlas. Y de paso, nos enteramos de la deliciosa oferta gastronómica y el enorme abanico de planes culturales, para compaginar con el apabullante poderío que despliegan las tierras andaluzas durante su mayor festividad religiosa.

De todas las procesiones, las que tienen más fama internacional son las de Sevilla con su ‘Madrugá’ en cabeza, enorme y espectacular como una ópera egipcia. Se celebra desde la medianoche hasta las 14h del Viernes Santo. Una rave de la liturgia católica y de emoción a flor de piel con imágenes tan poderosas como una “levantá” de la Macarena o la Esperanza de Triana cruzando el Guadalquivir.

Aunque Sevilla es la capital “mariana” del Sur por antonomasia, las procesiones que salpican la geografía del resto de provincias andaluzas durante la última semana de Cuaresma no se quedan atrás en belleza y solemnidad. Muchas de ellas cuentan con distinciones nacionales e internacionales por su interés turístico y cultural. ¿Quién no quedaría sobrecogido viendo una multitud entregada al paso de nazarenos y costaleros transportando con devoción y en clamoroso silencio las tallas atravesando el puente romano, la judería y pasando por delante de la Mezquita de Córdoba? ¿Quién no acabaría con un nudo en la garganta al escuchar saetas dedicadas a vírgenes y santos desde los balcones en Cádiz? En Miércoles Santo, con el atardecer haciendo arder el horizonte ‘granaíno’, la subida al Sacromonte del Cristo de los Gitanos, con la Alhambra iluminada al fondo, es un espectáculo que se queda grabado en la retina y en la memoria, como huella eterna. Desde Ayamonte, con la Hermandad de Vera Cruz como la más antigua de Huelva; Osuna (Sevilla) y Úbeda (Jaén), donde las cofradías salen en estricto orden cronológico, hasta Almería, Andalucía estalla de pasión.   

La Semana Santa andaluza también es rivalidad. A ‘cara perro’, pero sin llegar a quitarse el capirote. Entre las diferentes cofradías existe una sana, pero férrea competencia. Por lo tanto, es muy importante decidir la congregación con la que una va a arrancarse al grito de ¡viva!, ¡guapa!, y hasta por saetas. Si en ‘Juego de Tronos’ una sabe si es Stark, Lannister o Targaryen, ¿no vas a elegir hermandad tú? ¡Venga, con lacito en la solapa del color de tu cofradía!  

Trofollismo gastro-litúrgico

Después de darlo todo hasta conseguir pasar por una cofrade más, toca despresurizarse de tanta emoción con actividades ‘Off Procesiones’. Una opción sería cambiar el chip totalmente, y empaparse de cultura y arte moderno en museos como el Pompidou, el CAC, la Fundación Picasso o el Carmen Thyssen, en Málaga.  

Foto cedida por el Patronato de Turismo Costa del Sol

¿Y qué mejor que abandonarse a un festival de los sentidos? Si ya de por sí, la gastronomía sureña es un regalo para el paladar, en su versión de especialidades de Cuaresma es para tocar el cielo. Está muy bien ese bocata de emergencia o el paquete de pipas que, entre desfile y desfile, te quita la gusa. Pero nada es comparable a abandonarse al ya acuñado trofollismo gastro-litúrgico con potajes contundentes como el bacalao con garbanzos, la sobrehúsa de habas granadina, las ‘papas’ a lo pobre, el gazpacho, el salmorejo o las repapalillas (tortillitas de bacalao) de Osuna. ¿Y qué decir de los postres y dulces caseros? Pestiños, torrijas de leche o de vino, leche frita, los gajorros de Cabra (Córdoba), los huesos de santo, el dulce de membrillo,… Para volver a la dura realidad, rodando, pero feliz.

Con la música a otra parte

Porque no todo es tradición, si eres ‘indie’ de corazón como yo y una de tus paradas es Granada –para ponerte hasta las trancas con esa sobrehúsa que suena a gloria y sabe mejor–, puedes confeccionarte la ruta de locales relacionados con la escena musical granadina. El Bar de Eric, propiedad de Eric Jiménez, batería de Los Planetas; La Esquinita, uno de los bares preferidos de Enrique Morente y donde sirven un riquísimo pescaíto frito; las Bodegas La Mancha o el Bar Soria, donde poder hacer la ‘groupie’ si coincides con alguno de los componentes de Lori Meyers. Una forma diferente de conocer y recorrer los rincones de la ciudad iliberitana.

¿Quieres más?

A esta escapada a Andalucía tan fascinante y especial, aún se le puede añadir más magia gracias a la luna llena que viviremos esta Semana Santa. Imagínate poder sumergirte al placer en un baño nocturno en un spa con este inigualable ambiente relajante y misterioso. Aunque puede que te apetezca más sentir el viento y la libertad bajo la brillante luna, mientras recorres el Desierto de Tabernas en Almería. Toda una confabulación de la Madre Naturaleza para que nuestra Semana Santa andaluza sea tan especial como para necesitar volver. Una y otra vez.

Una, la que escribe, que vive haciendo mohínes cada vez que recuerda que no tiene pueblo ni tradiciones que celebrar (mi planeta explotó), ha decidido que este año eso se ha acabado. Este año voy a Andalucía, a ser una más entre la multitud de las procesiones, a impregnarme de tradición, a dejarme llevar por su espíritu y a fusionarme con ella en su fiesta más grande. Con la Semana Santa no hay medias tintas: o se vive o no se vive. Y yo me tiro a experimentarla en toda su gloria y expresión.

Lo más importante es tener una estrategia

La Semana Santa es como una llamada a filas. Dondequiera que la vivas, hay que ir preparada, armada y con estrategia. La estrategia es vital no solo para sobrevivir a horas y horas de procesiones, sino para mentalizarse de que la Semana Santa significa elegir. Intentar ver todas las Hermandades desfilando en comitiva es un trabajo hercúleo. Imaginaos ver a los cerca de 11.000 nazarenos que participan en la ‘Madrugá’ sevillana, por ejemplo. Lo dice el refrán: cortando huevos se aprende a capar. Por eso, hay que decidir de cuáles se quiere disfrutar. Lo primero que hay que hacer es conseguir el itinerario y los horarios que facilitan las oficinas y las webs de Turismo de cada localidad y que te permitirán saber cuáles son los mejores lugares desde dónde verlas. Y de paso, nos enteramos de la deliciosa oferta gastronómica y el enorme abanico de planes culturales, para compaginar con el apabullante poderío que despliegan las tierras andaluzas durante su mayor festividad religiosa.

De todas las procesiones, las que tienen más fama internacional son las de Sevilla con su ‘Madrugá’ en cabeza, enorme y espectacular como una ópera egipcia. Se celebra desde la medianoche hasta las 14h del Viernes Santo. Una rave de la liturgia católica y de emoción a flor de piel con imágenes tan poderosas como una “levantá” de la Macarena o la Esperanza de Triana cruzando el Guadalquivir.

Aunque Sevilla es la capital “mariana” del Sur por antonomasia, las procesiones que salpican la geografía del resto de provincias andaluzas durante la última semana de Cuaresma no se quedan atrás en belleza y solemnidad. Muchas de ellas cuentan con distinciones nacionales e internacionales por su interés turístico y cultural. ¿Quién no quedaría sobrecogido viendo una multitud entregada al paso de nazarenos y costaleros transportando con devoción y en clamoroso silencio las tallas atravesando el puente romano, la judería y pasando por delante de la Mezquita de Córdoba? ¿Quién no acabaría con un nudo en la garganta al escuchar saetas dedicadas a vírgenes y santos desde los balcones en Cádiz? En Miércoles Santo, con el atardecer haciendo arder el horizonte ‘granaíno’, la subida al Sacromonte del Cristo de los Gitanos, con la Alhambra iluminada al fondo, es un espectáculo que se queda grabado en la retina y en la memoria, como huella eterna. Desde Ayamonte, con la Hermandad de Vera Cruz como la más antigua de Huelva; Osuna (Sevilla) y Úbeda (Jaén), donde las cofradías salen en estricto orden cronológico, hasta Almería, Andalucía estalla de pasión.   

La Semana Santa andaluza también es rivalidad. A ‘cara perro’, pero sin llegar a quitarse el capirote. Entre las diferentes cofradías existe una sana, pero férrea competencia. Por lo tanto, es muy importante decidir la congregación con la que una va a arrancarse al grito de ¡viva!, ¡guapa!, y hasta por saetas. Si en ‘Juego de Tronos’ una sabe si es Stark, Lannister o Targaryen, ¿no vas a elegir hermandad tú? ¡Venga, con lacito en la solapa del color de tu cofradía!  

Trofollismo gastro-litúrgico

Después de darlo todo hasta conseguir pasar por una cofrade más, toca despresurizarse de tanta emoción con actividades ‘Off Procesiones’. Una opción sería cambiar el chip totalmente, y empaparse de cultura y arte moderno en museos como el Pompidou, el CAC, la Fundación Picasso o el Carmen Thyssen, en Málaga.  

Foto cedida por el Patronato de Turismo Costa del Sol

¿Y qué mejor que abandonarse a un festival de los sentidos? Si ya de por sí, la gastronomía sureña es un regalo para el paladar, en su versión de especialidades de Cuaresma es para tocar el cielo. Está muy bien ese bocata de emergencia o el paquete de pipas que, entre desfile y desfile, te quita la gusa. Pero nada es comparable a abandonarse al ya acuñado trofollismo gastro-litúrgico con potajes contundentes como el bacalao con garbanzos, la sobrehúsa de habas granadina, las ‘papas’ a lo pobre, el gazpacho, el salmorejo o las repapalillas (tortillitas de bacalao) de Osuna. ¿Y qué decir de los postres y dulces caseros? Pestiños, torrijas de leche o de vino, leche frita, los gajorros de Cabra (Córdoba), los huesos de santo, el dulce de membrillo,… Para volver a la dura realidad, rodando, pero feliz.

Con la música a otra parte

Porque no todo es tradición, si eres ‘indie’ de corazón como yo y una de tus paradas es Granada –para ponerte hasta las trancas con esa sobrehúsa que suena a gloria y sabe mejor–, puedes confeccionarte la ruta de locales relacionados con la escena musical granadina. El Bar de Eric, propiedad de Eric Jiménez, batería de Los Planetas; La Esquinita, uno de los bares preferidos de Enrique Morente y donde sirven un riquísimo pescaíto frito; las Bodegas La Mancha o el Bar Soria, donde poder hacer la ‘groupie’ si coincides con alguno de los componentes de Lori Meyers. Una forma diferente de conocer y recorrer los rincones de la ciudad iliberitana.

¿Quieres más?

A esta escapada a Andalucía tan fascinante y especial, aún se le puede añadir más magia gracias a la luna llena que viviremos esta Semana Santa. Imagínate poder sumergirte al placer en un baño nocturno en un spa con este inigualable ambiente relajante y misterioso. Aunque puede que te apetezca más sentir el viento y la libertad bajo la brillante luna, mientras recorres el Desierto de Tabernas en Almería. Toda una confabulación de la Madre Naturaleza para que nuestra Semana Santa andaluza sea tan especial como para necesitar volver. Una y otra vez.

mm
Lisérgica y de culo inquieto. De pequeña, pedí aprender a dibujar y me apuntaron a natación, porque "es más útil en caso de desastre natural, hija". Tengo el superpoder de iniciar congas. Nunca fui reina del baile en el instituto. Mientras urdo mi venganza, escribo.