Lo digo de entrada para que luego no haya malentendidos: “Game of Thrones: The Touring Exhibition” que se puede ver hasta el 7 de enero en el Museu Marítim de Barcelona (les Drassanes) para irse, después, de gira por el mundo, es una exposición sobre vestidos, complementos y atrezo originales de la serie que hizo que esperáramos el invierno en julio y que aceptáramos dragón como animal de compañía. No es ni bueno, ni malo, es lo que hay.

Sabiendo esto, ya estamos preparados para entrar en una sala con los estandartes de las casas bien iluminados, para que nos pongan un vídeo con imágenes de la serie (yo ya me habría quedado aquí viendo todas las temporadas) y para que empiecen a sonar las notas, el “nana-nananana-nananaaa”, que ponen la gallina de piel.

Y tú, ¿de qué casa eres?

Se apagan las luces y se abre el muro que nos da acceso al Camino real, el camino que, como tantos personajes de la serie, también cruzaremos para no salir de él iguales. Porque además de enseñarnos los vestiditos (ojalá te los dejaran probar), la exposición sembrará dudas. Aunque tenemos claro que los Starks son los buenos y que tenemos que seguir al sosainas mediomuerto de Jon Snow, la visita interactiva por los Siete Reinos y Essos que nos han organizado nos hará replantear nuestra fidelidad a los señores de Invernalia o, más que nada, pensar qué personajes de “Juego de Tronos” seríamos.

Valar Morghulis

En mi caso, en la primera sala, en la que aún domina el mundo Stark, decidí que quería ser Arya. Fue básicamente por una cuestión práctica. Después de posar con algunas de ellas, llegué a la conclusión de que “Aguja” era la espada que me sentaba mejor. Más que nada porque necesitaba una escalera para poder empuñar las de Ned y Brienne de Tarth.

Cosas peores se han visto en bodas

El rollo de Arya está bien, pero unos pasos después fui invitada a una boda. Por suerte por mi cuello, ni roja ni púrpura. La unión de los Baratheon y Tyrell no lo tiñó todo de un color, pero menudos vestidos lucieron. El de ceremonia de Margaery es espectacular. Está claro que el guay de la familia es Tyrion, pero a mí que me dejen llevar alguno de los trajes de Cersei. Si pagas el extra de la audioguía, uno de los responsables de la serie te contará que se han llegado a hacer entre 25 y 30 manos doradas para Jaime, que todo el mundo en el rodaje quiere ponérsela. ¿Quién no?

¡Dracarys!

En “Game of Thrones: The Touring Exhibition” hasta dudas de convertirte en un Bolton. Pero cuando la audioguía te informa de que todo era mentira, que no se maltrata de verdad, que todos los objetos de tortura tienen sistemas de seguridad para que ningún actor sufra, decidí, que me iba a ver qué me contaban los dragones. Y, sí, allí, en Meereen, estuve a nada de arrodillarme ante el maniquí con vestido (este también me lo pido) de Khaleesi. Estoy segura de que más de uno lo ha hecho. Hay huevos, hay cráneos de dragón y un aura de alguien que se siente legítima heredera del trono.

Hace frío en el muro

Hasta me planteé convertirme en un nadie. En la sala de los rostros puedes poner tu cara entre las columnas de los muertos. Cierras las ojos, das a aceptar y allí estás entre todos los que ya han estirado la pata. Yo decidí vivir al límite y aparecer con los ojos abiertos.

Los que sí que tuve claro es que lo mío no era la Guardia de la Noche. Que a los dos días acabaría turno. La vida allí es dura, fría y amenazante. Los caminantes blancos dan miedo hasta en una expo. Hasta atemoriza la caja en la que transportaron el caminante muestra que unió a los reinos.

Créditos: Mireia Broca

Y todo, por una silla incómoda

Al final del recorrido las dudas se movían por mi cabeza con la misma rapidez que los personajes de “Juego de tronos” en la última temporada estrenada. ¿Quién era yo en GOT? ¿Quién quería ser? Tuve que sentarme en la primera silla que encontré, era un trono forjado con las espadas de los enemigos rendidos. De repente, noté el poder y vi que, tal vez, esperaría los episodios que quedaban de la serie sentada en él…

Sabiendo esto, ya estamos preparados para entrar en una sala con los estandartes de las casas bien iluminados, para que nos pongan un vídeo con imágenes de la serie (yo ya me habría quedado aquí viendo todas las temporadas) y para que empiecen a sonar las notas, el “nana-nananana-nananaaa”, que ponen la gallina de piel.

Y tú, ¿de qué casa eres?

Se apagan las luces y se abre el muro que nos da acceso al Camino real, el camino que, como tantos personajes de la serie, también cruzaremos para no salir de él iguales. Porque además de enseñarnos los vestiditos (ojalá te los dejaran probar), la exposición sembrará dudas. Aunque tenemos claro que los Starks son los buenos y que tenemos que seguir al sosainas mediomuerto de Jon Snow, la visita interactiva por los Siete Reinos y Essos que nos han organizado nos hará replantear nuestra fidelidad a los señores de Invernalia o, más que nada, pensar qué personajes de “Juego de Tronos” seríamos.

Valar Morghulis

En mi caso, en la primera sala, en la que aún domina el mundo Stark, decidí que quería ser Arya. Fue básicamente por una cuestión práctica. Después de posar con algunas de ellas, llegué a la conclusión de que “Aguja” era la espada que me sentaba mejor. Más que nada porque necesitaba una escalera para poder empuñar las de Ned y Brienne de Tarth.

Cosas peores se han visto en bodas

El rollo de Arya está bien, pero unos pasos después fui invitada a una boda. Por suerte por mi cuello, ni roja ni púrpura. La unión de los Baratheon y Tyrell no lo tiñó todo de un color, pero menudos vestidos lucieron. El de ceremonia de Margaery es espectacular. Está claro que el guay de la familia es Tyrion, pero a mí que me dejen llevar alguno de los trajes de Cersei. Si pagas el extra de la audioguía, uno de los responsables de la serie te contará que se han llegado a hacer entre 25 y 30 manos doradas para Jaime, que todo el mundo en el rodaje quiere ponérsela. ¿Quién no?

¡Dracarys!

En “Game of Thrones: The Touring Exhibition” hasta dudas de convertirte en un Bolton. Pero cuando la audioguía te informa de que todo era mentira, que no se maltrata de verdad, que todos los objetos de tortura tienen sistemas de seguridad para que ningún actor sufra, decidí, que me iba a ver qué me contaban los dragones. Y, sí, allí, en Meereen, estuve a nada de arrodillarme ante el maniquí con vestido (este también me lo pido) de Khaleesi. Estoy segura de que más de uno lo ha hecho. Hay huevos, hay cráneos de dragón y un aura de alguien que se siente legítima heredera del trono.

Hace frío en el muro

Hasta me planteé convertirme en un nadie. En la sala de los rostros puedes poner tu cara entre las columnas de los muertos. Cierras las ojos, das a aceptar y allí estás entre todos los que ya han estirado la pata. Yo decidí vivir al límite y aparecer con los ojos abiertos.

Los que sí que tuve claro es que lo mío no era la Guardia de la Noche. Que a los dos días acabaría turno. La vida allí es dura, fría y amenazante. Los caminantes blancos dan miedo hasta en una expo. Hasta atemoriza la caja en la que transportaron el caminante muestra que unió a los reinos.

Créditos: Mireia Broca

Y todo, por una silla incómoda

Al final del recorrido las dudas se movían por mi cabeza con la misma rapidez que los personajes de “Juego de tronos” en la última temporada estrenada. ¿Quién era yo en GOT? ¿Quién quería ser? Tuve que sentarme en la primera silla que encontré, era un trono forjado con las espadas de los enemigos rendidos. De repente, noté el poder y vi que, tal vez, esperaría los episodios que quedaban de la serie sentada en él…

mm
Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.