Hay quien juega a cazar Pókemon cuando va por la calle y hay quien, como yo (alguien más debe haber, ¿no?), juega a imaginar los lugares de mi ciudad que visitarían los personajes de las series. Si Walter White viniera a Barcelona, ¿dónde iría? ¿Le apetecería a Hannah Horvath ir a uno de los “street market” que organizan en Palo Alto (Poblenou)?

Con el tiempo he elaborado mi lista de recomendaciones en mis notas del móvil. Aquí van algunos de los puntos de interés que cumplen la ley, es decir, los que no pueden ser usados en mi contra ante un juez o un jefe de recursos humanos en una entrevista de trabajo.

Don Draper (Mad Men). Estilo y años sesenta

La Barcelona de Gaudí y el diseño seguramente inspiraría al publicista más elegante, taciturno y alcohólico de la televisión. Sí, alcohólico. Si nos lo queremos ganar, hay que llenarle el vaso. Su cóctel es el Old fashioned y seguramente en una de las clásicas coctelerías de la ciudad se lo prepararían a su gusto. La Boadas ya existía cuando Don era la mente creativa de Madison Av. en Nueva York. Se puede decir que el local aún conserva este aura de antaño, sobretodo en los chalecos de los camareros. En sus paredes hay el rastro, en forma de cuadros, de la bohemia que puso el hígado en remojo a lo largo de su barra.

Captura de pantalla 2016-09-28 a las 16.29.50

Aunque vale la pena pedir la hamburguesa, a Don Draper le recomendaría que eligiera una de las tortillas de la carta del Flash Flash. ¿Por qué este restaurante? Porque seguro que le gustaría la decoración sesentera (década en la que se inauguró y en la que se centra la serie) y porque es uno de los emblemas aún en pie de lo que fue la Gauche Divine a la que seguro que habría echado el ojo aunque fuera de la mano de su mujer Megan. A ella le habría encantado disfrutar de la vida con este grupo de intelectuales y artistas burgueses

Él que se lo puede permitir, iría a la tienda Santa Eulàlia. Otro establecimiento mítico de la ciudad en un enclave excepcional, el Passeig de Gràcia. Toda la vida vistiendo a tipos como Don y haciendo bandera de un estilo clásico.

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Tony Soprano (Los Soprano). Patos a la italoamericana

Aunque los suyo son los residuos, no creo que Tony, el jefe de la mafia de Nueva Jersey, quisiera visitar el vertedero del Garraf (al que yo sí que fui de excursión con el colegio. Esas cosas que pasan). Seguramente, intentaría tocarle la fibra llevándolo al claustro de la Catedral de Barcelona, en el centro de la ciudad. No sólo porque sé de su fe, sino porque allí hay unos patos (bueno, son ocas y en concreto siempre 13) que me lo dejarían lo suficientemente blandito para que no me la liara el resto del día.

Invitar a alguien de origen italiano a un restaurante Italiano en Barcelona es un deporte de riesgo, como preparar una paella a un valenciano. De todos modos, creo que Da Greco (en Gràcia) , fundado por un italiano de Nueva York, sería una excelente opción. La distribución de las estancias, su decoración, los baños con un espacio enorme de tocador y la comida lo convierten en un lugar especial. Es el restaurante ideal para a los que les revienta que le piquen de su plato o le digan la maldita frase: “¿compartimos?” Aquí sirven un platito generoso al otro comensal con lo mismo que ha pedido su acompañante para que lo pueda probar.

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Hace años que sacaron la hípicas y picaderos (los de animales) de dentro de la ciudad. Pero si a Tony le entra morriña y piensa en su caballo Pie-o-My siempre se puede optar por la opción fina del Real Club de Polo o el parque de l’Oreneta, un espacio verde en Barcelona donde, además de caballos, se puede disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad, subirse a un trenecito, hacer un picnic o esconder cuerpos…

Jimmy Mcnulty (The wire). La Barcelona irlandesa

Como la mayoría de sus compañeros policías de Baltimore, por las venas del rebelde Jimmy Mcnulty corría sangre irlandesa mezclada con whisky y litros de cerveza. Aprovechando una visita a la Sagrada Familia (¿qué? Ellos también quieren hacer de turistas) haríamos una parada necesaria para el avituallamiento en el Michael Collins, un Irish pub en el que sabes cuándo entras y pides la primera pinta, pero no cuál va ser la última. Aunque difícilmente celebrarás un funeral como en “The wire”, puede que termines cantando.

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Jimmy es un poli. Todo el mundo sabe que los polis, después de Homer Simpson, son los que consumen más donuts. En el Lukumás del Raval podremos comprar la versión griega de esta pasta en mil versiones deliciosas. A Mcnulty seguro que le trae algunos recuerdos de la segunda temporada en la que se las vio con un personaje llamado “El Griego”. Justamente, estos episodios tenían lugar en el puerto. Por eso, la comida nos la servirán en el Restaurante Martínez que, desde Montjuïc, nos ofrece unas vistas privilegiadas del puerto de Barcelona. Igual, desde allí, descubre alguna carga sospechosa…  

Walter White (Breaking bad). Ciencia y pizzas

Solo por la gracia de la coincidencia, a Walter le pediría que me acompañara a limpiar el coche. ¿Dónde? Pues en el túnel de lavado que hay justo delante de la prisión Modelo en la calle Entença. Seguro que el profesor de química anodino convertido en el malvado rey de la meta azul pillaría el guiño. Después, le daría un empuje a su ego mostrándole el grafitti homenaje a Breaking bad de la Calle Verntallat del barrio de Gràcia.

Cenaríamos en la Briciola, un italiano del barrio de Sants, solo para ver si se atreve a lanzar por los aires una de sus magníficas pizzas. Eso sí que tendría que considerarse un crimen.

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Y como buen hombre de ciencias, pasaríamos una mañana en el Cosmocaixa, el Museo de la Ciencia. Le presentaría a mi capibara favorita.

Hannah Horvath (Girls). La ciudad literaria

No sé cómo las amigas de Hannah la aguantan. Tampoco sé cómo Hannah aguanta a sus amigas. Supongo que la amistad se trata de esto, de no saber el porqué. Aun así, estoy segura de que Hannah y yo nos lo pasaríamos muy bien por Barcelona.

Como sé que quiere ser escritora, nos colaríamos en el Ateneu Barcelonès, nos sentaríamos en su jardín romántico entre novelistas de los que publican y hablaríamos de nuestros autores favoritos. ”Tienes que leer a Cabré y a Rodoreda” “¿Te has cruzado alguna vez con Paul Auster?”.

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El sábado, iríamos a uno de los “Vermuts amb tapa literària” de el Obrador d’històries. Una vez al mes, en este acogedor espacio de la Esquerra de l’Eixample, se habla sobre un tema relacionado con la literatura y después hacen el aperitivo. La responsable y alma del proyecto, Carme Ripoll, se encarga de cebar a los asistentes a base de un pica-pica más que generoso y apetitoso.

En el bar Horiginal (en la calle Ferlandina, frente al Macba) pillaríamos algún recital de poesía. Igual ella se animaría a salir y a ofrecernos algún texto suyo click reference.

Después, en el bar Absenta de la calle Hospital, tomaríamos esta bebida de los bohemios entre cerveza y cerveza a un euro. Y ya que estamos por la zona, en el Almazen lo daríamos todo y más en uno de los pases participativos (como debe ser con esta película) de “Rocky Horror Picture Show”. Sería una auténtica noche de chicas.

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Sí, a veces, o demasiado a menudo, veo personajes de series y hasta voy de tapas con ellos. Y es que como decía Ed Chigliak de Doctor en Alaska, realidad, no, gracias:

Con el tiempo he elaborado mi lista de recomendaciones en mis notas del móvil. Aquí van algunos de los puntos de interés que cumplen la ley, es decir, los que no pueden ser usados en mi contra ante un juez o un jefe de recursos humanos en una entrevista de trabajo.

Don Draper (Mad Men). Estilo y años sesenta

La Barcelona de Gaudí y el diseño seguramente inspiraría al publicista más elegante, taciturno y alcohólico de la televisión. Sí, alcohólico. Si nos lo queremos ganar, hay que llenarle el vaso. Su cóctel es el Old fashioned y seguramente en una de las clásicas coctelerías de la ciudad se lo prepararían a su gusto. La Boadas ya existía cuando Don era la mente creativa de Madison Av. en Nueva York. Se puede decir que el local aún conserva este aura de antaño, sobretodo en los chalecos de los camareros. En sus paredes hay el rastro, en forma de cuadros, de la bohemia que puso el hígado en remojo a lo largo de su barra.

Captura de pantalla 2016-09-28 a las 16.29.50

Aunque vale la pena pedir la hamburguesa, a Don Draper le recomendaría que eligiera una de las tortillas de la carta del Flash Flash. ¿Por qué este restaurante? Porque seguro que le gustaría la decoración sesentera (década en la que se inauguró y en la que se centra la serie) y porque es uno de los emblemas aún en pie de lo que fue la Gauche Divine a la que seguro que habría echado el ojo aunque fuera de la mano de su mujer Megan. A ella le habría encantado disfrutar de la vida con este grupo de intelectuales y artistas burgueses

Él que se lo puede permitir, iría a la tienda Santa Eulàlia. Otro establecimiento mítico de la ciudad en un enclave excepcional, el Passeig de Gràcia. Toda la vida vistiendo a tipos como Don y haciendo bandera de un estilo clásico.

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Tony Soprano (Los Soprano). Patos a la italoamericana

Aunque los suyo son los residuos, no creo que Tony, el jefe de la mafia de Nueva Jersey, quisiera visitar el vertedero del Garraf (al que yo sí que fui de excursión con el colegio. Esas cosas que pasan). Seguramente, intentaría tocarle la fibra llevándolo al claustro de la Catedral de Barcelona, en el centro de la ciudad. No sólo porque sé de su fe, sino porque allí hay unos patos (bueno, son ocas y en concreto siempre 13) que me lo dejarían lo suficientemente blandito para que no me la liara el resto del día.

Invitar a alguien de origen italiano a un restaurante Italiano en Barcelona es un deporte de riesgo, como preparar una paella a un valenciano. De todos modos, creo que Da Greco (en Gràcia) , fundado por un italiano de Nueva York, sería una excelente opción. La distribución de las estancias, su decoración, los baños con un espacio enorme de tocador y la comida lo convierten en un lugar especial. Es el restaurante ideal para a los que les revienta que le piquen de su plato o le digan la maldita frase: “¿compartimos?” Aquí sirven un platito generoso al otro comensal con lo mismo que ha pedido su acompañante para que lo pueda probar.

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Hace años que sacaron la hípicas y picaderos (los de animales) de dentro de la ciudad. Pero si a Tony le entra morriña y piensa en su caballo Pie-o-My siempre se puede optar por la opción fina del Real Club de Polo o el parque de l’Oreneta, un espacio verde en Barcelona donde, además de caballos, se puede disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad, subirse a un trenecito, hacer un picnic o esconder cuerpos…

Jimmy Mcnulty (The wire). La Barcelona irlandesa

Como la mayoría de sus compañeros policías de Baltimore, por las venas del rebelde Jimmy Mcnulty corría sangre irlandesa mezclada con whisky y litros de cerveza. Aprovechando una visita a la Sagrada Familia (¿qué? Ellos también quieren hacer de turistas) haríamos una parada necesaria para el avituallamiento en el Michael Collins, un Irish pub en el que sabes cuándo entras y pides la primera pinta, pero no cuál va ser la última. Aunque difícilmente celebrarás un funeral como en “The wire”, puede que termines cantando.

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Jimmy es un poli. Todo el mundo sabe que los polis, después de Homer Simpson, son los que consumen más donuts. En el Lukumás del Raval podremos comprar la versión griega de esta pasta en mil versiones deliciosas. A Mcnulty seguro que le trae algunos recuerdos de la segunda temporada en la que se las vio con un personaje llamado “El Griego”. Justamente, estos episodios tenían lugar en el puerto. Por eso, la comida nos la servirán en el Restaurante Martínez que, desde Montjuïc, nos ofrece unas vistas privilegiadas del puerto de Barcelona. Igual, desde allí, descubre alguna carga sospechosa…  

Walter White (Breaking bad). Ciencia y pizzas

Solo por la gracia de la coincidencia, a Walter le pediría que me acompañara a limpiar el coche. ¿Dónde? Pues en el túnel de lavado que hay justo delante de la prisión Modelo en la calle Entença. Seguro que el profesor de química anodino convertido en el malvado rey de la meta azul pillaría el guiño. Después, le daría un empuje a su ego mostrándole el grafitti homenaje a Breaking bad de la Calle Verntallat del barrio de Gràcia.

Cenaríamos en la Briciola, un italiano del barrio de Sants, solo para ver si se atreve a lanzar por los aires una de sus magníficas pizzas. Eso sí que tendría que considerarse un crimen.

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Y como buen hombre de ciencias, pasaríamos una mañana en el Cosmocaixa, el Museo de la Ciencia. Le presentaría a mi capibara favorita.

Hannah Horvath (Girls). La ciudad literaria

No sé cómo las amigas de Hannah la aguantan. Tampoco sé cómo Hannah aguanta a sus amigas. Supongo que la amistad se trata de esto, de no saber el porqué. Aun así, estoy segura de que Hannah y yo nos lo pasaríamos muy bien por Barcelona.

Como sé que quiere ser escritora, nos colaríamos en el Ateneu Barcelonès, nos sentaríamos en su jardín romántico entre novelistas de los que publican y hablaríamos de nuestros autores favoritos. ”Tienes que leer a Cabré y a Rodoreda” “¿Te has cruzado alguna vez con Paul Auster?”.

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El sábado, iríamos a uno de los “Vermuts amb tapa literària” de el Obrador d’històries. Una vez al mes, en este acogedor espacio de la Esquerra de l’Eixample, se habla sobre un tema relacionado con la literatura y después hacen el aperitivo. La responsable y alma del proyecto, Carme Ripoll, se encarga de cebar a los asistentes a base de un pica-pica más que generoso y apetitoso.

En el bar Horiginal (en la calle Ferlandina, frente al Macba) pillaríamos algún recital de poesía. Igual ella se animaría a salir y a ofrecernos algún texto suyo click reference.

Después, en el bar Absenta de la calle Hospital, tomaríamos esta bebida de los bohemios entre cerveza y cerveza a un euro. Y ya que estamos por la zona, en el Almazen lo daríamos todo y más en uno de los pases participativos (como debe ser con esta película) de “Rocky Horror Picture Show”. Sería una auténtica noche de chicas.

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Sí, a veces, o demasiado a menudo, veo personajes de series y hasta voy de tapas con ellos. Y es que como decía Ed Chigliak de Doctor en Alaska, realidad, no, gracias:

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Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.