Andorra en verano puede volverte loco. Hasta el punto que quien va puede retornar teniendo alucinaciones. Lo más lógico es que tu cabeza no quiera regresar nunca.

Hay gente que le da por escribir un libro. O plantar un árbol. Yo en mi ejercicio más narcisista he decidido que no me quiero ir de este mundo sin haber antes acuñado un nuevo término. Y chicos… ya lo tengo. He descubierto un nueva patología que ha pasado inadvertida a psicólogos, coaches, y escritores de tres al cuarto que producen libros de autoayuda: el Síndrome de Andorra. Es una especie de síndrome postvacacional a lo bestia: alucinaciones, delirios, trastornos límite de la personalidad… Se produce tras haber asistido a parajes de una belleza insólita y sobrenatural.

Andorra es asombrosa. Y merece la pena visitarla sin nieve. La Andorra desnuda por cuyo cuerpo recorren ríos de agua pura, lagos de origen glaciar y montañas majestuosas. Merece la pena ir en verano y contemplar la belleza de su desnudez antes de que llegue el invierno y vuelva a vestirse de blanco (que también).

Primer intento en el parque de los patos

El pasado verano que visité Andorra volví a la ciudad buscando desesperadamente esa armonía. He tenido alucinaciones y delirios en mi afán de seguir entre las montañas. Yo me he metido en el estanque de los patos buscando sensaciones perdidas. Los niños me han tirado gusanitos mientras imaginaba el cielo limpio reflejado en el lago de Juclà, el más grande de Andorra. Me he bañado junto a los patos creyendo sentir el frío glaciar del Estany de Més Amunt (el Estanque de más Arriba, los andorranos no se complican): un lago donde se permite el baño como colofón final a la maravillosa ruta de los Estanys de Tristaina. En Andorra tienes hasta cien lagos por donde perderte. ¡Que me aspen si no he intentado volver a sentirlos en la ciudad!

En las rutas de montaña, además de lagos, puedes encontrar pequeños refugios donde poder dormir bajo la noche más estrellada que habrás visto en tu vida. Están totalmente mimetizados con el entorno y te sentirás como si estuvieras en Into The Wild. Muy recomendable el Coronallacs, un itinerario de 90 kilómetros de paisajes espectaculares que se recorre en cinco días, haciendo noche en los cuatro refugios guardados de alta montaña que se encuentran en el corazón andorrano.

¿Alguien tiene un cerastio pirenaico?

Me he obsesionado en encontrar una naturaleza parecida a la de Andorra. He salido con mis prismáticos a las siete de la mañana de un domingo en busca de la fauna más variada. Imaginé estar en alguno de los tres Parques Naturales de Andorra: el Valle de Sorteny, el de Madriu-Perafita-Claror y el espacio de los Valles del Comapedrosa. Creí ver a través de mis binoculares a águilas reales intentando seducir a jovencitas y a borrachos arrastrarse como lagartijas pallaresas. He ido al chino que vendía rosas a ver si por casualidad tenía alguna violeta alpina o cerastio pirenaico. O alguna de las más de 700 especies de flores y plantas que tiene el Valle de Sorteny. Sin resultados. La fauna y flora de Andorra es única e inimitable y ni mucho menos puede encontrarse en los chinos. Comprobado.

En Andorra todo iba sobre ruedas

Descender en bicicleta por los bosques, caminos y senderos montañosos del Principado es una gozada. Sentir la adrenalina en tu cuerpo y cómo, de algún modo, estás desafiando a la naturaleza sobre las dos ruedas. A la vuelta de Andorra, estuve unos días alucinando con la bici. En el punto más álgido de mis visiones esquivaba rocas y grandes ramas, mientras escuchaba los arroyos y respiraba el aire puro que solo puede darte una montaña.

Pero la realidad era bien distinta: descendía calles empinadas esquivando abuelas con carritos de la compra. Los arroyos eran basureros pasando la manguera, y lo que inhalaba era puro CO2 de un autobús del 75. Lo bueno de hacer BTT en Andorra es que tienes la montaña para ti y puedes acabar el tramo sin terminar en un juicio acusado de atropello múltiple: exactamente a tres guiris y un Yorkshire. “¡Cómo explicarle lo que es Andorra, su señoría! ¡Tiene usted que ir a verla con sus propios ojos!”

Si prefieres algo más tranquilo, has de saber que Andorra tiene 21 puertos de montaña. La Vuelta a España y el Tour de Francia tiene etapas aquí. Si como yo eres de aquellos a los que les gusta fantasear, puedes llegar a sentirte un Miguel Indurain en potencia. Si en cambio eres de los que más que hacer deporte prefieren verlo por la tele, Andorra tiene planazos para ti. Hay un calendario de eventos deportivos que te harán levantarte del sofá para verlos en directo y sin cansarte demasiado.

La Andorra vertical 

En mi viaje a Andorra aprendí a escalar. Cuando volví a la ciudad, subir a casa por las escaleras me parecía de aficionados. “¡Principiantes! ¡Blandos! ¡Apartad, estamos en Andorra!” Entonces me encaramaba al canalón como si estuviera a 2.000 m.s.n.m, pero el perpetuo roce de mi barriga cervecera con el propio canalón hacía imposible el ascenso. Cuando bajaba de nuevo a la realidad, sentía nostalgia hacia las 25 vías de escalada distintas que ofrece Andorra. Todas con diferentes niveles de dificultad (y señalizadas y acondicionadas con tal de hacerlo más seguro) para que hasta un patoso como yo pudiera contemplar una multitud de paisajes desde otra perspectiva.

¿Quién no quiere volver a ser niño?

Si vas con niños no te preocupes. No todo es tan aventurero. Andorra también ofrece muchísimos planes para ellos. Mon(t) Magic canillo, Naturlandia, Likids, Palau de Gel, Vallnord Mountain Park… Todos son lugares preparados para que los pequeños (y no tan pequeños) se diviertan.  Si empiezo a contar no paro: enormes toboganes de 5 kilómetros, camas elásticas, karts, kayaks, tirolinas de 500 metros de longitud y 40 de altura, paseos en pony, tiro al arco, minigolf, talleres, recorridos en Quads, patinaje sobre hielo, Hockey… ¡incluso hasta tienen un propio spa para ellos! En serio, te van a entrar ganas de volver a ser niño. O de tenerlos.

© Turismo de Andorra

No os preocupéis, que el Síndrome de Andorra se cura a las pocas semanas. Después todo vuelve a la normalidad. Pero quién sabe, cuando visitéis este verano la Andorra desnuda, la que aún no se ha vestido de blanco, quizá queráis mantenerla en la cabeza para siempre.

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No hace muchos años descubrí que Ginebra era también una ciudad. Fue entonces cuando empecé a viajar para curar un poco mi ignorancia. Todavía sigo en ello.