Para aquellas y aquellos a los que les toca pringar los meses de verano, existe una vía de escape dentro de la gran ciudad. No cojas el metro o el autobús, tan solo levanta la vista: el oasis de Valencia lo tienes en el cielo.

Con el paso de los años, la capital del Turia se ha convertido en uno de los enclaves más turísticos de la Comunitat Valenciana. La fama y el poder de la pólvora y las Fallas llevan décadas convocando a turistas y curiosos por todos los lados de la ciudad.

Pero llegado el verano, ¿qué nos queda? Además de las paellas (las de verdad, no el “arroz con cosas” que se sirve en media España), Valencia tiene a su favor que combina playa y ciudad a la perfección. Sin embargo, para los hastiados que trabajamos en julio y agosto lo que menos nos apetece es toparnos con turistas, palo selfie en mano, que se pavonean de sus vacaciones. Pero keep calm, la venganza es un plato que se sirve frío. Concretamente, con la “frescoreta” vespertina.

La casa azul de Frida, ¿en Valencia?

Justo enfrente del Mercado Central y a dos minutos de la Lonja de la Seda, se encuentra el hostal La Casa Azul (Calle Palafox, 7). Nada que ver con la de Frida Kahlo o el grupo de Guille Milkyway. Su decoración es una calcomanía del estilo barroco de Los Borgia y de la Ruta de la Seda. Además, el ático tiene unas vistas increíbles del casco histórico donde puedes desayunar o tomar una copa caída la noche.

Los balcones de Ciutat Vella

El distrito de Ciutat Vella es posiblemente el lugar con más turistas por metro cuadrado. A la Lonja y al Mercado se unen la Catedral, las Torres de Serrano, la Basílica de los Desamparados y el Ayuntamiento como principales atracciones. A partir de ahora podrás desmarcarte y contemplarlos a vista de pájaro.

Desde su creación en 1876, el Ateneo Mercantil de Valencia (Plaza del Ayuntamiento, 18) es uno de los puntos de encuentro de la sociedad civil valenciana. Además, en la sexta planta se encuentra el Sky Bar, que ofrece una variada oferta gastronómica a más de 50 metros de altura. Un lugar perfecto para reunirte con tus compañeros para trabajar o tomar un refrigerio en su mirador. Desde él, puedes tomar una visión 360 de la ciudad, y si el día acompaña, tus ojos alcanzarán el Mediterráneo y la Sierra de la Calderona.

Si buscas una opción más fi(s)na, y tu modus vivendi es más tipo Naty Abascal, el casco histórico también alberga los hoteles más refinados. La terraza del Vincci Mercat, justo al lado del Mercado Central y a dos pasos de la Catedral, es el lugar de encuentro de la jet valenciana. Los cócteles del Bar Lounge están de muerte, pero al loro con la piscina. Más de una Naty ha terminado empapada tras el décimo “cheers”.

Al otro lado del Turia

El cauce del río divide la ciudad en dos ritmos bastante opuestos. El casco histórico y la Ciudad de las Artes y las Ciencias están en el pódium de la popularidad de los visitantes. Pero una vez cruzas algún puente, Valencia tiene un aire más urbano amb veïns de tota la vida. Una tarde cualquiera del mes pasado al salir del trabajo, mis compañeros y yo decidimos cambiar un poco de aires. Nos habían llegado rumores positivos sobre el renacimiento del Palau Alameda.

Y allí que fuimos a cotillear y a contarlo en nuestro Instagram. Y la verdad, nos quedaron unas stories/críticas de diez. El Àtic Bar es una gran reapertura de este edificio rehabilitado de los años 50. En su inmensa terraza sirven unos copazos para quitarse el sombrero. Pero os recomiendo que os animéis a una cena improvisada en el restaurante regentado por el chef Nicolás Román. Nosotros íbamos con el plan de una copa y para casa, pero cuando vimos la carta vanguardista mezclada con la gastronomía tradicional, no dudamos en probar el pescado traído directamente desde la lonja fusionado con naranjas de Tavernes.  

La luna de Valencia

Si por algún casual este verano te toca la lotería del amor, te recomiendo un balcón a las estrellas para terminar de conquistar a tu flechazo estival. En el puerto de Valencia se encuentra el edificio Veles e Vents, cuyo buque insignia es el restaurante La Sucursal, desde donde se divisa todo el puerto, la playa de la Malvarrosa, toda la ciudad y la dársena de la Marina.

 

© Turismo de la Comunitat Valenciana

Además del restaurante, con estrella Michelín y recomendado por el diario The Guardian este año, la terraza es una buena alternativa si aún no has cobrado la extra de verano. Un lugar donde poder pavonearte un poco en redes. Al lado del mar, ambiente chill y bajo la luna de Valencia.

Como puedes ver, no todo está perdido en una gran ciudad donde sus vecinos se escapan y sus visitantes la colonizan. Para olvidados como nosotros, las rooftops son nuestros pequeños retiros espirituales para volver a afrontar el día siguiente. Un plan semanal que posiblemente pase a ser un plan diario. Y Valencia tiene muchos balcones a las estrellas que merecen ser descubiertos.

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Corista atarantado, periodista y coleccionista. Ilustrado de la caja tonta de los noventa, amante de los G5 Belts y escéptico del queso. Tráeme patatas fritas un jueves, Cuéntame hará el resto.