Pessoa decía, entre otras cosas, que el fado no es alegre ni triste, que es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en el que creyó y también lo abandonó.

Una definición que refleja a la perfección ese fatalismo portugués con el que se identifican a menudo nuestros vecinos y que el fado representa a la perfección.

Sus orígenes no están claros. Los primeros registros de esta expresión se remontan al siglo XIX. Sin embargo no fue hasta el siglo XX cuando se universalizó gracias a Amália Rodrigues, que lo dio a conocer dentro y fuera de las fronteras portuguesas.

Algunos dicen que viene del mar, que surgió de las saudades de las mujeres de los marineros que esperaban a sus hombres transformadas en canciones. Otros creen que el fado llegó a través del Lundum, una música propia de los esclavos del Brasil traída por los marineros a principios del siglo XIX. Para otros su origen está en los cánticos de los moros que habitaron los alrededores de Lisboa después de la reconquista de los cristianos.

Seguramente haya sido la combinación de todos esos elementos. No lo sabemos, tampoco es importante. Lo que sí lo es que enamora a quien lo escucha. Y si no te lo crees, acércate al restaurante Larumbe en Madrid, que durante unos días coincidiendo con el Festival de Fado de Madrid, se convertirá en una auténtica casa de fados lisboeta.  Ofrecerán además de menús portuguesas, espectáculos de fado.

Dicen por ahí que no se puede llegar a vivir el fado en toda su intensidad sin escucharlo y verlo en su medio natural: la Casa de Fados.

Pessoa decía, entre otras cosas, que el fado no es alegre ni triste, que es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en el que creyó y también lo abandonó.

Una definición que refleja a la perfección ese fatalismo portugués con el que se identifican a menudo nuestros vecinos y que el fado representa a la perfección.

Sus orígenes no están claros. Los primeros registros de esta expresión se remontan al siglo XIX. Sin embargo no fue hasta el siglo XX cuando se universalizó gracias a Amália Rodrigues, que lo dio a conocer dentro y fuera de las fronteras portuguesas.

Algunos dicen que viene del mar, que surgió de las saudades de las mujeres de los marineros que esperaban a sus hombres transformadas en canciones. Otros creen que el fado llegó a través del Lundum, una música propia de los esclavos del Brasil traída por los marineros a principios del siglo XIX. Para otros su origen está en los cánticos de los moros que habitaron los alrededores de Lisboa después de la reconquista de los cristianos.

Seguramente haya sido la combinación de todos esos elementos. No lo sabemos, tampoco es importante. Lo que sí lo es que enamora a quien lo escucha. Y si no te lo crees, acércate al restaurante Larumbe en Madrid, que durante unos días coincidiendo con el Festival de Fado de Madrid, se convertirá en una auténtica casa de fados lisboeta.  Ofrecerán además de menús portuguesas, espectáculos de fado.

Dicen por ahí que no se puede llegar a vivir el fado en toda su intensidad sin escucharlo y verlo en su medio natural: la Casa de Fados.