Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a unas conferencias sobre desarrollo web en Stuttgart, Alemania. Allí se tocaron temas muy interesantes como son patrones de diseño en lenguajes de programación, técnicas de optimización de rendimiento en servidores web… pero no os asustéis todavía, que en este artículo no voy a hacer un repaso de las excelencias del nuevo CSS3 ni nada por el estilo. Voy a hablar de Alemania, o, más en concreto, de Stuttgart en primavera.

Vegetación omnipresenteAl hotel llegué a primera hora de la tarde y las conferencias no empezaban hasta el día siguiente, así que me liberé rápidamente de todo el equipaje superfluo y salí a patearme Stuttgart. Lo primero que me llamó la atención fue la omnipresencia del color verde en las calles, provocado por la naturaleza urbana agreste típica de los países del centro y norte de Europa; grandes arboledas y arbustos por doquier, con pinta de no haber sido podados en 50 años.

Me imaginé una brigada de jardines con muy poco personal, que sólo intervenía en contadas ocasiones, principalmente para frenar la expansión de unos pocos matorrales que impidieran la circulación por las aceras. Por lo demás, la consigna de la brigada sería la no intervención. Hay también mucho verde en otras ciudades alemanas como Düsseldorf, pero no vi tanto como en Stuttgart, que en este sentido me recordaba más al barrio de Buda en Budapest. Supongo que un poco más al sur, en Munich, debe haber tanto o más verde todavía.

También me llamó la atención de manera grata la tranquilidad y el relativo silencio que se respiraba en las calles… bastante vacías hasta que me fui acercando a la zona céntrica.

El corazón de la ciudad es la Schlossplatz, plaza de grandes dimensiones delimitada por dos palacios: Neues Schloss (Palacio Nuevo, estilo versallesco, siglo XVIII) y Altes Schloss (Palacio Viejo, del siglo XIV). La Schlossplatz la acaban de delimitar otras dos áreas importantes: el casco antiguo, con sus restaurantes, zona comercial y calles peatonales empedradas. La otra área que delimita está en dirección opuesta, donde se encuentran kilómetros y kilómetros de jardines, jalonados por puentes y terrazas, y sede de la ópera y el planetario de la ciudad.

Schlossplatz


Impresionante tumbarse al sol en la plaza y caminar por los jardines, el ambiente… Me senté en una terraza muy concurrida que estaba en medio de los jardines y me aprovisioné de unas patatas bravas y una buena jarra de cerveza… qué más se puede pedir :-)

-)

Más tarde compré un par de pijadas de menaje para el hogar, disfruté de una cenita a base de ensalada con queso Camembert, y fui de vuelta al hotel, a preparar las jornadas que empezaban bien temprano al día siguiente en Ludwisburg, un pueblecito a 15km. al norte de Stuttgart.

Ludwisburg no te lo puedes perder si quieres contemplar uno de los palacios barrocos más impresionantes de Europa en cuanto a dimensiones (realmente es MUY grande), presencia y estado de conservación. El palacio está realmente precioso en esta época del año, ya que tiene unos jardines que tienen poco que rivalizar con los de Schönbrunn en Viena… Pasear por ellos sin más ruidos que los pajaritos (eramos 4 turistas mal contados) y con una climatología tan buena que fue todo un deleite.

Transcurrió la jornada de conferencias y volví en tren de Ludwisburg a Stuttgart con mis notas. Una ducha rápida me preparó para volver de noche a la zona céntrica, me intrigaba comprobar si los jardines quedaban desiertos a partir de las once de la noche, pero que va, me relajé andando por la hierba, oyendo la naturaleza alrededor y compartiendo el espacio con otros paseantes, bicicletas, y practicantes de footing noturnos. Por supuesto, las terrazas seguían teniendo gente compartiendo las últimas cervezas y mil historias del día. No faltaba un señor tocando un organillo para darle un toque romántico al asunto, pero yo estaba solo, así que otra cerveza fresquita, un rato de contemplación de las gentes y a recojerse.

Pasada la medianoche volví al hotel caminando con mucha tranquilidad y parsimonia, a ese ritmo calculé que tardaría al menos 40 minutos en llegar pero para mí era perfecto, quería ir con la misma calma que me transmitía la ciudad.

Todos tenemos la cabeza llena de tópicos sobre cómo es la gente en los sitios que no conocemos… da igual si hablamos de Murcia como de Helsinki, y no lo podemos evitar más que viajando. El tópico más extendido sobre los alemanes es que son muy estrictos, concienzudos, serios (léase bordes) y se van a dormir muy temprano. Yo lo que puedo decir es que en las cuatro visitas que he hecho al país en los últimos tres años he visto muy poco de esto; me he encontrado unas gentes muy sociables, amables y atentas, con ganas locas de vivir la calle hasta altas horas. He visto un terraceo muy importante, unos precios algo más ajustados que en España y gran calidad en alimentos y medios de transporte.

No te pierdas Alemania, tanto ahora en primavera como en sus mercados de Navidad es un placer compartir calles y terrazas con sus gentes. Y ellos están bien contentos de que les visites.

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a unas conferencias sobre desarrollo web en Stuttgart, Alemania. Allí se tocaron temas muy interesantes como son patrones de diseño en lenguajes de programación, técnicas de optimización de rendimiento en servidores web… pero no os asustéis todavía, que en este artículo no voy a hacer un repaso de las excelencias del nuevo CSS3 ni nada por el estilo. Voy a hablar de Alemania, o, más en concreto, de Stuttgart en primavera.

Vegetación omnipresenteAl hotel llegué a primera hora de la tarde y las conferencias no empezaban hasta el día siguiente, así que me liberé rápidamente de todo el equipaje superfluo y salí a patearme Stuttgart. Lo primero que me llamó la atención fue la omnipresencia del color verde en las calles, provocado por la naturaleza urbana agreste típica de los países del centro y norte de Europa; grandes arboledas y arbustos por doquier, con pinta de no haber sido podados en 50 años.

Me imaginé una brigada de jardines con muy poco personal, que sólo intervenía en contadas ocasiones, principalmente para frenar la expansión de unos pocos matorrales que impidieran la circulación por las aceras. Por lo demás, la consigna de la brigada sería la no intervención. Hay también mucho verde en otras ciudades alemanas como Düsseldorf, pero no vi tanto como en Stuttgart, que en este sentido me recordaba más al barrio de Buda en Budapest. Supongo que un poco más al sur, en Munich, debe haber tanto o más verde todavía.

También me llamó la atención de manera grata la tranquilidad y el relativo silencio que se respiraba en las calles… bastante vacías hasta que me fui acercando a la zona céntrica.

El corazón de la ciudad es la Schlossplatz, plaza de grandes dimensiones delimitada por dos palacios: Neues Schloss (Palacio Nuevo, estilo versallesco, siglo XVIII) y Altes Schloss (Palacio Viejo, del siglo XIV). La Schlossplatz la acaban de delimitar otras dos áreas importantes: el casco antiguo, con sus restaurantes, zona comercial y calles peatonales empedradas. La otra área que delimita está en dirección opuesta, donde se encuentran kilómetros y kilómetros de jardines, jalonados por puentes y terrazas, y sede de la ópera y el planetario de la ciudad.

Schlossplatz


Impresionante tumbarse al sol en la plaza y caminar por los jardines, el ambiente… Me senté en una terraza muy concurrida que estaba en medio de los jardines y me aprovisioné de unas patatas bravas y una buena jarra de cerveza… qué más se puede pedir :-)

-)

Más tarde compré un par de pijadas de menaje para el hogar, disfruté de una cenita a base de ensalada con queso Camembert, y fui de vuelta al hotel, a preparar las jornadas que empezaban bien temprano al día siguiente en Ludwisburg, un pueblecito a 15km. al norte de Stuttgart.

Ludwisburg no te lo puedes perder si quieres contemplar uno de los palacios barrocos más impresionantes de Europa en cuanto a dimensiones (realmente es MUY grande), presencia y estado de conservación. El palacio está realmente precioso en esta época del año, ya que tiene unos jardines que tienen poco que rivalizar con los de Schönbrunn en Viena… Pasear por ellos sin más ruidos que los pajaritos (eramos 4 turistas mal contados) y con una climatología tan buena que fue todo un deleite.

Transcurrió la jornada de conferencias y volví en tren de Ludwisburg a Stuttgart con mis notas. Una ducha rápida me preparó para volver de noche a la zona céntrica, me intrigaba comprobar si los jardines quedaban desiertos a partir de las once de la noche, pero que va, me relajé andando por la hierba, oyendo la naturaleza alrededor y compartiendo el espacio con otros paseantes, bicicletas, y practicantes de footing noturnos. Por supuesto, las terrazas seguían teniendo gente compartiendo las últimas cervezas y mil historias del día. No faltaba un señor tocando un organillo para darle un toque romántico al asunto, pero yo estaba solo, así que otra cerveza fresquita, un rato de contemplación de las gentes y a recojerse.

Pasada la medianoche volví al hotel caminando con mucha tranquilidad y parsimonia, a ese ritmo calculé que tardaría al menos 40 minutos en llegar pero para mí era perfecto, quería ir con la misma calma que me transmitía la ciudad.

Todos tenemos la cabeza llena de tópicos sobre cómo es la gente en los sitios que no conocemos… da igual si hablamos de Murcia como de Helsinki, y no lo podemos evitar más que viajando. El tópico más extendido sobre los alemanes es que son muy estrictos, concienzudos, serios (léase bordes) y se van a dormir muy temprano. Yo lo que puedo decir es que en las cuatro visitas que he hecho al país en los últimos tres años he visto muy poco de esto; me he encontrado unas gentes muy sociables, amables y atentas, con ganas locas de vivir la calle hasta altas horas. He visto un terraceo muy importante, unos precios algo más ajustados que en España y gran calidad en alimentos y medios de transporte.

No te pierdas Alemania, tanto ahora en primavera como en sus mercados de Navidad es un placer compartir calles y terrazas con sus gentes. Y ellos están bien contentos de que les visites.