Estábamos decidiendo dónde íbamos de viaje. “Nosotros pasamos, tenemos una boda en Estambul”, comentó una pareja. “¡Estambul, qué buena idea!”. Fue la inspiración para elegir un destino.

No sabíamos ni quiénes eran los novios. La idea era ir a nuestro aire y quedar con los dos amigos que estaban en la lista de invitados en su tiempo libre, pero la bola se hizo grande, una cosa llevó a la otra y un poco más y terminamos haciendo el discurso de los padrinos. Que aprendan los profesionales en colarse en banquetes de recién casados.

Los novios o cómo elegir alojamiento

“¿Es que los novios eran turcos?”, tal vez os preguntéis. No, no lo eran. Los dos habían nacido en pueblecitos monísimos del Empordà. Pero resulta que les encantaba Estambul. Lo entiendo, la no capital de Turquía (lo es Ankara para despistarnos cuando jugamos al Trivial) tiene el exceso justo de todo para enamorar a cualquiera. A ellos les pasó y, aunque conocían muy bien la ciudad porque habían estado varias veces, cometieron el error de organizar el evento a distancia. Nos dimos cuenta cuando llegamos al hotel.

[redbox text=”Me los imagino hojeando el álbum de fotos de la boda mientras se preguntan: “¿y estos venían de tu parte?”. “¿No son tus primos de Barcelona?”. “Seguro que son los hijos de aquel amigo de papá…” “Sí, seguro”.” position=”right”]

Como buenos polizones en la boda, reservamos uno de los alojamientos de la lista que los novios habían pasado a los invitados y que nuestra pareja de infiltrados nos hicieron llegar. Elegimos el hotel como los no entendidos elegimos el vino en un restaurante: el segundo más barato de la carta. En Estambul se puede dormir a gusto y a precios muy económicos (que el dinero no sea el motivo para no ir), pero tampoco te ofrecen camas de agua a cuatro céntimos. Y sí, tuvimos que cambiar de hotel, pero gracias a Atrápalo (las cosas como son) y al Wifi de un bar, encontramos un alojamiento sustituto en media mañana. Era un Best Western que está cerca de plaza del Sultanahmet y la estación central de trenes, limpito, correcto y con un minibar para olvidar de donde veníamos. Si nosotros tuvimos que cambiar de hotel, imaginaos los que se quedaron con la primera opción de la lista (pagaban 5 euros la noche). 

Afortunadamente, lo que había empezado como una especie de descenso a los infiernos peor que entrar en un Primark en rebajas el día que las adolescentes tienen fiesta del instituto, pasó a convertirse en anécdota cuando, recuperando el aliento sentados en un bar de una de las colinas, la ciudad nos regaló uno de sus míticos ocasos color de caramelo.

Los padres de la novia o la belleza del Estambul antiguo

Los padres de la novia habían estado en Estambul más que CR7 en Marruecos. Adoraban tanto la ciudad que en su casa del Empordà tenían alfombras, lámparas, cachimbas y cuatro gatos turcos. ¿Dónde están los perros en Estambul? ¿Por qué no se ve ninguno por las calles? ¿Se los han comido los mininos que están por todas partes?

Nos los encontramos varias veces por la parte antigua de la ciudad convertidos en unos motivados guías para sus cuñados y hermanos a los que mostraban los puntos de interés ineludibles por su importancia histórica, por su representatividad y por su belleza.

La cúpula de Santa Sofía cumple con las expectativas: es dorada e inmensa. En un lateral, hay una cola para poner el dedo pulgar en un agujerito de la columna que llora: cura problemas de visión y ayuda a la fertilidad. Si el dedo sale mojado, se cumplirá tu deseo. Aun tengo esperanza.

Santa_Sofia_2-min

Justo enfrente, está la Mezquita Azul. Cruzas la plaza, te descalzas, te pones un pañuelo en la cabeza si eres chica (si no llevas uno, te lo dejan. Aquí cada una con su relación con los piojos) y entras. Sí, es azul.   

Mezquita_azul-min

Ésta es la zona donde la tradición e influencia musulmana se perciben con más intensidad. Hay infinidad de mezquitas (entre ellas la nueva, delante del mercado Egipcio, y la de Soliman el Magnífico) que llaman a la plegaria a través de los minaretes.

Solliman_3

Nos perdimos a propósito callejeando por los barrios de Fener y Eyüp y observando las casitas de estilo otomano. Nos volvimos a encontrar con los padres de la novia que nos aconsejaron tomar un descanso en un Hamamm antes de la boda a la que ellos pensaban que estábamos invitados. Lo hicimos. A ver, tal vez hemos estado en spas más completos, pero que los baños turcos tienen su rollo, no se puede negar.

La madre del novio o como regatear el calor

Conocimos a la suegra de la novia en un tranvía lleno de aficionados al Fenerbahçe. Nuestra pareja de amigos la saludaron y nos la presentaron. Ella notó que éramos el hombro en el que desahogarse. “¿Por qué? ¿Por qué tenían que casarse aquí, tan lejos? Con este calor asfixiante” (hacía un calor asfixiante) “Con el vientecito que hace en el Empordà” (llamarle “vientecito” a la tramuntana es estar muy apurada). Culpaba la novia de arrastrar su único hijo hasta a Estambul y creo que hasta insultó a los gatos turcos de los consuegros rozando el racismo felino. La cosa se estaba desmadrando, la señora se había pasado la tarde llorando (y eso que se alojaba en uno de los últimos hoteles de la lista y no de los primeros). Teníamos que salvar la boda y lo hicimos enviándola a los tres sitios más fresquitos y a la vez bonitos que entraban dentro de nuestro plan de viaje. Triunfamos.

En el Mercado de las Especies regateas aunque no quieras. Le dices a un vendedor que gracias, que vas a seguir mirando por ahí (sin segundas) y te baja diez euros un collar de plata.

mercado_de_las_especias_2-min

Ahora estoy en Asia, ahora estoy en Europa. Asia, Europa… Subir a un barco y recorrer el Bósforo. Pasa el aire y el río te da otra perspectiva de la ciudad.

Bosforo-min

Seguro que en la Cisterna de la Basílica de Estambul la señora firmó una pequeña tregua con su tragedia. El bosque de columnas, pilares y cabezas de medusas al revés le hicieron olvidar que sus vecinas del pueblo no verían a su hijo guapísimo en traje.

Basilica_Cisterna-min

La dama de honor o comer y bailar

Me sabe mal porque la implicación emocional de la suegra no le permitió disfrutar de la boda como lo hicimos nosotros. La despedida de solteros la organizaron unos amigos turcos de los novios que sí que estaban en la lista de invitados. Como ya nos habíamos cruzado con parte del séquito de la boda callejeando por la ciudad, nos insistieron para que también fuéramos. Nos reunieron en la azotea de un bar sin aire acondicionado con el suelo cubierto de alfombras. Después de una ceremonia en la que vistieron a los novios para la ocasión, a las chicas nos pintaron lunares enormes de henna en la mano que simbolizaban algo y bailamos con velos a su alrededor. “¿Y éstas que lo están dando todo quiénes son?” “Creo que las damas de honor. Deben ser amigas de la universidad”. Terminamos la noche en una Meyhane (taberna turca) cantando (sí, cantando) junto a unos músicos. Teníamos que bajar los kebabs, lahmacub (pizza turca), las loukoums (delicias turcas) y baklavas que nos habíamos zampado antes.

Taberna-min

No puedo asegurar que la suegra llegase a venir a la fiesta de después del banquete de boda. Lo hicieron en Reina, una discoteca en la zona más pija de Estambul. Los amigos turcos de los novios nos consiguieron entradas gratis (cuestan más de 50 euros). El local, enorme, está situado a orillas del Bósforo. Se puede llegar en Porsche por carretera o en barco desde el río. Nosotros lo hicimos en bus. Los “seguratas” te saludan con educación, te abren la puerta y hasta se ofrecen a sacarte una foto con tu móvil.

A la vuelta, compartimos taxi con los novios. Nos agradecieron haber venido a su boda (teniendo en cuenta como conducen en Estambul lo decían en serio). Hasta aseguraría que nos abrazamos al despedirnos. No recuerdo sus nombres y supongo que ellos tampoco los nuestros. Me los imagino hojeando el álbum de fotos de la boda mientras se preguntan: “¿y estos venían de tu parte?”. “¿No son tus primos de Barcelona?”. “Seguro que son los hijos de aquel amigo de papá…” “Sí, seguro”.

No sabíamos ni quiénes eran los novios. La idea era ir a nuestro aire y quedar con los dos amigos que estaban en la lista de invitados en su tiempo libre, pero la bola se hizo grande, una cosa llevó a la otra y un poco más y terminamos haciendo el discurso de los padrinos. Que aprendan los profesionales en colarse en banquetes de recién casados.

Los novios o cómo elegir alojamiento

“¿Es que los novios eran turcos?”, tal vez os preguntéis. No, no lo eran. Los dos habían nacido en pueblecitos monísimos del Empordà. Pero resulta que les encantaba Estambul. Lo entiendo, la no capital de Turquía (lo es Ankara para despistarnos cuando jugamos al Trivial) tiene el exceso justo de todo para enamorar a cualquiera. A ellos les pasó y, aunque conocían muy bien la ciudad porque habían estado varias veces, cometieron el error de organizar el evento a distancia. Nos dimos cuenta cuando llegamos al hotel.

[redbox text=”Me los imagino hojeando el álbum de fotos de la boda mientras se preguntan: “¿y estos venían de tu parte?”. “¿No son tus primos de Barcelona?”. “Seguro que son los hijos de aquel amigo de papá…” “Sí, seguro”.” position=”right”]

Como buenos polizones en la boda, reservamos uno de los alojamientos de la lista que los novios habían pasado a los invitados y que nuestra pareja de infiltrados nos hicieron llegar. Elegimos el hotel como los no entendidos elegimos el vino en un restaurante: el segundo más barato de la carta. En Estambul se puede dormir a gusto y a precios muy económicos (que el dinero no sea el motivo para no ir), pero tampoco te ofrecen camas de agua a cuatro céntimos. Y sí, tuvimos que cambiar de hotel, pero gracias a Atrápalo (las cosas como son) y al Wifi de un bar, encontramos un alojamiento sustituto en media mañana. Era un Best Western que está cerca de plaza del Sultanahmet y la estación central de trenes, limpito, correcto y con un minibar para olvidar de donde veníamos. Si nosotros tuvimos que cambiar de hotel, imaginaos los que se quedaron con la primera opción de la lista (pagaban 5 euros la noche). 

Afortunadamente, lo que había empezado como una especie de descenso a los infiernos peor que entrar en un Primark en rebajas el día que las adolescentes tienen fiesta del instituto, pasó a convertirse en anécdota cuando, recuperando el aliento sentados en un bar de una de las colinas, la ciudad nos regaló uno de sus míticos ocasos color de caramelo.

Los padres de la novia o la belleza del Estambul antiguo

Los padres de la novia habían estado en Estambul más que CR7 en Marruecos. Adoraban tanto la ciudad que en su casa del Empordà tenían alfombras, lámparas, cachimbas y cuatro gatos turcos. ¿Dónde están los perros en Estambul? ¿Por qué no se ve ninguno por las calles? ¿Se los han comido los mininos que están por todas partes?

Nos los encontramos varias veces por la parte antigua de la ciudad convertidos en unos motivados guías para sus cuñados y hermanos a los que mostraban los puntos de interés ineludibles por su importancia histórica, por su representatividad y por su belleza.

La cúpula de Santa Sofía cumple con las expectativas: es dorada e inmensa. En un lateral, hay una cola para poner el dedo pulgar en un agujerito de la columna que llora: cura problemas de visión y ayuda a la fertilidad. Si el dedo sale mojado, se cumplirá tu deseo. Aun tengo esperanza.

Santa_Sofia_2-min

Justo enfrente, está la Mezquita Azul. Cruzas la plaza, te descalzas, te pones un pañuelo en la cabeza si eres chica (si no llevas uno, te lo dejan. Aquí cada una con su relación con los piojos) y entras. Sí, es azul.   

Mezquita_azul-min

Ésta es la zona donde la tradición e influencia musulmana se perciben con más intensidad. Hay infinidad de mezquitas (entre ellas la nueva, delante del mercado Egipcio, y la de Soliman el Magnífico) que llaman a la plegaria a través de los minaretes.

Solliman_3

Nos perdimos a propósito callejeando por los barrios de Fener y Eyüp y observando las casitas de estilo otomano. Nos volvimos a encontrar con los padres de la novia que nos aconsejaron tomar un descanso en un Hamamm antes de la boda a la que ellos pensaban que estábamos invitados. Lo hicimos. A ver, tal vez hemos estado en spas más completos, pero que los baños turcos tienen su rollo, no se puede negar.

La madre del novio o como regatear el calor

Conocimos a la suegra de la novia en un tranvía lleno de aficionados al Fenerbahçe. Nuestra pareja de amigos la saludaron y nos la presentaron. Ella notó que éramos el hombro en el que desahogarse. “¿Por qué? ¿Por qué tenían que casarse aquí, tan lejos? Con este calor asfixiante” (hacía un calor asfixiante) “Con el vientecito que hace en el Empordà” (llamarle “vientecito” a la tramuntana es estar muy apurada). Culpaba la novia de arrastrar su único hijo hasta a Estambul y creo que hasta insultó a los gatos turcos de los consuegros rozando el racismo felino. La cosa se estaba desmadrando, la señora se había pasado la tarde llorando (y eso que se alojaba en uno de los últimos hoteles de la lista y no de los primeros). Teníamos que salvar la boda y lo hicimos enviándola a los tres sitios más fresquitos y a la vez bonitos que entraban dentro de nuestro plan de viaje. Triunfamos.

En el Mercado de las Especies regateas aunque no quieras. Le dices a un vendedor que gracias, que vas a seguir mirando por ahí (sin segundas) y te baja diez euros un collar de plata.

mercado_de_las_especias_2-min

Ahora estoy en Asia, ahora estoy en Europa. Asia, Europa… Subir a un barco y recorrer el Bósforo. Pasa el aire y el río te da otra perspectiva de la ciudad.

Bosforo-min

Seguro que en la Cisterna de la Basílica de Estambul la señora firmó una pequeña tregua con su tragedia. El bosque de columnas, pilares y cabezas de medusas al revés le hicieron olvidar que sus vecinas del pueblo no verían a su hijo guapísimo en traje.

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La dama de honor o comer y bailar

Me sabe mal porque la implicación emocional de la suegra no le permitió disfrutar de la boda como lo hicimos nosotros. La despedida de solteros la organizaron unos amigos turcos de los novios que sí que estaban en la lista de invitados. Como ya nos habíamos cruzado con parte del séquito de la boda callejeando por la ciudad, nos insistieron para que también fuéramos. Nos reunieron en la azotea de un bar sin aire acondicionado con el suelo cubierto de alfombras. Después de una ceremonia en la que vistieron a los novios para la ocasión, a las chicas nos pintaron lunares enormes de henna en la mano que simbolizaban algo y bailamos con velos a su alrededor. “¿Y éstas que lo están dando todo quiénes son?” “Creo que las damas de honor. Deben ser amigas de la universidad”. Terminamos la noche en una Meyhane (taberna turca) cantando (sí, cantando) junto a unos músicos. Teníamos que bajar los kebabs, lahmacub (pizza turca), las loukoums (delicias turcas) y baklavas que nos habíamos zampado antes.

Taberna-min

No puedo asegurar que la suegra llegase a venir a la fiesta de después del banquete de boda. Lo hicieron en Reina, una discoteca en la zona más pija de Estambul. Los amigos turcos de los novios nos consiguieron entradas gratis (cuestan más de 50 euros). El local, enorme, está situado a orillas del Bósforo. Se puede llegar en Porsche por carretera o en barco desde el río. Nosotros lo hicimos en bus. Los “seguratas” te saludan con educación, te abren la puerta y hasta se ofrecen a sacarte una foto con tu móvil.

A la vuelta, compartimos taxi con los novios. Nos agradecieron haber venido a su boda (teniendo en cuenta como conducen en Estambul lo decían en serio). Hasta aseguraría que nos abrazamos al despedirnos. No recuerdo sus nombres y supongo que ellos tampoco los nuestros. Me los imagino hojeando el álbum de fotos de la boda mientras se preguntan: “¿y estos venían de tu parte?”. “¿No son tus primos de Barcelona?”. “Seguro que son los hijos de aquel amigo de papá…” “Sí, seguro”.

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Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.