Comprobar que los pantalones de la temporada anterior no te entran ni embadurnándote con vaselina o descubrir que la Navidad te ha dejado sin blanca son de los momentos más críticos del año. Sobreponerse al despilfarro propio de las fiestas, sin embargo, es sencillo si sigues los consejos adecuados.

La publicidad lleva años diciéndote que hacer felices a los tuyos no tiene precio, aunque si en algún momento te has llegado a creer semejante patraña, lo único que debes hacer es consultar el extracto bancario y comprobar que estas Navidades te han vuelto a salir más caras que una boda gitana.

Como viene siendo habitual, satisfacer a los veintitrés miembros de tu familia te ha costado una pequeña fortuna, pero ahora que el daño ya está hecho, es el momento de apretarse el cinturón. Disminuir drásticamente la ingesta de calorías, hacer unas horas extra como artista callejero o vender tus órganos en el mercado negro son algunas de las opciones que rondan por tu mente; el problema es que no eres capaz de saltarte ni la merienda, careces de cualquier habilidad que te pueda sacar de pobre y te aterra incluso que te saquen una muela. Pero no por eso debes tirar la toalla; hay muchas otras formas de ahorrarte un buen puñado de euros. Toma nota.

Sacarte un dinerito extra es muy fácil… si sabes cómo

A la fascinación que sentías por la figura de Norberto, ese familiar que hizo fortuna en América, se le sumaba la vana esperanza de que, quizá algún día, él se acordara de ti (en el hipotético caso de conocer tu existencia) y te acabara obsequiando con un coche de carreras o un apartamento frente al mar. Para tu desgracia, sin embargo, eso nunca pasó y el único pariente que te sigue haciendo regalos es tu tía Marisa, una persona con un gusto más cuestionable que las novias de Marilyn Manson. En Navidad, para tu cumpleaños, el día de tu santo… Desde que tienes memoria, no hay celebración que se precie en la que no haya aparecido por casa con algo digno de llevar la etiqueta “made in: en el mismísimo infierno”.

Lo que ni en sueños podías imaginar es que aquello que un día dañó tus retinas (y tu sensibilidad), hoy iba a sacarte de un apuro. Lo único que tienes que hacer es ponerle un poco de morro (perdón, quería decir marketing) al asunto y aliarte con las nuevas tecnologías para vender esa rebequita con renos que no serías capaz de ponerte ni en Carnaval. En estos casos, la manera de proceder es muy sencilla: haz una foto de la prenda, súbela a internet y deja que los hipsters de tu barrio se peleen por ese “alegre jersey vintage hecho a mano” del que quisiste deshacerte desde el minuto uno.

 Sé responsable con tus compras y los gastos

La ciencia lleva años intentando averiguar la extraña razón por la que algunas personas, por mucho que compren, nunca tienen nada que ponerse. Algunos estudios recientes han apuntado a hambrientos monstruos, invisibles polillas gigantes o agujeros negros dentro de los armarios como posibles causas de tan extrañas desapariciones. El verdadero motivo, no obstante, sigue siendo uno de los grandes misterios de este siglo.

Dios no lo quiera, pero si en tu casa también se está produciendo este escalofriante fenómeno, solo puedo decirte lo mismo que en ese anuncio de la DGT: ponle freno. No es que no lamente que tengas que estar pasando por esto, pero, a no ser que busques ser el más glamuroso del comedor social, deberás mantenerte alejado de las tiendas como Superman de la kriptonita. En el supuesto de que la carroza de un rey mago haya atropellado (y destrozado) tu único abrigo, ármate de paciencia para encontrar las mejores ofertas y no te precipites nunca. Esto es como el amor: el primero pocas veces suele ser el bueno.

También deberás poner especial atención cuando llenes la cesta de la compra; así que nada de ir al súper a por papel de váter y salir de allí con un arsenal capaz de matar a toda la población mundial de diabéticos. La mejor manera de evitar gastos innecesarios pasa por planificar tus comidas, hacer una lista de lo realmente imprescindible y, bajo ningún concepto, comprar nada que no tengas planeado. Ah, y si tienes tiempo, coge una libreta y un bolígrafo y patéate unos cuantos comercios en busca del mejor precio.  

¿Quieres algún consejo más? Evita cualquier desembolso innecesario y sustituye ciertas costumbres por su versión low cost. Por ejemplo, ve andando al trabajo en lugar de desplazarte en metro y, además de ahorrarte el billete, tendrás una vida más saludable y activa.

No, ahorrar no significa quedarse encerrado en casa

Imagino que ya intuyes que, en este curso acelerado para sobrevivir a los excesos de las fiestas, tampoco está permitido ir a restaurantes ni apagar tu sed con un cóctel a precio de sangre de dragón milenario. Aunque si la única manera de librarse de la maldición que acecha a tu familia desde hace generaciones es ir a cenar una vez por semana, procura hacerlo un lunes, que te saldrá más barato.

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Sin embargo, eso no implica que tengas que quedarte en casa reflexionando sobre la influencia del existencialismo en la literatura actual; se pueden hacer muchas cosas con un monedero más vacío que la biblioteca de un futbolista. Visitar una exposición, recorrer los rincones más desconocidos de tu ciudad, hacer manualidades o perderte por algún parque son formas de disfrutar de tu tiempo libre sin acabar el mes poniendo a Dios por testigo de que nunca más volverás a pasar hambre.

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Lo primero que hago al llegar a la playa es buscar el punto más elevado al que huir en caso de tsunami. Soy así de previsora. Cuando no estoy buscando salidas de emergencia o comprando conservas para llenar la despensa del búnker, voy al cine, leo, duermo y finjo ser normal.