Pareja moderna preparándose para la vida en familia.

De acuerdo: los recuerdos de la infancia serán para siempre nuestro patrimonio emocional. Esa paella que hacía nuestra madre forjó nuestro carácter y la evocación del sabor de sus croquetas han tenido mucho más que ver con nuestras grandes decisiones vitales.

Es cierto: obras maestras de la literatura se han construido a partir del recuerdo de una magdalena recién horneada, y muchos de vosotros sobrevivís a duras penas del stock de tuppers que os prepara vuestra madre cada fin de semana.

Todo eso es verdad y además está muy bien que así sea, pero hoy estamos con algo de ganas de provocar. Así que digámoslo alto y claro: no todas las madres cocinan bien. O, al menos, no todas las madres cocinan bien TODO.

(Nota al margen: nos referimos hoy a las madres por la proximidad del día de la madre. Por supuesto que hay grandes padres cocineros, más allá incluso de la barbacoa veraniega o la paella dominguera, pero la onomástica y la realidad sociológica condicionan este post.)

Para allanar el camino, seré el primero en confesar: la ropa vieja que hace mi madre, o los frijoles negros que se marca por Navidad podrán ser igualados, pero jamás superados. Cuando recuerdo su pollo frito siento como una lagrimita desciende por mi mejilla.

Pero ahí se acababa lo mejor de su repertorio. Todo esto sólo lo he sabido después, cuando he sido invitado a mesas ajenas y mi paladar ha ido acumulando experiencias y referentes para comparar: ¿La tortilla de patatas de mi madre? Pse. ¿Su lasaña? Epic fail. ¿El estofado? Correcto. ¿La fideuà? Necesita mejorar.

La intención de todo esto no es menospreciar el esfuerzo impagable de nuestras madres. ¡Al contrario! Agradéceselo como se merece. Invítala a un restaurante, a uno clásico o de comida tradicional, si es lo que a ella le gusta, o a uno bien moderno y creativo para que descubra nuevas recetas y platos.

Porque, ¿qué madre tiene una olla suficientemente grande para cocinar un cangrejo de casi 7 kilos?

El cangrejo gigante de Tasmania puede llegar a pesar hasta 13 kilos y su carne se considera una exquisitez en Australia. (Foto del Daily Mail)

Y aún otra posibilidad: podéis regalarle uno de nuestros vales regalo especialmente concebidos para el día de la madre.

Porque lo cortés no quita lo valiente, decidnos: ¿qué platos le salen de rechupete a tu madre y cuáles más bien no?

Pareja moderna preparándose para la vida en familia.

De acuerdo: los recuerdos de la infancia serán para siempre nuestro patrimonio emocional. Esa paella que hacía nuestra madre forjó nuestro carácter y la evocación del sabor de sus croquetas han tenido mucho más que ver con nuestras grandes decisiones vitales.

Es cierto: obras maestras de la literatura se han construido a partir del recuerdo de una magdalena recién horneada, y muchos de vosotros sobrevivís a duras penas del stock de tuppers que os prepara vuestra madre cada fin de semana.

Todo eso es verdad y además está muy bien que así sea, pero hoy estamos con algo de ganas de provocar. Así que digámoslo alto y claro: no todas las madres cocinan bien. O, al menos, no todas las madres cocinan bien TODO.

(Nota al margen: nos referimos hoy a las madres por la proximidad del día de la madre. Por supuesto que hay grandes padres cocineros, más allá incluso de la barbacoa veraniega o la paella dominguera, pero la onomástica y la realidad sociológica condicionan este post.)

Para allanar el camino, seré el primero en confesar: la ropa vieja que hace mi madre, o los frijoles negros que se marca por Navidad podrán ser igualados, pero jamás superados. Cuando recuerdo su pollo frito siento como una lagrimita desciende por mi mejilla.

Pero ahí se acababa lo mejor de su repertorio. Todo esto sólo lo he sabido después, cuando he sido invitado a mesas ajenas y mi paladar ha ido acumulando experiencias y referentes para comparar: ¿La tortilla de patatas de mi madre? Pse. ¿Su lasaña? Epic fail. ¿El estofado? Correcto. ¿La fideuà? Necesita mejorar.

La intención de todo esto no es menospreciar el esfuerzo impagable de nuestras madres. ¡Al contrario! Agradéceselo como se merece. Invítala a un restaurante, a uno clásico o de comida tradicional, si es lo que a ella le gusta, o a uno bien moderno y creativo para que descubra nuevas recetas y platos.

Porque, ¿qué madre tiene una olla suficientemente grande para cocinar un cangrejo de casi 7 kilos?

El cangrejo gigante de Tasmania puede llegar a pesar hasta 13 kilos y su carne se considera una exquisitez en Australia. (Foto del Daily Mail)

Y aún otra posibilidad: podéis regalarle uno de nuestros vales regalo especialmente concebidos para el día de la madre.

Porque lo cortés no quita lo valiente, decidnos: ¿qué platos le salen de rechupete a tu madre y cuáles más bien no?