Los grupos de WhatsApp arden, los Doodles corren como la pólvora, las bandejas de entrada rebosan a medida que crecen las cadenas de email. No hay escapatoria. Están por todas partes. Nadie puede escapar a… ¡las cenas de Navidad!
Si no es la del trabajo, es la de los compañeros de la uni, los amigos del pueblo, o los colegas del gym. Y lo malo no es tener que acudir a una de estas cenas multitudinarias. (Al fin y al cabo a todos nos gusta comer). Lo verdaderamente terrorífico es cuando te toca organizarla a ti.
No importa el cariño que le pongas y el tiempo que le dediques, en todas las cenas de grupo siempre habrá un personajillo que nunca estará contento con nada.
¿Nunca? De eso nada. Este año vas a callarle la boca a ese quejica. Solo dime quién es el tocapelotas de tu grupo y yo te propondré un restaurante para ganártelo por siempre jamás.
El tiquismiquis
Ayer decía que era celíaco, hoy es vegano, le sienta mal la leche y durante un breve período de tiempo en 2013 le dio por comer única y exclusivamente alimentos de color rojo.
Sus dieta es imprevisible, así que te recomiendo un restaurante vegetariano que domine los productos biológicos y que tenga opciones para todos, como el delicioso Biocenter (Barcelona).
El cuñado que todo lo sabe
Este espécimen ocupa cargos medios sin mucha responsabilidad pero gran alcance, que le permiten meterse en los asuntos de todos sin aportar nada. En las cenas acostumbra a quejarse de los precios (“por este dineral os habría llevado yo a un sitio de categoría”), hacer comentarios sobre el vino (“esto está picado, te lo digo yo que hice la mili en Logroño”) y molestar a los camareros (“si es que estos chavales no están a lo que hay que estar”). Para dejarlos mudos, nada mejor que sacarlos de su hábitat e introducirlos en un mundo en el que se sientan absolutamente perdidos y sin argumentos. ¿Qué tal el sofisticado menú de fusión brasileña y japonesa de Ikibana (Barcelona)?
Los que se piensan que nadie sabe lo de su lío
¡Angelitos! Creen que tienen una relación secreta y en realidad no queda nadie que no les haya pillado haciéndose manitas junto a la fotocopiadora. El peligro es que abandonen la cena pronto o que sufran de ansiedad al imaginar que todos se darán cuenta de lo suyo. Para que estén relajados, elige un restaurante oscuro y lleno de recovecos donde se sientan seguros para, a la segunda copa, meterse mano convencidos de que nadie los verá. Seguro que en el Elephant (Barcelona) sacarán partido a la exótica zona de sofás.
El foodie de medio pelo
Cree que cuenta con un paladar privilegiado, pero simplemente acaba de descubrir la cebolla caramelizada, el queso de cabra templado y el foie. Al terminar la cena se pedirá un gin-tonic con cosas, no sin antes quejarse de lo poco innovador del menú de grupo. Claro, él está acostumbrado a otro nivel. Aunque molesto, el foodie es inofensivo. Solo se suelta cuando nada cómodamente en un ambiente de mediocridad. Suéltalo en un estrella Michelin como Les Moles (Tarragona) y lo tendrás calladito toda la cena.
La millennial
Se pasará toda la noche retransmitiendo la velada por Twitter, Facebook, Instagram y Snapchat. (#nochedechicas #cenitadeempresa #happiness #friends #sweet #girl #food #hashtag). Su obsesión por grabar cada instante puede provocar la incomodidad del resto de invitados, además de poner en peligro la dignidad de todo el grupo. Nadie quiere que se publiquen sus fotos perreando con el jefe.
En este caso es Imprescindible poca o ninguna cobertura. Busca un restaurante en la montaña y neutraliza sus ansias de compartirlo todo.
El apocado oficinista
Acude a la cena vestido con un intento de ropa casual que acaba resultando más deprimente que la ropa de diario. Polo por dentro del pantalón. Cuello abrochado. Zapatos mal. Probablemente esta sea la única noche que saldrá en todo el año. A falta de habilidades sociales, agobiará a todo el grupo con conversaciones de trabajo.
Ante esta actitud solo hay una solución posible: BARRA LIBRE.
Y digo más: BARRA LIBRE CON DRAG QUEENS.
Lleva a tu grupo a una cena-espectáculo como la del Dietrich en Museros (Valencia) y alucina viendo cómo el Flanders de tu grupo se desmelena de una vez por todas.
Las divorciadas marchosas
Están solteras, están fibradas y acaban de echarse las mechas. No salen mucho, pero cuando lo hacen van a por todas (y todos). Corres el riesgo de que acaben acosando al becario, al camarero o a ti misma.
Es inútil intentar contener su furor uterino y ganas de “marchita”. Llévalas a conocer jóvenes en un ambiente lleno de gente guapa como el Milk Life Style & Lounge Club (Barcelona) y tendrás su amor eterno.
Si no es la del trabajo, es la de los compañeros de la uni, los amigos del pueblo, o los colegas del gym. Y lo malo no es tener que acudir a una de estas cenas multitudinarias. (Al fin y al cabo a todos nos gusta comer). Lo verdaderamente terrorífico es cuando te toca organizarla a ti.
No importa el cariño que le pongas y el tiempo que le dediques, en todas las cenas de grupo siempre habrá un personajillo que nunca estará contento con nada.
¿Nunca? De eso nada. Este año vas a callarle la boca a ese quejica. Solo dime quién es el tocapelotas de tu grupo y yo te propondré un restaurante para ganártelo por siempre jamás.
El tiquismiquis
Ayer decía que era celíaco, hoy es vegano, le sienta mal la leche y durante un breve período de tiempo en 2013 le dio por comer única y exclusivamente alimentos de color rojo.
Sus dieta es imprevisible, así que te recomiendo un restaurante vegetariano que domine los productos biológicos y que tenga opciones para todos, como el delicioso Biocenter (Barcelona).
El cuñado que todo lo sabe
Este espécimen ocupa cargos medios sin mucha responsabilidad pero gran alcance, que le permiten meterse en los asuntos de todos sin aportar nada. En las cenas acostumbra a quejarse de los precios (“por este dineral os habría llevado yo a un sitio de categoría”), hacer comentarios sobre el vino (“esto está picado, te lo digo yo que hice la mili en Logroño”) y molestar a los camareros (“si es que estos chavales no están a lo que hay que estar”). Para dejarlos mudos, nada mejor que sacarlos de su hábitat e introducirlos en un mundo en el que se sientan absolutamente perdidos y sin argumentos. ¿Qué tal el sofisticado menú de fusión brasileña y japonesa de Ikibana (Barcelona)?
Los que se piensan que nadie sabe lo de su lío
¡Angelitos! Creen que tienen una relación secreta y en realidad no queda nadie que no les haya pillado haciéndose manitas junto a la fotocopiadora. El peligro es que abandonen la cena pronto o que sufran de ansiedad al imaginar que todos se darán cuenta de lo suyo. Para que estén relajados, elige un restaurante oscuro y lleno de recovecos donde se sientan seguros para, a la segunda copa, meterse mano convencidos de que nadie los verá. Seguro que en el Elephant (Barcelona) sacarán partido a la exótica zona de sofás.
El foodie de medio pelo
Cree que cuenta con un paladar privilegiado, pero simplemente acaba de descubrir la cebolla caramelizada, el queso de cabra templado y el foie. Al terminar la cena se pedirá un gin-tonic con cosas, no sin antes quejarse de lo poco innovador del menú de grupo. Claro, él está acostumbrado a otro nivel. Aunque molesto, el foodie es inofensivo. Solo se suelta cuando nada cómodamente en un ambiente de mediocridad. Suéltalo en un estrella Michelin como Les Moles (Tarragona) y lo tendrás calladito toda la cena.
La millennial
Se pasará toda la noche retransmitiendo la velada por Twitter, Facebook, Instagram y Snapchat. (#nochedechicas #cenitadeempresa #happiness #friends #sweet #girl #food #hashtag). Su obsesión por grabar cada instante puede provocar la incomodidad del resto de invitados, además de poner en peligro la dignidad de todo el grupo. Nadie quiere que se publiquen sus fotos perreando con el jefe.
En este caso es Imprescindible poca o ninguna cobertura. Busca un restaurante en la montaña y neutraliza sus ansias de compartirlo todo.
El apocado oficinista
Acude a la cena vestido con un intento de ropa casual que acaba resultando más deprimente que la ropa de diario. Polo por dentro del pantalón. Cuello abrochado. Zapatos mal. Probablemente esta sea la única noche que saldrá en todo el año. A falta de habilidades sociales, agobiará a todo el grupo con conversaciones de trabajo.
Ante esta actitud solo hay una solución posible: BARRA LIBRE.
Y digo más: BARRA LIBRE CON DRAG QUEENS.
Lleva a tu grupo a una cena-espectáculo como la del Dietrich en Museros (Valencia) y alucina viendo cómo el Flanders de tu grupo se desmelena de una vez por todas.
Las divorciadas marchosas
Están solteras, están fibradas y acaban de echarse las mechas. No salen mucho, pero cuando lo hacen van a por todas (y todos). Corres el riesgo de que acaben acosando al becario, al camarero o a ti misma.
Es inútil intentar contener su furor uterino y ganas de “marchita”. Llévalas a conocer jóvenes en un ambiente lleno de gente guapa como el Milk Life Style & Lounge Club (Barcelona) y tendrás su amor eterno.