¿Fabricar vestidos sin necesidad de telas ni hilos? ¿Construir prótesis personalizadas al instante? ¿Replicar objetos a la perfección sin tener que salir ni de casa? Parece ciencia ficción, pero es algo que tenemos al alcance de la mano. Gracias a ‘3D. Imprimir el mundo’, la exposición que puede verse hasta el 22 de octubre en el Espacio Fundación Telefónica, nos hemos dado cuenta que las impresoras 3D han venido para quedarse. ¡Si hasta son capaces de cultivar alimentos! Madre mía, el futuro ya está aquí.

Hemos oído hablar de ellas. Creemos conocer su funcionamiento -bueno, o algo así-. Incluso hemos tenido alguno de sus productos entre las manos, a veces sin saberlo. Pero, ¿qué es una impresora 3D? Y sobre todo, ¿para qué sirve? Esas se han convertido en las grandes preguntas para los que no tenemos mucha idea de informática y la cabeza nos da vueltas cuando tenemos que enfrentarnos a una nueva actualización del software -¡oh, no, otra vez tú!-. ¿De verdad pueden crear de la nada una réplica de nuestra cara? ¿O una silla? ¿O una estructura de dos metros donde podamos vivir con todas las comodidades? Si esto no es brujería, ya no sabemos qué más puede serlo.

La exposición 3D. Imprimir el mundo, comisariada por los diseñadores Carmen Baselga y Héctor Serrano, viene a solucionarnos todas estas dudas. Se trata, no solo de una retrospectiva de la aparición de este tipo de impresoras y sus diversos usos, sino todo un viaje hacia este futuro que tenemos ya muy instalado en el presente. Una visión global de la importancia de la mayor revolución tecnológica de nuestro tiempo y de cómo va a afectar a nuestro devenir en los próximos años. Porque, aunque estemos muy ocupados con los smartphones y las redes sociales, son las impresoras 3D las que tienen la sartén por el mango. Y lo peor, no parece que nos estemos dando mucha cuenta…

Todo con un único aparato

Algo tan sencillo como una simple caja es capaz de crear, en su interior, los más diversos objetos. Todo tipo de productos, desde piezas para coches hasta bolsos, desde mesas hasta objetos de decoración, desde manos biónicas hasta juegos educativos. Un universo de posibilidades sin ni siquiera salir de casa. Esa es la revolución de las impresoras 3D. Un paso de gigante que ha conseguido eliminar la fina barrera que separaba a los fabricantes de los consumidores. Ahora, si queremos algo, será tan fácil como imprimirlo y utilizarlo. ¡Sin tener que hablar con nadie! Nuestro sueño hecho realidad.

Pero no pensemos que esto es algo nuevo. ¡Qué va! Estaba aquí antes que los millennials y Juego de tronos. Fue a finales de los 60 cuando comenzó a experimentarse con este tipo de fabricación, aunque su auge no llegó hasta los 80. Era una forma rápida y barata de crear prototipos que luego se fabricarían a mano. Lo que nadie imaginaba era que, poco a poco, acabarían creándose objetos técnicamente perfectos, sin la intervención del hombre y a unos precios igual de competitivos ¿Escucháis ese ruido? Son las monedas y billetes cayendo del cielo. ¡Somos ricos!

Un poquito de comida impresa, por favor

Sin duda, la parte más impresionante de la exposición es la que relaciona la comida con las impresoras 3D. Sí, es lo que estáis pensando. Por fin, podemos imprimir comida. ¡Imprimir comida! Se trata de construir un pequeño recipiente gracias a la impresora, que contiene semillas, hongos y tierra comestible, dejarlo tres o cuatro días y, por arte de magia, se convertirá en un ecosistema que supondrá una comida suficiente y equilibrada para una persona. El fin del hambre mundial puede estar más cerca de lo que creemos. ¿Quién quiera ahora la triste comida liofilizada de los astronautas? Ay, el día que una impresora pueda imprimir torreznos. ¡O un cachopo!

Pero, ¿y qué nos deparará el futuro?

Buena pregunta. Si en cuestión de poco más de tres décadas hemos sido capaces de remodelar toda la revolución industrial y reducirla a una única tecnología, lo que está por venir puede ser cualquiera cosa. En 3D. Imprimir el mundo se lo preguntan y tratan de responderla gracias a la intervención de numerosos expertos en campos tan diversos como la biología o la filosofía. ¿Conseguiremos alterar los objetos ya existentes a través de una simple impresora? ¿Conseguiremos crear vida a partir de la nada? ¿Podremos construir, por fin, nuestro propio Jurassic Park? Tiembla Steven Spielberg, ¡ahora tenemos el poder!

Puede ocasionar vértigo, sí, pero hay que conocer la realidad. Anticiparse a los movimientos y aprovechar cada minuto que tengamos por delante. Houdinis, el tiempo vuela y el futuro está cada vez más cerca. Salgamos a disfrutarlo. Y si no nos gusta, imprimamos uno mejor con una impresora 3D. No lo saben pero… ¡han creado un monstruo! Para todos los que les haya picado el gusanillo de la innovación, la exposición permanecerá durante todo el verano en el Espacio Fundación Telefónica (c/Fuencarral, núm. 3, Madrid) de 10 a 20 horas, excepto los lunes por descanso del museo. La entrada, como siempre, es gratuita. ¿Se puede pedir algo más? ¡Lo dudamos!

Hemos oído hablar de ellas. Creemos conocer su funcionamiento -bueno, o algo así-. Incluso hemos tenido alguno de sus productos entre las manos, a veces sin saberlo. Pero, ¿qué es una impresora 3D? Y sobre todo, ¿para qué sirve? Esas se han convertido en las grandes preguntas para los que no tenemos mucha idea de informática y la cabeza nos da vueltas cuando tenemos que enfrentarnos a una nueva actualización del software -¡oh, no, otra vez tú!-. ¿De verdad pueden crear de la nada una réplica de nuestra cara? ¿O una silla? ¿O una estructura de dos metros donde podamos vivir con todas las comodidades? Si esto no es brujería, ya no sabemos qué más puede serlo.

La exposición 3D. Imprimir el mundo, comisariada por los diseñadores Carmen Baselga y Héctor Serrano, viene a solucionarnos todas estas dudas. Se trata, no solo de una retrospectiva de la aparición de este tipo de impresoras y sus diversos usos, sino todo un viaje hacia este futuro que tenemos ya muy instalado en el presente. Una visión global de la importancia de la mayor revolución tecnológica de nuestro tiempo y de cómo va a afectar a nuestro devenir en los próximos años. Porque, aunque estemos muy ocupados con los smartphones y las redes sociales, son las impresoras 3D las que tienen la sartén por el mango. Y lo peor, no parece que nos estemos dando mucha cuenta…

Todo con un único aparato

Algo tan sencillo como una simple caja es capaz de crear, en su interior, los más diversos objetos. Todo tipo de productos, desde piezas para coches hasta bolsos, desde mesas hasta objetos de decoración, desde manos biónicas hasta juegos educativos. Un universo de posibilidades sin ni siquiera salir de casa. Esa es la revolución de las impresoras 3D. Un paso de gigante que ha conseguido eliminar la fina barrera que separaba a los fabricantes de los consumidores. Ahora, si queremos algo, será tan fácil como imprimirlo y utilizarlo. ¡Sin tener que hablar con nadie! Nuestro sueño hecho realidad.

Pero no pensemos que esto es algo nuevo. ¡Qué va! Estaba aquí antes que los millennials y Juego de tronos. Fue a finales de los 60 cuando comenzó a experimentarse con este tipo de fabricación, aunque su auge no llegó hasta los 80. Era una forma rápida y barata de crear prototipos que luego se fabricarían a mano. Lo que nadie imaginaba era que, poco a poco, acabarían creándose objetos técnicamente perfectos, sin la intervención del hombre y a unos precios igual de competitivos ¿Escucháis ese ruido? Son las monedas y billetes cayendo del cielo. ¡Somos ricos!

Un poquito de comida impresa, por favor

Sin duda, la parte más impresionante de la exposición es la que relaciona la comida con las impresoras 3D. Sí, es lo que estáis pensando. Por fin, podemos imprimir comida. ¡Imprimir comida! Se trata de construir un pequeño recipiente gracias a la impresora, que contiene semillas, hongos y tierra comestible, dejarlo tres o cuatro días y, por arte de magia, se convertirá en un ecosistema que supondrá una comida suficiente y equilibrada para una persona. El fin del hambre mundial puede estar más cerca de lo que creemos. ¿Quién quiera ahora la triste comida liofilizada de los astronautas? Ay, el día que una impresora pueda imprimir torreznos. ¡O un cachopo!

Pero, ¿y qué nos deparará el futuro?

Buena pregunta. Si en cuestión de poco más de tres décadas hemos sido capaces de remodelar toda la revolución industrial y reducirla a una única tecnología, lo que está por venir puede ser cualquiera cosa. En 3D. Imprimir el mundo se lo preguntan y tratan de responderla gracias a la intervención de numerosos expertos en campos tan diversos como la biología o la filosofía. ¿Conseguiremos alterar los objetos ya existentes a través de una simple impresora? ¿Conseguiremos crear vida a partir de la nada? ¿Podremos construir, por fin, nuestro propio Jurassic Park? Tiembla Steven Spielberg, ¡ahora tenemos el poder!

Puede ocasionar vértigo, sí, pero hay que conocer la realidad. Anticiparse a los movimientos y aprovechar cada minuto que tengamos por delante. Houdinis, el tiempo vuela y el futuro está cada vez más cerca. Salgamos a disfrutarlo. Y si no nos gusta, imprimamos uno mejor con una impresora 3D. No lo saben pero… ¡han creado un monstruo! Para todos los que les haya picado el gusanillo de la innovación, la exposición permanecerá durante todo el verano en el Espacio Fundación Telefónica (c/Fuencarral, núm. 3, Madrid) de 10 a 20 horas, excepto los lunes por descanso del museo. La entrada, como siempre, es gratuita. ¿Se puede pedir algo más? ¡Lo dudamos!

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Bloguer con solera. Profesional de la palabra. Vedette del freelancismo. Inventor de la confusión. Me gano la vida escribiendo y gestionando mi imperio. Es duro, pero merece la pena.