¡Oh, París! ¡La Ciudad del Amor y de la bohemia artística! ¡La cuna de la libertad, la igualdad y la fraternidad! ¡Oh, París! Con su enhiesta y maciza Tour Eiffel, la Notre Dame de Víctor Hugo, el bullicioso barrio de Montmartre, y sus templos dedicados al arte como el Louvre, el Pompidou o el Orsay. ¡Oh, París! El lugar en el que Pixar nos demostró que hasta las ratitas pueden humillarte en la cocina marcándose un menú tres estrellas Michelin.

¡Bueno, basta ya! Que esto lo tenemos ya muy visto y lo puedes encontrar en cualquier guía. París es de postal, pero también tiene un lado friki y bizarro que es irresistible y es injusto no descubrirlo. ¡Y barato! ¡Bah! Seguro que te estás marcando un farol: ¡pagana! ¡Francomasona!, dirás. ‘Ta gueule!’ y déjate arrastrar por este paseo más alucinado que una aventura por el país de las maravillas, cándida Alicia.

Vamos a la chicha. La historia de París está llena de momentos truculentos. ¡Y lo celebran! Como en su Museo de Cera, donde han dedicado toda una sección a la recreación de sus crímenes históricos, con una Juana de Arco a la parrilla o Marat en su último y más desagradable baño. Una sala de la que los niños que no han sido inmunizados con partidas al ‘Gears of War 4’ salen cetrinos y con certificado familiar de los crepusculinos Cullen. ¡Todo muy loco! 

Sin hacer mucho esfuerzo mental, ahí también está la ola de decapitaciones que hubo tras iniciarse el período de la Revolución francesa, por ejemplo. ¡Qué furor! Si es que no había manera de conservar la cabeza en su sitio. Y por mucho que creamos que, a veces, está de decoración, es necesaria. Al menos las dos neuronas para llegar a casa dignamente después de haber estado bebiéndote hasta los charcos. ¿Sabes que aún se pueden ver las señales de la guillotina en el asfalto de la Rue de la Croix Faubin, justo en frente del lugar en el que descansaba la prisión de Roquette? Igual, igual que el surco que dejas cuando plantas la sombrilla en la playa. Que, a mí no me gusta hablar, pero si hace viento, las sombrillas también se pueden convertir en una máquina de la muerte…

¡Ah! ¡La muerte! Como diría el abuelo Simpson. En la capital del Sena no solo te podía sorprender en cualquier esquina sombría, sino también en sus truculentas historias ficticias. Con su mapa literario, podrás callejear por la ciudad sintiéndote el auténtico Dupin resolviendo los crímenes de la Rue Morgue, aterrándote y enamorándote del fantasma de la Ópera o intentando resolver el rompecabezas de pistas con las que trabajó el genuino detective Vidocq… Y, sorprendentemente (o no), París tiene una cantidad casi infinita de representaciones de la muerte diseminadas por todo su territorio. Márcate un Pokémon Go de la Muerte (por nostalgia de 2016 ni que sea) y lánzate a encontrarlas y hasta quizás te topes con la imagen más bárbara de todas: una Dama de la Guadana en plena Facultad de Medicina de la Universidad Pierre et Marie Curie. Como un chiste del doctor House. El humor francés, bizarro ‘avant la lettre’…  

 

No quites de tu lista los increíbles cementerios de Montmatre y Père-Lachaise, donde podrás realizar la cada vez más extendida práctica de dormitar después de la sobremesa o leer un libro sin el reggaeton de tu vecino sonando de fondo y a todo trapo (con Zola, Stendhal, Chopin, Méliès, Morrison y Wilde a tu alrededor eso no te pasará nunca). Después de dejar los zapatos echando humo recorriendo la Ciudad de la Luz, necesitarás este paréntesis de tranquilidad.

Con tanto paseo por el lado más misterioso y sombrío de la capital francesa, ¿a que te ha entrado hambre? Tranquila, no mires con mohínes las pelusitas de tu monedero pensando en el riñón que vas a tener que vender para alimentarte. Puedo demostrar, cual buhonera de feria, que hay opciones económicas para llenar el buche. Y subo la apuesta: sin pasar por un ‘fast food’, y con comida casera. En París, se ha extendido la práctica del ‘brunch’, que es una opción ideal para el viajero. Primero una caminata mañanera, combustible, ¡digo!, café en mano y, después, un delicioso y copioso almuerzo. Hay opciones para todos los gustos como el ‘come-todo-lo-que-quieras’ de La Bossué (9 Rue Joseph de Maistre) en Montmatre o el completísimo ‘Brunch del día’ de Kozy Paris (79 Avenue Bosquet), pegado a la Tour Eiffel. Y por poco más de 20 ‘leuros’. Si en cuestión de comida quieres vivir una experiencia cósmica (y comer correcto y barato), no dudes en ocupar una mesa en el Pavillion de Hang Chow (6 rue de la Renaissance) y estar atento a su hilo musical, en el que se escucha una y otra vez a la Dolores O’Riordan china cantanto los grandes éxitos de The Cranberries en mandarín. Sales de allí mentalmente más fuerte, con los chakras alineados y entendiendo ‘Matrix Revolutions’. Palabrita.    

Gracias el sentido arácnido fino-fino que se me ha desarrollado acumulando más millas que el avión de ‘Aterriza como puedas’, te puedo asegurar que, no por tener más renombre un museo, vas a disfrutar más de sus colecciones. Si te has programado un viaje de suficientes días, haz caso a los amigos que te dicen que vayas al Louvre, porque si no morirá un ewok (bueno, hay quien quiere ver arder el bosque de Endor…). Eso sí, durante la jornada de menos afluencia de público, porque puede llegar a ser la experiencia más agobiante de tu vida. Hay opciones menos saturadas y tan enriquecedoras como ir al Orsay pero, de lejos, más divertidas. No hay en todo París un museo más fascinante que el de las artes de feria. Tienen atracciones de todas las épocas y podrás subirte en ellas todas las veces que quieras y, aún mejor, el paseo te llevará a tu infancia. Un viaje en el tiempo que nada tiene que envidiar a los del Doctor Who en la Tardis.

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¿Te va más lo inquietante y lo siniestro? Tu sitio es el museo de la magia y de los autómatas, que ocupan la que fue casa del Marqués de Sade. Magia, autómatas y reminiscencias al sadismo: ¡Toma ‘CREEPY KILLER COMBO’! Siguiendo con los viajes, si te va el ‘steampunk’, márcate uno retrofuturista en el Musée des Arts et Métiers, un museo con artilugios y cacharros tan impresionantes que hasta tiene la parada de metro más increíble de toda la ciudad: la Jules Verne, que te teletransporta al mismísimo interior del Nautilus, el imponente submarino del Capitán Nemo.

Fotos: Glòria Fernández

Inframundo, viajes en el tiempo, dimensiones desconocidas, aguas abisales y brioche tiernecito. Sí, París es el ‘metaviaje’.   

¡Bueno, basta ya! Que esto lo tenemos ya muy visto y lo puedes encontrar en cualquier guía. París es de postal, pero también tiene un lado friki y bizarro que es irresistible y es injusto no descubrirlo. ¡Y barato! ¡Bah! Seguro que te estás marcando un farol: ¡pagana! ¡Francomasona!, dirás. ‘Ta gueule!’ y déjate arrastrar por este paseo más alucinado que una aventura por el país de las maravillas, cándida Alicia.

Vamos a la chicha. La historia de París está llena de momentos truculentos. ¡Y lo celebran! Como en su Museo de Cera, donde han dedicado toda una sección a la recreación de sus crímenes históricos, con una Juana de Arco a la parrilla o Marat en su último y más desagradable baño. Una sala de la que los niños que no han sido inmunizados con partidas al ‘Gears of War 4’ salen cetrinos y con certificado familiar de los crepusculinos Cullen. ¡Todo muy loco! 

Sin hacer mucho esfuerzo mental, ahí también está la ola de decapitaciones que hubo tras iniciarse el período de la Revolución francesa, por ejemplo. ¡Qué furor! Si es que no había manera de conservar la cabeza en su sitio. Y por mucho que creamos que, a veces, está de decoración, es necesaria. Al menos las dos neuronas para llegar a casa dignamente después de haber estado bebiéndote hasta los charcos. ¿Sabes que aún se pueden ver las señales de la guillotina en el asfalto de la Rue de la Croix Faubin, justo en frente del lugar en el que descansaba la prisión de Roquette? Igual, igual que el surco que dejas cuando plantas la sombrilla en la playa. Que, a mí no me gusta hablar, pero si hace viento, las sombrillas también se pueden convertir en una máquina de la muerte…

¡Ah! ¡La muerte! Como diría el abuelo Simpson. En la capital del Sena no solo te podía sorprender en cualquier esquina sombría, sino también en sus truculentas historias ficticias. Con su mapa literario, podrás callejear por la ciudad sintiéndote el auténtico Dupin resolviendo los crímenes de la Rue Morgue, aterrándote y enamorándote del fantasma de la Ópera o intentando resolver el rompecabezas de pistas con las que trabajó el genuino detective Vidocq… Y, sorprendentemente (o no), París tiene una cantidad casi infinita de representaciones de la muerte diseminadas por todo su territorio. Márcate un Pokémon Go de la Muerte (por nostalgia de 2016 ni que sea) y lánzate a encontrarlas y hasta quizás te topes con la imagen más bárbara de todas: una Dama de la Guadana en plena Facultad de Medicina de la Universidad Pierre et Marie Curie. Como un chiste del doctor House. El humor francés, bizarro ‘avant la lettre’…  

 

No quites de tu lista los increíbles cementerios de Montmatre y Père-Lachaise, donde podrás realizar la cada vez más extendida práctica de dormitar después de la sobremesa o leer un libro sin el reggaeton de tu vecino sonando de fondo y a todo trapo (con Zola, Stendhal, Chopin, Méliès, Morrison y Wilde a tu alrededor eso no te pasará nunca). Después de dejar los zapatos echando humo recorriendo la Ciudad de la Luz, necesitarás este paréntesis de tranquilidad.

Con tanto paseo por el lado más misterioso y sombrío de la capital francesa, ¿a que te ha entrado hambre? Tranquila, no mires con mohínes las pelusitas de tu monedero pensando en el riñón que vas a tener que vender para alimentarte. Puedo demostrar, cual buhonera de feria, que hay opciones económicas para llenar el buche. Y subo la apuesta: sin pasar por un ‘fast food’, y con comida casera. En París, se ha extendido la práctica del ‘brunch’, que es una opción ideal para el viajero. Primero una caminata mañanera, combustible, ¡digo!, café en mano y, después, un delicioso y copioso almuerzo. Hay opciones para todos los gustos como el ‘come-todo-lo-que-quieras’ de La Bossué (9 Rue Joseph de Maistre) en Montmatre o el completísimo ‘Brunch del día’ de Kozy Paris (79 Avenue Bosquet), pegado a la Tour Eiffel. Y por poco más de 20 ‘leuros’. Si en cuestión de comida quieres vivir una experiencia cósmica (y comer correcto y barato), no dudes en ocupar una mesa en el Pavillion de Hang Chow (6 rue de la Renaissance) y estar atento a su hilo musical, en el que se escucha una y otra vez a la Dolores O’Riordan china cantanto los grandes éxitos de The Cranberries en mandarín. Sales de allí mentalmente más fuerte, con los chakras alineados y entendiendo ‘Matrix Revolutions’. Palabrita.    

Gracias el sentido arácnido fino-fino que se me ha desarrollado acumulando más millas que el avión de ‘Aterriza como puedas’, te puedo asegurar que, no por tener más renombre un museo, vas a disfrutar más de sus colecciones. Si te has programado un viaje de suficientes días, haz caso a los amigos que te dicen que vayas al Louvre, porque si no morirá un ewok (bueno, hay quien quiere ver arder el bosque de Endor…). Eso sí, durante la jornada de menos afluencia de público, porque puede llegar a ser la experiencia más agobiante de tu vida. Hay opciones menos saturadas y tan enriquecedoras como ir al Orsay pero, de lejos, más divertidas. No hay en todo París un museo más fascinante que el de las artes de feria. Tienen atracciones de todas las épocas y podrás subirte en ellas todas las veces que quieras y, aún mejor, el paseo te llevará a tu infancia. Un viaje en el tiempo que nada tiene que envidiar a los del Doctor Who en la Tardis.

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¿Te va más lo inquietante y lo siniestro? Tu sitio es el museo de la magia y de los autómatas, que ocupan la que fue casa del Marqués de Sade. Magia, autómatas y reminiscencias al sadismo: ¡Toma ‘CREEPY KILLER COMBO’! Siguiendo con los viajes, si te va el ‘steampunk’, márcate uno retrofuturista en el Musée des Arts et Métiers, un museo con artilugios y cacharros tan impresionantes que hasta tiene la parada de metro más increíble de toda la ciudad: la Jules Verne, que te teletransporta al mismísimo interior del Nautilus, el imponente submarino del Capitán Nemo.

Fotos: Glòria Fernández

Inframundo, viajes en el tiempo, dimensiones desconocidas, aguas abisales y brioche tiernecito. Sí, París es el ‘metaviaje’.   

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mm
Lisérgica y de culo inquieto. De pequeña, pedí aprender a dibujar y me apuntaron a natación, porque "es más útil en caso de desastre natural, hija". Tengo el superpoder de iniciar congas. Nunca fui reina del baile en el instituto. Mientras urdo mi venganza, escribo.