He estado en París unas cuantas veces y por suerte siempre ha sido por placer. Me ha encantado turistear hasta no poder más, perderme mucho por sus callejuelas -sobre todo cuando había roaming en la UE-, hacer ver que sé hablar francés y comer todos los días crêpes para desayunar y steak tartare para cenar -que creo que no es francés, pero en París me he comido los más buenos de mi vida-.

Siempre que voy (y no lo digo por quedar bien) intento hospedarme en un hotelito cerca de Notre Dame. Es una zona céntrica, pero tranquila, no es de las más caras y me permitía empezar mis visitas turísticas cada mañana en la iglesia, disfrutando de ella sin el mogollón de guías y guiris que llenan la plaza de delante (me creo parisina, ¿verdad?)

Cuando se quemó Notre Dame el lunes pensé mil cosas. Una de ellas fue que la próxima vez que vaya a París no podré ver desde el hotel ver aquella fantástica aguja de la torre, que es lo único que se veía de la catedral desde mi habitación. Pensé que cambiaría mi zona de inicio de rutas, porque poco sentido tenía ahora ir a Notre Dame cada mañana e incluso pensé que si alguno de los locales de la zona en los que me he tomado un café podrían llegar a cerrar por falta de turistas.

Se ve que ese día, con lo que había pasado, estaba negativa porque investigando un poco me di cuenta de que la gente no va a dejar de ir nunca a Notre Dame. Es el monumento más visitado de Europa y eso no se pierde de la noche a la mañana. Resulta que los operadores y los guías turísticos que ofrecían visitas a la catedral no van a dejar de hacer sus rutas. Ahora en lugar de llevarte por dentro de la iglesia, te enseñarán sus exteriores, las calles que rodean esta obra de arte, te explicarán su historia, el incendio y estoy segura de que también contarán cómo el mundo entero se volcó para volver a reconstruir esa maravilla de piedra.

Lo más bonito es que Notre Dame dicen que se va a levantar de nuevo gracias a donaciones y a la solidaridad del pueblo. Los grandes grupos como L’Oréal o LVMH y parisinos ilustres como los Bettencourt o los Pinault ya han hecho grandes aportaciones y a partir de ahora, al finalizar el tour turístico, nos animarán a los visitantes a hacer una pequeña donación para convertirnos también en pequeños mecenas de la reconstrucción del monumento parisino.

Así que me juego una crêpe a que la próxima vez que vaya a París tendré que volver a madrugar si quiero ver la plaza de Notre Dame sin los guiris de siempre, porque nadie va a dejar de visitarla.

mm
Me gustan los superhéroes de carne y hueso, que luchan por restablecer el equilibrio y llevar luz a los rincones donde reina la oscuridad. Busco aliados que se sumen a mi causa todos los meses, porque la tierra gira sola, pero el mundo lo hacemos girar nosotros.