¿Qué ventajas puede tener quedarse sin una hora de sueño en pleno fin de semana? Bueno, vale, visto así, ninguna, aunque, en realidad, ¡es lo mejor que va a pasarnos! Sí, dormiremos menos pero, ojo cuidado, disfrutaremos más…

Llega uno de los momentos más temidos del año. Y no, no es por la ola de frío, ni por la ‘cuesta de marzo’ -maldito fin de mes, siempre arruinando la diversión-, ni por la cuota de autónomos. Nada de eso. Llega, redoble de tambores, ¡el cambio de hora! Sí, ya han pasado ya seis meses y no nos hemos dado ni cuenta. Toca rescatar las instrucciones de todos los aparatos de casa y ajustar los relojes para perder esos sesenta preciados minutos de vida. Ya nada volverá a ser lo mismo. ¿Qué hemos hecho mal para sufrir este dichoso jet lag sin habernos movido de casa? Recuperarnos de esta nos costará varias semanas.

Desde pequeños nos entrenan para que asumamos con naturalidad que a las dos serán las tres. Como si fuese lo más normal del mundo. Ni una hora antes, ni una después. Ojalá saber a quién se le ocurrió semejante locura. Nunca un cambio tan imperceptible había conllevado tantas consecuencias desastrosas. De repente, nuestros biorritmos se declaran en huelga de brazos caídos y todo cambia. Se nos va el hambre, no hay forma de conciliar el sueño y estamos de un humor que da gloria vernos. ‘¿Qué está pasando, madre? ¿Qué invento es este?’. A ver quién es el guapo que no se pone a temblar con este panorama. Por suerte, no está todo perdido.

Lo que para cualquier hijo de vecino podría suponer una montaña imposible de escalar, para algunos atrevidos no es más que una nueva aventura. Nuestras ganas de superar los obstáculos son tan fuertes que podremos incluso con el cambio de hora -y con el cansancio terrible que nos espera, la astenia primaveral y hasta con el destino si nos empeñamos-. Tenemos el remedio ideal para darle la vuelta a esta tortilla temporal. Más vale tarde que nunca. ¡Tomad nota!

¿Cómo se llama esto? Ah, sí, ¡ganas de vivir!

No nos dejemos llevar por el pánico. A partir del sábado volveremos a levantarnos de noche. Es la triste realidad. Se acabó lo de desayunar mientras amanece y bajar a la calle ya con las gafas de sol puestas. No pasa nada, no se puede tener todo. En su lugar, nos encontraremos con un paraíso de vida cada vez que echemos el cierre a nuestra jornada laboral. Salir de la oficina de día será lo más parecido que tendremos nunca a un musical. Gente sonriendo, cantando, ¡bailando de felicidad! Ay, no es para menos. Seis meses esperando para este chute de energía. Oh, sí, sol ven a mí.

Terrazas, conciertos, museos y el verano a la vuelta de la esquina

El cambio de hora es el pistoletazo de salida para la operación ‘madre mía, el verano ya esta aquí’. Guardar el paraguas, los abrigos, deshacerse de las botas y comenzar a buscar las prendas más fresquitas -poderoso dios del cielo haz que me entre el bañador del año pasado-. Las tardes se alargan y se llenan de actividades. Surgen los conciertos, las exposiciones y las cervecitas en terraza -¡en terraza!-. Saltamos de una a otra como si nos fuese la vida en ello. ¿Pero qué hemos estado haciendo todo este tiempo? Ah, sí, resguardarnos del frío abrazados al radiador.

Poner un poco de orden nunca está de más

Los efectos del cambio de hora se notan desde el primer momento. Así es de cruel. Si queremos seguir con nuestro ritmo habitual, vamos a tener que ponernos manos a la obra a la primera de cambio -no, no vale empezar el lunes, ¡que eso no es el gimnasio!-. Los expertos recomiendan adelantar las comidas para ir adaptándonos al nuevo horario, cenar ligero, potenciar el ejercicio y dejarnos de tanta pantalla y tanta luz artificial para conciliar el sueño con más facilidad. Lo que viene siendo poner un poco de orden a nuestra emocionante vida. Tampoco nos irá mal.

Asumir la realidad: no todo va a ser bueno. Emoji triste.

Por mucho que nos esforcemos, hay cosas que se nos van a escapar de las manos. ¡No pasa nada! El cambio de hora nos va a dejar tan arrastrados que no daremos pie con bola, sí, pero ¿y qué? Más vale que se vayan acostumbrando a nuestra cara de sueño, a que tengamos hambre todo el rato y que, por la noche, no consigamos pegar ojo. ¡Que nos quieran como somos! Y si un día llegamos tarde porque igual se nos ha olvidado que teníamos una cita y nos habíamos echado una siesta así después de comer, pues… La culpa es del dicho cambio de hora que nos vuelve locos, ¿de acuerdo?

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Aunque parezca imposible, poner el mundo patas arriba está al alcance de nuestra mano. Tan solo hace falta empeño, ganas y un poquito de ingenio -y bueno, muchas dosis de inventiva-. Te lo decimos a ti, ‘cambio de hora’. Este año no nos ganarás. Ahora, nos toca a nosotros. ¡Muahahaha!

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Bloguer con solera. Profesional de la palabra. Vedette del freelancismo. Inventor de la confusión. Me gano la vida escribiendo y gestionando mi imperio. Es duro, pero merece la pena.