El ocio, la modernidad y la vanguardia se abren paso en Zaragoza. Salas de conciertos, mercados de diseño, arte urbano en forma de murales gigantes y cabarets castizos, una potente mezcla que demuestra que la capital de Aragón es mucho más que las fiestas del Pilar.

A orillas del Ebro se alza imponente la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. La visitas, porque es imposible estar en Zaragoza y no ir al Pilar. Pero tu viaje comienza con la arquitectura vanguardista de la zona Expo: El Pabellón Puente, la Torre de Agua y el Parque Luis Buñuel para empezar.

El recorrido que llevas apuntado en el Google Maps pasa por el centro de la ciudad, descubriendo los sitios más interesantes para tu muro de Instagram (y para tu enriquecimiento cultural, obvio): el Festival de arte urbano Asalto, el Cabaret de El Plata o el Museo de Origami son algunas de tus paradas.

Paseando por murales

El Festival Asalto es una rara avis en España. Podría decirse que es único en su especie. El arte urbano recorre cada año una zona de la ciudad para mostrarte todo tipo de propuestas, desde los murales a la escultura contemporánea, a lo largo de un recorrido que hay que patear para disfrutar. Cálzate zapatillas, botella de agua y móvil con batería a tope, que esto nos tomará unas horas.

Créditos: Mantra (Asalto)

Empiezas por el Parque de las Delicias y te hipnotizas en las gradas del anfiteatro, donde los participantes del festival han delineado por colores los sectores de los asientos. Lo más importante es hacerte una buena foto en la puerta de la capilla con el mural a gran formato del festival con el hashtag #LaVidaEsLoQuePasaMientrasBuscasTuMetaVivelaSinPensarSoloDisfruta, o #CarpeDiem, como tú veas.

Las dos mus: música y museos 

Recuerdas haber leído hace años que en Zaragoza habían más de 400 grupos de música. No tienes tiempo para todos, tampoco eres un dios. Tu agenda está llena de citas y anotaciones curiosas, desde el Festival Zaragoza Hip Hop hasta las salas de conciertos que tienen show hoy. Te decides por acercarte a la Bóveda del Albergue y disfrutar de una noche de jazz con las jam sessions y las improvisaciones.

La ciudad suena a música, pero también tiene museos, cuanto menos, curiosos. Una cita imperdible: la exposición de Goya en el Caixa Forum. También te queda tiempo para ver el museo del Teatro de Caesaraugusta. Reservas una entrada para una obra en el Teatro de la Estación, que la programación está bien cargadita de novedades.

Llega tu última parada de la ruta de museos y música, has dejado lo más interesante para el final. El barrio de La Magdalena, en pleno casco antiguo, rebosa tiendas creativas locales y bares made in Zaragoza. Parada obligada: el Centro de Historias, donde está el Museo de Origami que une Japón con las tierras mañicas y te transporta a un paisaje lejano que sólo has visto en películas de Ayao Miyazaki y en mangas de la tienda de cómics.

Te has apuntado a un taller, porque no hay mejor forma de impresionar a tu última conquista de Tinder que haciendo una grulla con la servilleta del bar. Como sabes que te olvidarás de los movimientos papirofléxicos que tengas que hacer, decides practicarlo tomando algo, por ejemplo un vermú en la calle Heroísmo.

El primer domingo de cada mes la plaza de San Agustín se llena de música y otras expresiones artísticas. Ves una performance y un concierto  mientras recorres con tranquilidad los puestos de alrededor y te preguntas si todos esos artistas no deberían estar en el MoMa de Nueva York. Aunque los prefieres aquí, que está mucho más cerca de casa.

Sin más dilación: El Tubo

Lo más increíble de la ciudad es lo fácil que te lo ponen para comer y beber. La concentración de gente y bares que hay en las calles de El Tubo es completamente indecente. La estrechez y el jaleo te recuerda al Callejón Diagón y no sabes si acabarás tomándote unos vinos o comprandote una varita en Ollivanders con Hagrid.

Créditos: Daniel Marcos & Félix Bernad

Empiezas por el manjar verde aragonés, unas buenas borrajas  para ir abriendo boca y sigues con un ternasco asado en su punto acompañado por un buen caldo de la tierra. No quieres irte sin probar el bacalao ajoarriero y te planteas seriamente si explotarás si pides una tapa de madejas.

Con la panza llena y el corazón contento, catas unas cuantas frutas de Aragón, porque siempre hay sitio para algo dulce, y si hay que sacrificarse nos sacrificamos.

La Escuela de la calle

Tienes la guía alternativa de Zaragoza. La de la ciudad moderna y vanguardista. Te pasas muy cerca del Mercado Central  porque te han hablado muy bien de la Muestra Agroecológica. Allí aprendes un poco más de las materias primas de las que hablan cuando alaban la gastronomía de esta ciudad. Los propios agricultores son los que te muestran el trabajo y la satisfacción del consumo directo de sus productos.

Te tomas tu tiempo para tener conversaciones con algunos de los tenderos, que se colocan en las carpas repartidos por toda la plaza. Más que un mercado, podrías considerarlo una miniescuela del buen producto y la economía sostenible.

Si no has tenido suerte con la plaza de San Agustín y estás en el segundo domingo del mes, no hay que entrar en pánico. Rebuscas un poco en Internet y encuentras que en el Barrio de San Pablo puedes ir a comprar algunos vinilos en el Mercado de Las Armas. Porque, obviamente, tú siempre fuiste de los que prefería la música en vinilo. Incluso antes de que fuera mainstream.

Libros, cómics, posters y todo lo que un buen cooltureta melómano puede desear. Actuaciones al aire libre y algunos talleres para aprender. Tu querías uno de theremin, pero este domingo no toca. En tu “To Do List” apuntas volver con esos colegas que se quejan de que no hay espacio para la cultura en España.

Para cerrar la noche, al cabaret

Hay un lugar en Zaragoza que se ha convertido en un referente del humor irreverente. Y no te vas a marchar sin verlo. El Plata es un café de 1920 reconvertido en, cómo ellos mismos describen, “cabaret ibérico”.

Los artistas de El Plata son tan geniales como esperabas, o más tal vez. Baile, música, copas y surrealismo aragonés en pequeñas dosis. Las actuaciones se suceden y tú, en tu inocencia y candor infinitos, tratas de guardar en la retina todo lo que estás viendo.

No es el típico striptease de toda la vida, el de las pelis, es una mezcla de variedades artísticas en las que el último fin, tal y como esperabas, es la risa y el disfrute del público. Oye, y el toque erótico-festivo tampoco está de más.

La ciudad de las sorpresas

Cuando terminas tus intensos días de tour por las calles de la capital maña, haces recuento de todo lo que has visto y todo lo que has disfrutado. Zaragoza ya es para ti, para siempre, la ciudad de las sorpresas.

Una ciudad nueva, moderna y urbana con calles adoquinadas y cuidadas fachadas. Apuntas en tu lista volver, porque todavía hay mucho que ver en Zaragoza.

A orillas del Ebro se alza imponente la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. La visitas, porque es imposible estar en Zaragoza y no ir al Pilar. Pero tu viaje comienza con la arquitectura vanguardista de la zona Expo: El Pabellón Puente, la Torre de Agua y el Parque Luis Buñuel para empezar.

El recorrido que llevas apuntado en el Google Maps pasa por el centro de la ciudad, descubriendo los sitios más interesantes para tu muro de Instagram (y para tu enriquecimiento cultural, obvio): el Festival de arte urbano Asalto, el Cabaret de El Plata o el Museo de Origami son algunas de tus paradas.

Paseando por murales

El Festival Asalto es una rara avis en España. Podría decirse que es único en su especie. El arte urbano recorre cada año una zona de la ciudad para mostrarte todo tipo de propuestas, desde los murales a la escultura contemporánea, a lo largo de un recorrido que hay que patear para disfrutar. Cálzate zapatillas, botella de agua y móvil con batería a tope, que esto nos tomará unas horas.

Créditos: Mantra (Asalto)

Empiezas por el Parque de las Delicias y te hipnotizas en las gradas del anfiteatro, donde los participantes del festival han delineado por colores los sectores de los asientos. Lo más importante es hacerte una buena foto en la puerta de la capilla con el mural a gran formato del festival con el hashtag #LaVidaEsLoQuePasaMientrasBuscasTuMetaVivelaSinPensarSoloDisfruta, o #CarpeDiem, como tú veas.

Las dos mus: música y museos 

Recuerdas haber leído hace años que en Zaragoza habían más de 400 grupos de música. No tienes tiempo para todos, tampoco eres un dios. Tu agenda está llena de citas y anotaciones curiosas, desde el Festival Zaragoza Hip Hop hasta las salas de conciertos que tienen show hoy. Te decides por acercarte a la Bóveda del Albergue y disfrutar de una noche de jazz con las jam sessions y las improvisaciones.

La ciudad suena a música, pero también tiene museos, cuanto menos, curiosos. Una cita imperdible: la exposición de Goya en el Caixa Forum. También te queda tiempo para ver el museo del Teatro de Caesaraugusta. Reservas una entrada para una obra en el Teatro de la Estación, que la programación está bien cargadita de novedades.

Llega tu última parada de la ruta de museos y música, has dejado lo más interesante para el final. El barrio de La Magdalena, en pleno casco antiguo, rebosa tiendas creativas locales y bares made in Zaragoza. Parada obligada: el Centro de Historias, donde está el Museo de Origami que une Japón con las tierras mañicas y te transporta a un paisaje lejano que sólo has visto en películas de Ayao Miyazaki y en mangas de la tienda de cómics.

Te has apuntado a un taller, porque no hay mejor forma de impresionar a tu última conquista de Tinder que haciendo una grulla con la servilleta del bar. Como sabes que te olvidarás de los movimientos papirofléxicos que tengas que hacer, decides practicarlo tomando algo, por ejemplo un vermú en la calle Heroísmo.

El primer domingo de cada mes la plaza de San Agustín se llena de música y otras expresiones artísticas. Ves una performance y un concierto  mientras recorres con tranquilidad los puestos de alrededor y te preguntas si todos esos artistas no deberían estar en el MoMa de Nueva York. Aunque los prefieres aquí, que está mucho más cerca de casa.

Sin más dilación: El Tubo

Lo más increíble de la ciudad es lo fácil que te lo ponen para comer y beber. La concentración de gente y bares que hay en las calles de El Tubo es completamente indecente. La estrechez y el jaleo te recuerda al Callejón Diagón y no sabes si acabarás tomándote unos vinos o comprandote una varita en Ollivanders con Hagrid.

Créditos: Daniel Marcos & Félix Bernad

Empiezas por el manjar verde aragonés, unas buenas borrajas  para ir abriendo boca y sigues con un ternasco asado en su punto acompañado por un buen caldo de la tierra. No quieres irte sin probar el bacalao ajoarriero y te planteas seriamente si explotarás si pides una tapa de madejas.

Con la panza llena y el corazón contento, catas unas cuantas frutas de Aragón, porque siempre hay sitio para algo dulce, y si hay que sacrificarse nos sacrificamos.

La Escuela de la calle

Tienes la guía alternativa de Zaragoza. La de la ciudad moderna y vanguardista. Te pasas muy cerca del Mercado Central  porque te han hablado muy bien de la Muestra Agroecológica. Allí aprendes un poco más de las materias primas de las que hablan cuando alaban la gastronomía de esta ciudad. Los propios agricultores son los que te muestran el trabajo y la satisfacción del consumo directo de sus productos.

Te tomas tu tiempo para tener conversaciones con algunos de los tenderos, que se colocan en las carpas repartidos por toda la plaza. Más que un mercado, podrías considerarlo una miniescuela del buen producto y la economía sostenible.

Si no has tenido suerte con la plaza de San Agustín y estás en el segundo domingo del mes, no hay que entrar en pánico. Rebuscas un poco en Internet y encuentras que en el Barrio de San Pablo puedes ir a comprar algunos vinilos en el Mercado de Las Armas. Porque, obviamente, tú siempre fuiste de los que prefería la música en vinilo. Incluso antes de que fuera mainstream.

Libros, cómics, posters y todo lo que un buen cooltureta melómano puede desear. Actuaciones al aire libre y algunos talleres para aprender. Tu querías uno de theremin, pero este domingo no toca. En tu “To Do List” apuntas volver con esos colegas que se quejan de que no hay espacio para la cultura en España.

Para cerrar la noche, al cabaret

Hay un lugar en Zaragoza que se ha convertido en un referente del humor irreverente. Y no te vas a marchar sin verlo. El Plata es un café de 1920 reconvertido en, cómo ellos mismos describen, “cabaret ibérico”.

Los artistas de El Plata son tan geniales como esperabas, o más tal vez. Baile, música, copas y surrealismo aragonés en pequeñas dosis. Las actuaciones se suceden y tú, en tu inocencia y candor infinitos, tratas de guardar en la retina todo lo que estás viendo.

No es el típico striptease de toda la vida, el de las pelis, es una mezcla de variedades artísticas en las que el último fin, tal y como esperabas, es la risa y el disfrute del público. Oye, y el toque erótico-festivo tampoco está de más.

La ciudad de las sorpresas

Cuando terminas tus intensos días de tour por las calles de la capital maña, haces recuento de todo lo que has visto y todo lo que has disfrutado. Zaragoza ya es para ti, para siempre, la ciudad de las sorpresas.

Una ciudad nueva, moderna y urbana con calles adoquinadas y cuidadas fachadas. Apuntas en tu lista volver, porque todavía hay mucho que ver en Zaragoza.

mm
Cuando no sé algo, lo aprendo. Gastrónoma, seriéfila, viajera platónica y marinera. Leo tantas cosas que he perdido la cuenta. La banda sonora de mi vida la compusieron las Spice Girls en los 90s. Practico la religión Disney y prefiero el doblaje latino de La Sirenita. Ahora vivo en Madrid, pero como decía Pedro Guerra "mi casa está en el mar, con siete puertas".