Un viaje a Taiwán es la puritita estampa de la incógnita y de no saber qué te vas a encontrar. Vale que hay guías sempiternas que te puedes comprar. Vale que hay algún artículo por ahí por internet, pero a la hora de la verdad, ¿cómo será aquello y qué aventuras te esperan en aquellas tierras? Aproveché unos días para ir a este destino loco con unos amigos y estás fueron las cosas que más escuché.

Pero, ¿qué hacéis aquí?

Sí, una pregunta recurrente. Los locales nos veían dando vueltas buscando una dirección, sacando monedas para pagar algo en uno de los miles de 7eleven que pueblan cada esquina de Taiwan, o con cara de sortija por las dudas que nos generaba cualquier cosa… Y nos ayudaban, pero después se nos quedaban mirando y nos decían a alguno en inglés macarrónico algo así como “Why are you here?”. También los expratriados viviendo allí nos hacían la misma pregunta, lo primero, antes de interesarse por de dónde éramos o en qué idioma hablábamos…

¿Me puedo hacer una foto con vosotros?

Pues sí: los locales aquí ven pocos ejemplares de blancos europeos y una parada en un paso de cebra puede ser buen lugar para pedirte una foto. ¿O sería porque íbamos con unas pintajas considerables? No, eso da igual, que allí van medio disfrazados con gorros de orejitas y cosas así… Lo que me pregunto yo a raíz de eso es, ¿qué van a hacer con esos selfies que me hice con toda esa gente? Espero no verme en un anuncio de Nokia Asia o similares…

¿Lo quieres con stinky tofu?

Yo te digo la respuesta que tienes que decir: NO. ¿Sabes el olor a huevos podridos mezclado con aguas fecales, azufre, animal muerto, pis de anciano y váteres de festival de música? Pues ese aroma multiplicado por 15 es el que emite el stinky tofu (traducido, tofu apestoso), uno de los platos nacionales que, qué quieres que te diga, te hacen cambiar de acera cuando pasas por un puestecillo. Un olor que, además, se pega a ropa y pelo. Un horror.

No aceptamos tarjeta bancaria

En serio, esto es un gran dato para quien tenga pensado ir a Taiwan, porque no veas el tostón que resulta, y sorprendentemente en las guías no te lo avisan. Ni en los masajes, ni comidas en restaurantes caretes… ¡Ni siquiera en el McDonalds ni en Domino’s Pizza! No veas las penurias intentando ir a cenar sin un duro en metálico (típico de la última noche, ¿a quién no le ha pasado?) y con tarjeta… y acabar en un súper juntando todos los amigos las 4 moneditas sueltas que teníamos cada uno para terminar comprando una fruta que llevarnos a la boca… Un primor. Cambia cash y si te sobra te lo gastas el último día en el aeropuerto mezclando el pago con parte con tarjeta si te falta un poco. Créeme: esto es un consejazo.

¿Ramen o sliced?

Resetea la única acepción que tienes de ramen en tu cerebro. Aquí se da por hecho que quieres sopa, sí, y lo que te están preguntando si quieres fideos tipo espaguetis o si los quieres con cinta ancha. Los más ricos que probé, por cierto, fueron los sliced en un pequeño restaurante llamado Di-Ping, en el barrio de Shiva (Taipei).

Esto es made in Taiwan

Esta frase te trae a la mente la pegatinita dorada que veías en todos los objetos cuando eras niño, y, por ende, te transporta a grandes fábricas humeantes y producciones industriales para tiendas de todo a cien. Pues no es esto lo que te están diciendo: te sonará diferente cuando te lo digan en establecimientos y puestecitos en mercados hipsters. Al principio te confunde ver cómo lo plantean como un valor añadido, hablándote sobre la escena de creadores jóvenes DIY de allí… Así que al escucharlo no olvides desterrar el mito del “made in taiwan” que teníamos aquí.

Taiwan sorprende y es un viaje de contrastes. Taipei son mercados de comida callejera con efluvios agradables pero también asquerosos. Reconocerás los manjares más preciados por las larguísimas colas que se forman en algunos puestos. Pero además de todo este ambiente tan artesano te verás a ti mismo/a incontables veces en 7elevens y otros supermercados 24 horas, que están por todas partes y que te solucionarán muchísimas necesidades que te vayan surgiendo, incluido el comer algo occidental a ratos porque ya te has hartado de desayunar noodles con un agua muy turbia…

El ambiente entre la gente joven es vibrante, y hay mucho movimiento artístico, con epicentros culturales que te hacen sentir como en Berlín o en Barcelona. Mención aparte se merece la exposición de Joan Cornellá que nos encontramos allí (¿HOLA?). Hay garitos nocturnos en los que te puedes sentir como en una fiesta en Londres… En definitiva, un lugar que no atiende a etiquetas y cuya visita no queda “convalidada” aunque hayas ido a China, porque es bien distinto.

Fotos de Henar Ortega

Me permito dar un último consejo extra: subir a la torre Taipei 101 (la octava más alta del mundo mientras escribo estas líneas, aunque puede que ese ranking cambie antes de que acabe el artículo) no merece la pena… como te pille un día con algo de niebla no verás nada y tendrás unas decenas de euros menos en el bolsillo. De nada.

Pero, ¿qué hacéis aquí?

Sí, una pregunta recurrente. Los locales nos veían dando vueltas buscando una dirección, sacando monedas para pagar algo en uno de los miles de 7eleven que pueblan cada esquina de Taiwan, o con cara de sortija por las dudas que nos generaba cualquier cosa… Y nos ayudaban, pero después se nos quedaban mirando y nos decían a alguno en inglés macarrónico algo así como “Why are you here?”. También los expratriados viviendo allí nos hacían la misma pregunta, lo primero, antes de interesarse por de dónde éramos o en qué idioma hablábamos…

¿Me puedo hacer una foto con vosotros?

Pues sí: los locales aquí ven pocos ejemplares de blancos europeos y una parada en un paso de cebra puede ser buen lugar para pedirte una foto. ¿O sería porque íbamos con unas pintajas considerables? No, eso da igual, que allí van medio disfrazados con gorros de orejitas y cosas así… Lo que me pregunto yo a raíz de eso es, ¿qué van a hacer con esos selfies que me hice con toda esa gente? Espero no verme en un anuncio de Nokia Asia o similares…

¿Lo quieres con stinky tofu?

Yo te digo la respuesta que tienes que decir: NO. ¿Sabes el olor a huevos podridos mezclado con aguas fecales, azufre, animal muerto, pis de anciano y váteres de festival de música? Pues ese aroma multiplicado por 15 es el que emite el stinky tofu (traducido, tofu apestoso), uno de los platos nacionales que, qué quieres que te diga, te hacen cambiar de acera cuando pasas por un puestecillo. Un olor que, además, se pega a ropa y pelo. Un horror.

No aceptamos tarjeta bancaria

En serio, esto es un gran dato para quien tenga pensado ir a Taiwan, porque no veas el tostón que resulta, y sorprendentemente en las guías no te lo avisan. Ni en los masajes, ni comidas en restaurantes caretes… ¡Ni siquiera en el McDonalds ni en Domino’s Pizza! No veas las penurias intentando ir a cenar sin un duro en metálico (típico de la última noche, ¿a quién no le ha pasado?) y con tarjeta… y acabar en un súper juntando todos los amigos las 4 moneditas sueltas que teníamos cada uno para terminar comprando una fruta que llevarnos a la boca… Un primor. Cambia cash y si te sobra te lo gastas el último día en el aeropuerto mezclando el pago con parte con tarjeta si te falta un poco. Créeme: esto es un consejazo.

¿Ramen o sliced?

Resetea la única acepción que tienes de ramen en tu cerebro. Aquí se da por hecho que quieres sopa, sí, y lo que te están preguntando si quieres fideos tipo espaguetis o si los quieres con cinta ancha. Los más ricos que probé, por cierto, fueron los sliced en un pequeño restaurante llamado Di-Ping, en el barrio de Shiva (Taipei).

Esto es made in Taiwan

Esta frase te trae a la mente la pegatinita dorada que veías en todos los objetos cuando eras niño, y, por ende, te transporta a grandes fábricas humeantes y producciones industriales para tiendas de todo a cien. Pues no es esto lo que te están diciendo: te sonará diferente cuando te lo digan en establecimientos y puestecitos en mercados hipsters. Al principio te confunde ver cómo lo plantean como un valor añadido, hablándote sobre la escena de creadores jóvenes DIY de allí… Así que al escucharlo no olvides desterrar el mito del “made in taiwan” que teníamos aquí.

Taiwan sorprende y es un viaje de contrastes. Taipei son mercados de comida callejera con efluvios agradables pero también asquerosos. Reconocerás los manjares más preciados por las larguísimas colas que se forman en algunos puestos. Pero además de todo este ambiente tan artesano te verás a ti mismo/a incontables veces en 7elevens y otros supermercados 24 horas, que están por todas partes y que te solucionarán muchísimas necesidades que te vayan surgiendo, incluido el comer algo occidental a ratos porque ya te has hartado de desayunar noodles con un agua muy turbia…

El ambiente entre la gente joven es vibrante, y hay mucho movimiento artístico, con epicentros culturales que te hacen sentir como en Berlín o en Barcelona. Mención aparte se merece la exposición de Joan Cornellá que nos encontramos allí (¿HOLA?). Hay garitos nocturnos en los que te puedes sentir como en una fiesta en Londres… En definitiva, un lugar que no atiende a etiquetas y cuya visita no queda “convalidada” aunque hayas ido a China, porque es bien distinto.

Fotos de Henar Ortega

Me permito dar un último consejo extra: subir a la torre Taipei 101 (la octava más alta del mundo mientras escribo estas líneas, aunque puede que ese ranking cambie antes de que acabe el artículo) no merece la pena… como te pille un día con algo de niebla no verás nada y tendrás unas decenas de euros menos en el bolsillo. De nada.

mm
Henar con H de hedonismo. Recomendadora profesional. Muchos años enviando a gente a los sitios adecuados. Camino por la vida en una eterna vacación (o eso intento). Profesional camaleónica, soy periodista, consultora de comunicación y gestora cultural freelance. No conoces a nadie a quien le flipe más Madrid (y mi barrio, Antón Martín). Cine, música, arte, ocio urbano, comer, beber, salir, y demás. Bajar a comprar pan y acabar en una despedida de soltero en Ibiza (de La Costa Brava) como way of life.