Aurelio. Así se llamaba un perro de peluche que tenía cuando era pequeña. Me encantaba.

Este Aurelio es de un tal pursehappygal en Flickr.

De entre todas las cosas que puede tener y hacer un niño, como éstas, nada es comparable a un peluche.

Era de mi tía y ella me lo regaló. Me decía que si me portaba bien me hablaría por las noches. Por lo visto debí de ser una niña muy traviesa porque por más que intentaba entablar conversación con él, aún a día de hoy, Aurelio no ha dicho ni mu, bueno, ni guau.

Se lo agradezco porque sabe cosas mías súper secretas, travesuras inconfesables.

Y es que todos tenemos secretos. Atrápalo también, por cierto.

Se convirtió en el confidente perfecto, por más que le diera el tostón, no me interrumpía mientras hablaba y me escuchaba pacientemente sin pestañear.

De todas formas, estoy segura de  que aunque  hubiese podido hablar, me hubiese guardado el secreto. Le cuidaba como a un rey. El Rey Aurelio.

Ainnns los peluches ¡qué entrañables! ¿Verdad? ¿Quién no ha tenido uno en su infancia?

Bueno, aunque no son sólo cosa de niños. Se convierten en un regalo muy socorrido en la edad adulta, casi tanto como los Vales Atrápalo, sobre todo para tortolitos incipientes y enamorados enfadados.

¿Os habéis fijado que el tamaño del peluche es directamente proporcional al motivo que ha provocado el enfado?

Cada peluche tiene su historia. Nos recuerda diferentes etapas. Espero que a mi sobrina, Aurelio le traiga tan buenos recuerdos como a mí. Pero me temo que no será así.

Resulta que ahora vive con ella, se lo regalé siguiendo la tradición. Mi hermana y yo  le dijimos, al igual que hizo mi tía conmigo en su día, que si se portaba bien le hablaría por las noches.

Pero a la pobre niña le da un miedo terrible que un perro de trapo se le ponga a hablar a oscuras  y no para de hacer una travesura tras otra para evitarlo. Hemos intentado convencerla de que era mentira, pero no lo conseguimos , dice que “la mama nunca miente”. ¡Bendita inocencia!

Y hasta aquí la historia de mi amigo Aurelio. Es curioso que sin respirar haya vivido tantas cosas, ¿verdad?

Cuéntanos, ¿ha habido algún Aurelio en tu vida? ¿Cuál es su historia?

Aurelio. Así se llamaba un perro de peluche que tenía cuando era pequeña. Me encantaba.

Este Aurelio es de un tal pursehappygal en Flickr.

De entre todas las cosas que puede tener y hacer un niño, como éstas, nada es comparable a un peluche.

Era de mi tía y ella me lo regaló. Me decía que si me portaba bien me hablaría por las noches. Por lo visto debí de ser una niña muy traviesa porque por más que intentaba entablar conversación con él, aún a día de hoy, Aurelio no ha dicho ni mu, bueno, ni guau.

Se lo agradezco porque sabe cosas mías súper secretas, travesuras inconfesables.

Y es que todos tenemos secretos. Atrápalo también, por cierto.

Se convirtió en el confidente perfecto, por más que le diera el tostón, no me interrumpía mientras hablaba y me escuchaba pacientemente sin pestañear.

De todas formas, estoy segura de  que aunque  hubiese podido hablar, me hubiese guardado el secreto. Le cuidaba como a un rey. El Rey Aurelio.

Ainnns los peluches ¡qué entrañables! ¿Verdad? ¿Quién no ha tenido uno en su infancia?

Bueno, aunque no son sólo cosa de niños. Se convierten en un regalo muy socorrido en la edad adulta, casi tanto como los Vales Atrápalo, sobre todo para tortolitos incipientes y enamorados enfadados.

¿Os habéis fijado que el tamaño del peluche es directamente proporcional al motivo que ha provocado el enfado?

Cada peluche tiene su historia. Nos recuerda diferentes etapas. Espero que a mi sobrina, Aurelio le traiga tan buenos recuerdos como a mí. Pero me temo que no será así.

Resulta que ahora vive con ella, se lo regalé siguiendo la tradición. Mi hermana y yo  le dijimos, al igual que hizo mi tía conmigo en su día, que si se portaba bien le hablaría por las noches.

Pero a la pobre niña le da un miedo terrible que un perro de trapo se le ponga a hablar a oscuras  y no para de hacer una travesura tras otra para evitarlo. Hemos intentado convencerla de que era mentira, pero no lo conseguimos , dice que “la mama nunca miente”. ¡Bendita inocencia!

Y hasta aquí la historia de mi amigo Aurelio. Es curioso que sin respirar haya vivido tantas cosas, ¿verdad?

Cuéntanos, ¿ha habido algún Aurelio en tu vida? ¿Cuál es su historia?