No todos los planes salen mal, pero alguno que otro sí. Y da igual lo preparado que estés, aunque seas de los que llevan un paraguas porsiacaso a Marruecos en pleno julio.

Los acontecimientos inesperados son un añadido más de irte de vacaciones. Y hay dos opciones: o dejar que te arruinen el viaje o hacerlos parte de él y quedarte con una anécdota que contar a tus amigos. Que esta gente a la que todo le sale bien es un poco cansina.

Personalmente, puedo decir que he ido a Pekín pero que nunca he estado en el famosísimo Palacio Imperial. No es porque me pase de moderna y evite los sitios turísticos, sino que el plan me salió rana.  

Después de estudiar chino durante unos años, tuve la oportunidad de ir a un programa que ofrecía la universidad de Estudios Extranjeros de Beijing con mis compañeros de clase. A parte de tener una humareda encima -que ni que estuvieses en casa de José Luis Garci- y que en verano todo huela un poco a una cocina valenciana, Pekín es una ciudad increíble. La concentración de espacios de un valor cultural e histórico arrollador se concentran por toda la ciudad. Y como pasa en el resto de Asia, a pesar de que la influencia de occidente ha arrasado con todo, aún mantiene un espíritu muy oriental dentro de las costumbres de la gente. Por ahora, así que id a visitarlo cuanto antes.

El día D (visitar el Palacio Imperial)

Entre las actividades que teníamos programadas una era ir a visitar el Palacio Imperial. Llegamos a la plaza de Tiananmen, donde comenzó el caos. Empieza despacio. Te sientes observado. Ves a alguien cuya cámara se está desviando un poco de su objetivo para señalarte a ti. Una esquina más adelante un flash te salta en la cara. Y llegados al epicentro de los monumentos la gente no se corta: “¿me puedo sacar una foto contigo?”; “jo, qué guapa eres”.

Suena a locura. Te sientes como Lizzie McGuire en Lizzie Superstar (en la que se va a Italia y tiene una clon famosa y la confunden con ella). La coordinadora del grupo de estudiantes nos explicó la razón: en los monumentos históricos se concentran turistas que vienen de zonas más rurales de China y no han visto nunca a occidentales en persona. No entraré a discutir por qué está tan mal que los ideales de belleza en China sean imágenes de chicas occidentales, pero al parecer es así y todo el mundo quería fotos para enseñarles a sus amigos que se habían quedado en el pueblo.

Pues bien, una amiga y yo estábamos un poco como los chiquillos que acaban de salir de Operación Triunfo y se ven a ellos mismos siendo famosos de la noche a la mañana y no saben decir que no. Nos fuimos quedando atrás hasta que perdimos al grupo.

A veces el césped está más verde en tu jardín

Sin teléfono y sin que nadie entendiese inglés, nos vimos obligadas a sacar a la luz todo lo que habíamos aprendido en la academia los últimos dos años para conseguir que alguien nos prestase un móvil a cambio de una foto con su bebé recién nacido. Costó lo suyo porque saberse el vocabulario no es suficiente, hay que saber pronunciarlo bien: al chino se le suma la dificultad añadida de que tienen cuatro tonos para cada sílaba. ‘Ma’ por ejemplo puede significar ‘madre’ como puede significar ‘caballo’; hay que dominarlo especialmente bien si tienes un amigo que hace hípica y le quieres decir que te enseñe a montar en su ‘caballo’.

 

Con un poco de morro y algo de experiencia jugando al Party&Co (y su sección de mímica), conseguimos llamar a la coordinadora. Amablemente nos dijo  que ellos ya estaban dentro del Palacio Imperial, que cerró la entrada hace 10 minutos y que nos buscásemos la vida llegando de vuelta al hotel.

Después de pasar por las cinco etapas del duelo de Kübler-Moss (negación – ira – negociación – depresión – aceptación) en unos escasos 10 minutos, nos pusimos a dar vueltas por los alrededores. Si volvíamos al hotel, ya no tendríamos nada más que hacer hasta la noche. Después de vagabundear un poco encontramos los jardines imperiales que, con un coste de entrada bastante reducido, aún estaban abiertos.

Lejos de nuestros paparazzis personales, los jardines estaban prácticamente vacíos. Nos pasamos la tarde paseando y sacándonos fotos entre pequeños templos que hay por todo lo verde. Además, encontramos lo último que se espera una encontrar en los jardines imperiales: autos de choque. Nada llamativos, pero ahí estaban. Aún no me explico si estaba soñando o metiéndome en un mundo paralelo, pero juro que hay unos autos de choque en medio de la nada en los jardines de palacio.

Los jardines son geniales. La entrada es barata comparada con otros lugares turísticos, y te ayuda a escapar momentáneamente de la ciudad tan ciudad tan llena de edificios.

El camino a casa

Llegar al hotel no fue tarea fácil. Por favor, cuando estés estudiando una lengua nueva y te digas a ti mismo “no sé por qué pasamos tanto tiempo estudiando vocabulario de comida y transportes cuando podemos estar estudiando cosas importantes, como conjunciones que me pueden ayudar a formar frases” créeme que en caso de emergencia lo único que vas a querer hacer es gritar “METRO, METRO” a la gente a la cara.

© Ainhoa Marzol

Fue una pena no poder entrar a Palacio. Nuestros compañeros dijeron que era impresionante (aunque no me creo que tan impresionante como unos autos de choque dentro de las murallas de palacio, pero bueno). No faltan lugares maravillosos que visitar en Pekín: el Palacio de Verano, el Templo del Cielo… y que de todo se saca algo bueno, que seguramente estaremos en el móvil del 5 % de la población china. Que no es poco.

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Vascatalana millennial y orgullosa de defender a una generación de obsesos de los aguacates. Digo que lo amo y lo odio todo intensamente desde la cómoda posición que me da estar en una constante edad del pavo.