Hoy tengo el corazón más blandito de lo normal.

Me han dado ganas de cantar en el metro, ponerme a hablar con los pajaritos  y recoger florecillas como una loca, cual princesa de cuento.

Quizás sea porque Barcelona  ha amanecido con olor a rosas y libros y se me ha subido el aroma a la cabeza disparándome la dopamina.

No podía ser de otra manera, hoy es Sant Jordi, nuestro San Valentín particular, y los catalanes estamos especialmente romanticones.

Hoy el amor está en el aire.

Las calles se llenan de tortolitos paseando de la mano, intercambiando regalos, rosas y libros, o lo que sea, mirándose acarameladamente, susurrándose piropos al oído, sintiendo cómo las mariposas revolotean en sus estóm…

(¡Danger, danger, detente! Niveles altos de cursilería, peligro de hiperglucemia).

¡Perdón, perdón! Ya paro, pero es que en tan amoroso día, me ha poseído el espíritu de Afrodita.

Ñoñerías a un lado, objetivamente el amor realmente tiene efectos químicos en nuestro cerebro que explican todas estas reacciones.

Pero… ¿para siempre?

Pues no. Según los estudiosos, el amor pasional tiene fecha de caducidad. Un buen día las mariposas dejan de aletear y se van por donde vinieron.

Aún así, hay muchas parejas que se siguen queriendo a pesar del tiempo. Como en la historia que nos cuenta David Escamilla en su novela Paraules d´amor.

Una historia que desafiaría la teoría de la antropóloga Helen Fisher, según la cual el amor se divide en 3 etapas en función de la química que segrega el cerebro: la pasión, el amor romántico y el fin de la pasión.

Digamos que al principio nos estimula como una droga y a medida que pasan los años nos reconforta  y apacigua como un vaso calentito de leche con miel… que tampoco está mal.

Así pues, por mucho que se empeñe la Disney en hacernos creer lo contrario, es lógico que poco a poco nuestro príncipe se vaya convirtiendo en sapo. Pero eso no quiere decir que ahí se acabe el cuento. Hay sapitos adorables.

En fin, parece que después de tanto verso el amor es más racional de lo que anhelan los poetas.

Pero yo creo que  también existe una letra pequeña que  desmonta toda lógica. Al fin y al cabo lo que el corazón quiere la mente se lo muestra.

¿Y tú qué crees? ¿El amor es mera química o puro sentimiento?

Hoy tengo el corazón más blandito de lo normal.

Me han dado ganas de cantar en el metro, ponerme a hablar con los pajaritos  y recoger florecillas como una loca, cual princesa de cuento.

Quizás sea porque Barcelona  ha amanecido con olor a rosas y libros y se me ha subido el aroma a la cabeza disparándome la dopamina.

No podía ser de otra manera, hoy es Sant Jordi, nuestro San Valentín particular, y los catalanes estamos especialmente romanticones.

Hoy el amor está en el aire.

Las calles se llenan de tortolitos paseando de la mano, intercambiando regalos, rosas y libros, o lo que sea, mirándose acarameladamente, susurrándose piropos al oído, sintiendo cómo las mariposas revolotean en sus estóm…

(¡Danger, danger, detente! Niveles altos de cursilería, peligro de hiperglucemia).

¡Perdón, perdón! Ya paro, pero es que en tan amoroso día, me ha poseído el espíritu de Afrodita.

Ñoñerías a un lado, objetivamente el amor realmente tiene efectos químicos en nuestro cerebro que explican todas estas reacciones.

Pero… ¿para siempre?

Pues no. Según los estudiosos, el amor pasional tiene fecha de caducidad. Un buen día las mariposas dejan de aletear y se van por donde vinieron.

Aún así, hay muchas parejas que se siguen queriendo a pesar del tiempo. Como en la historia que nos cuenta David Escamilla en su novela Paraules d´amor.

Una historia que desafiaría la teoría de la antropóloga Helen Fisher, según la cual el amor se divide en 3 etapas en función de la química que segrega el cerebro: la pasión, el amor romántico y el fin de la pasión.

Digamos que al principio nos estimula como una droga y a medida que pasan los años nos reconforta  y apacigua como un vaso calentito de leche con miel… que tampoco está mal.

Así pues, por mucho que se empeñe la Disney en hacernos creer lo contrario, es lógico que poco a poco nuestro príncipe se vaya convirtiendo en sapo. Pero eso no quiere decir que ahí se acabe el cuento. Hay sapitos adorables.

En fin, parece que después de tanto verso el amor es más racional de lo que anhelan los poetas.

Pero yo creo que  también existe una letra pequeña que  desmonta toda lógica. Al fin y al cabo lo que el corazón quiere la mente se lo muestra.

¿Y tú qué crees? ¿El amor es mera química o puro sentimiento?