Me cuesta reconocerlo – y quizá no debería – pero ser honesto es de valientes: nunca he estado en Andalucía. Pero tranquilo(a), en breve subsanaré este error histórico, este es el plan:

Empezaré con una caña bien tirada y una ración de coquinas después de un refrescante chapuzón en la playa de Isla Canela, mientras me pregunto qué estarán haciendo los portugueses al otro lado.
Veré la Giralda aparecer en las esquinas del Barrio de Santa Cruz de Sevilla y le regalaré a mis ojos el placer de los colores: el blanco de la cal, el verde de las macetas y los jardines y el rojo de las flores.

Me embarcaré en un barco en Tarifa rumbo al Estrecho de Gibraltar, para saludar a los delfines y ballenas en su hábitat natural. Cuando llame el apetito, disfrutaré de un delicioso tapeo en el casco antiguo. Y repetiré.

Subiré al mirador Gibralfaro de Málaga al anochecer para impresionarme con las sobrecogedoras vistas a la Plaza de Toros, la Basílica de la Encarnación y el Mediterráneo.

Descansaré a la sombra en el patio de los naranjos de la Mezquita de Córdoba, desempolvaré la cámara para sacar las mejores fotos nocturnas del Puente Romano de y masajearé mis sentidos paseando por el barrio de la judería.

Me plantaré en la Plaza de Santa Lucía de Úbeda para adentrarme en un recorrido Patrimonio de la Humanidad, en el que visitaré la Iglesia de la Santísima Trinidad y compraré alguna artesanía a un ceramista de la pintoresca calle de Valencia.

Disfrutaré del contraste del silencio de la Catedral de Granada con el movimiento de la Alcaicería, uno de los mercados con más encanto de la ciudad, entre productos de artesanía, especias e incienso.

Y finalmente, me iré de fiesta en Mojácar. Desapareceré en uno de sus espectaculares chiringuitos copa en mano y pies en la fina arena.

Y aún me quedará tanto por ver…

Me cuesta reconocerlo – y quizá no debería – pero ser honesto es de valientes: nunca he estado en Andalucía. Pero tranquilo(a), en breve subsanaré este error histórico, este es el plan:

Empezaré con una caña bien tirada y una ración de coquinas después de un refrescante chapuzón en la playa de Isla Canela, mientras me pregunto qué estarán haciendo los portugueses al otro lado.
Veré la Giralda aparecer en las esquinas del Barrio de Santa Cruz de Sevilla y le regalaré a mis ojos el placer de los colores: el blanco de la cal, el verde de las macetas y los jardines y el rojo de las flores.

Me embarcaré en un barco en Tarifa rumbo al Estrecho de Gibraltar, para saludar a los delfines y ballenas en su hábitat natural. Cuando llame el apetito, disfrutaré de un delicioso tapeo en el casco antiguo. Y repetiré.

Subiré al mirador Gibralfaro de Málaga al anochecer para impresionarme con las sobrecogedoras vistas a la Plaza de Toros, la Basílica de la Encarnación y el Mediterráneo.

Descansaré a la sombra en el patio de los naranjos de la Mezquita de Córdoba, desempolvaré la cámara para sacar las mejores fotos nocturnas del Puente Romano de y masajearé mis sentidos paseando por el barrio de la judería.

Me plantaré en la Plaza de Santa Lucía de Úbeda para adentrarme en un recorrido Patrimonio de la Humanidad, en el que visitaré la Iglesia de la Santísima Trinidad y compraré alguna artesanía a un ceramista de la pintoresca calle de Valencia.

Disfrutaré del contraste del silencio de la Catedral de Granada con el movimiento de la Alcaicería, uno de los mercados con más encanto de la ciudad, entre productos de artesanía, especias e incienso.

Y finalmente, me iré de fiesta en Mojácar. Desapareceré en uno de sus espectaculares chiringuitos copa en mano y pies en la fina arena.

Y aún me quedará tanto por ver…