Calimocho, uniformes blancos y vaquillas rebeldes. Sí, los Sanfermines pueden ser muy épicos. Más que una partida de Fortnite y un primer día de Rebajas juntos. Así que no lo dudes. Go on!

El Chupinazo no es un licor de sobremesa

Las señoras más avispadas ya tienen su sitio. También ese corredor que lleva meses practicando con un toro hinchable. Pero tú aún no conocías la primera norma de los Sanfermines: cuanto antes llegues a la Plaza Consistorial, mejor. Y en cuanto lo hagas, apunta con tu pañuelo rojo al cielo. Aunque no sepas por qué.

A tu alrededor vas a ver geysers de calimocho y flotadores de unicornios surgiendo del gentío. Y quizás también escuches frases como “¡Gora San Fermín!”, el mantra pamplonica que cada 6 de julio acompaña al petardo del Chupinazo que inicia la parranda. La misma que Ernest Hemingway dio a conocer con su libro Fiesta y que una película de Tom Cruise ubicó en Sevilla.

Pero Tom, ¡si tú supieras cómo se pone Pamplona cada mes de julio! Cómo se siente el fervor y qué rápido pueden mancharse los uniformes blancos comiendo un ajoarriero típico.

 

Porque ni Rusia, ni el islote Perejil. El 6 de julio todo el mundo mira hacia Pamplona. Esa ciudad donde la fiesta se extiende de la Navarrería a San Nicolás. De las famosas peñas de Burgo de San Cernin a Estafetas alias Guiritown.

El problema llega conforme avanza el día. Solo entonces, algunos tiemblan en silencio pensando en el gran momento.

Sí, ESE.

De empalme al encierro

  • Suba hacia la plaza Consistorial desde los corralillos de Santo Domingo.
  • Gire a la izquierda por la Calle Mercaderes.
  • Acceda a la calle Estatefa y siga recto por el tramo de Telefónica hasta la Plaza de Toros.

Los famosos encierros de San Fermín comienzan a las 8 de la mañana y entre los muchos corredores hay un poco de todo: asistentes nivel Senior, gente que ha venido en busca de respuestas o parranderos que llegan de empalme. Para estos últimos, encender Google Maps antes de lanzarse a la carrera puede que sea de lo más útil. Incluso pensarse dos veces lo de volver al hotel.

Porque para cuando sea tarde, a tus espaldas quedarán seis toros que correrán sin remilgos. Peor que Simba perseguido por los ñus en El Rey León. O una carrera huyendo del T-1000 de Terminator. Estos toros son fieros y tienen las astas del tamaño del Cuerno Dragón de Juego de Tronos. Así que no te confíes, que lo de Ferdinando y las flores solo fue una excepción.

Casi 30 minutos de encierro hasta la Plaza de Toros que se celebra todos los días desde el 7 hasta el 14 de julio. Una carrera contrarreloj que termina con algunos suspiros y una vaquilla saltando por encima de los presentes.

Épico, ¿no?

Ahora en serio: ¡Cuidadín! Que aunque hayas ganado muchas maratones de 42K los encierros son otra cosa. Y tendrás siete días para poder darlo todo. No sea que alguien te haga una Story en mal momento y la vean todos los #SanFermines2018

Put your hands up in the air

Si bien el encierro está considerado el gran highlight, la fiesta favorita de Hemingway también cuenta con otros muchos eventos.

Todas las mañanas a las 7, Pamplona se despierta con las famosas dianas que suenan por toda la ciudad caldeando el ambiente. Eso, y los pasodobles. O Paquito el Chocolatero. O incluso algún canto gregoriano. Porque los Sanfermines sin banda sonora nunca son lo mismo.

Tampoco sin el Desfile de los Kaldikis y Zaldikos.  Un paseo que tiene lugar todos los días por la mañana y en el que estas figuras de madera, conocidas popularmente como Cabezudos, parten del Palacio de Ezpeleta. Estos gigantes representan la tolerancia y la unión de los pueblos, existiendo réplicas de reyes africanos o califas de Oriente Medio. Y tú sin saber que los Sanfermines podían ser tan exóticos.

© Pamplona Joven

Pero por si esto no fuera suficiente, te gustará saber que por las tardes también hay clases de zumba o teatrillos típicos. Y campeonatos de futbolín con noruegos que vinieron buscando a España chistorra y pasión.

Aunque nada se compare a los fuegos artificiales que a las 23 horas iluminan el cielo de Pamplona. Eso sí que te pone más tonto de lo normal.

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Y así, los Sanfermines se convierten en un constante in crescendo que culmina la noche del día 14. Ese momento en el que todo el mundo canta el famoso Pobre de mí agitando los mecheros como si de un concierto de Andrea Bocelli se tratara.

Solo entonces, el mundo llora.

Incluso los más machotes.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.