Si algo caracteriza a un Houdini es que lo nuestro es escaparnos, eso ya lo sabes. A veces, nuestras agendas insufribles no nos dejan ver la luz ni siquiera pensando en todos los festivos que diciembre tiene para regalarnos; y ahora que dicen que por fin se acerca el invierno el verano se echa de menos como si no hubiera durado más meses de los que le tocaba. Cuando estás sobrecargado de otoño, necesitas una escapada mental, claramente.

Así que consigo hacer un hueco entre todas mis tareas requeteurgentes para regalarme una noche de desconexión y muchas risas: justo lo que necesita el cuerpo para contrarrestar la falta de luz solar.

Luces… cámara… ¡y telón!

Los Teatros Luchana son como una especie de trampantojo experiencial, y es que la primera sensación es la de que has ido al cine. Desde que empecé a compartir con medio mundo ese novio maravilloso llamado Netflix he caído en el vicio poco houdinesco de dejar de hacer tal cosa; en los cines tienen una manía muy rara de mirarte mal si no te quitas el pijama que con Netflix no te pasa. Eso sí: mi salón no tiene el encanto de la pantalla gigante y las luces apagadas y, a pesar de la pereza que me pueda dar arreglarme, sigo siendo una enamorada del universo del celuloide, así que me encanta entrar en el hall y percibir ese ambiente de multisala que no se ha perdido con el cambio de actividad. Me dedico a cotillear los antiguos proyectores que descansan en los pasillos y a fantasear con ‘Cinema Paradiso’. Me vengo tan arriba que casi estoy a punto de pedirme unas palomitas para sentir la experiencia completa.

[Alerta abuela cebolleta] Otra cosa que me llena de esperanza (y está el patio como para agarrarse a cualquier clavito ardiendo con tal de que demuestre que la Humanidad no está perdida) es la cantidad de familias que salen de las salas mientras esperamos nuestro turno para entrar. Ya está bien de decir que los niños no leen o que no les interesa la cultura, cuando la hemos inventado los adultos y la hacemos para adultos. En cambio, en los Teatros Luchana tienen una enorme variedad de programación familiar pensando en el público de todas las edades y en el bolsillo de sus criadores. ¡Ahí van los Houdinis del futuro, aprendiendo a disfrutar de los planazos desde bien pequeños! [Fin del modo señora. Gracias por su paciencia]

Solo para adultos (y absténganse estúpidos)

Nosotros, sin niños, elegimos Solo para adultos, el monólogo-mágico-sexy-loquesea del mago cómico Karim, que acumula premios en España y Europa desde hace una década. Si no sabes qué elegir, ¡elígelo todo! Magia, globoflexia y hasta sombras chinescas, con una sola excusa: la de reírse de su propia boda. Si tenéis previsto casaros en breve, no vayáis: es muy posible que terminéis arrepintiéndoos al pensar en dónde estáis a punto de meteros. O, quién sabe, igual al contrario: la información es poder, y siempre está bien pensar de antemano qué haría uno si pudiera implantar en su matrimonio un sistema de créditos… Antes de que nos veamos luego como Ross y Rachel.

Quienes me conocéis ya un poquito sabréis que soy una ‘intensita’, así que además de quererlo todo, ¡lo quiero doble! Por eso no me contenté con un espectáculo, ¿cómo hacerlo con tanta variedad donde elegir? ¡Pa’ un día que salimos! Tenía claro que quería ver algo más, pero no era tan fácil saber qué: ¿Improvisa, tío? Me sentía tan identificada con el reclamo de “la universidad de la vida puede ser muy cruel” que pensé, ¿qué más voy a torear que no ande toreando ya? (Os lo advertí: mi versión de invierno es mucho menos divertida que la de verano). ¿Tocando al frente? El protagonista es ni más ni menos que Llorenç González, el actor de ‘Gran Hotel’, ‘Velvet’ y las fantasías de gran parte de nuestra población adolescente; pero quizá con tanto encanto argentino me dé por escaparme en serio y termine haciendo una locura y cruzando el charco en dirección Buenos Aires. ¿Ríete tú de… Jaime Figueroa para rematar la noche de cabaret unipersonal con comedia, teatro, música, faquirismo, magia y hasta ventriloquía en verso?

Al final, me ganó de nuevo la parte cinéfila, y es que viendo que la misma Fejerman que tanto me había hecho disfrutar de ‘A mi madre le gustan las mujeres’ firmaba Gente estúpida ya no hubo dudas: ahí estaba mi plan redondo. Un verdadero acierto, aunque también tiene sus riesgos: las autoridades sanitarias deberían advertirte de que puedes salir de la obra queriendo estudiar Filosofía, gracias al fantástico papel del profesor Díaz de Rada.

Créditos: Teatros Luchana

Toda una reflexión sobre la naturaleza humana y su vínculo indisoluble con la estupidez muy en boga, y que se presenta con tanta naturalidad que una vuelve, de pronto, a sentir el trampantojo: ¿es eso una reunión de padres? ¿Una clase de la UNED? ¿El salón de una divorciada enredada en una relación tóxica? Si hay quien escriba mejores diálogos que esta guionista, por favor, no me lo presentéis: corro el riesgo de morir de amor.

Y ahora, ¿quién se va a casa?

Completada la misión desconexión, con el cerebro bien fresquito y agujetas abdominales no de las de gimnasio, sino de las de reírse, las que realmente son sanas y no causan lesiones, lo que menos apetece, ¡es marcharse! Pero no pasa nada, porque de hecho descubrimos que el hall está de lo más animado, lleno de gente que se ha apuntado al siguiente turno (si tú eres de salir tarde, ahora sí que te he convencido, ¿eh? Este es tu teatro) y que charla con una cerveza en la mano.

Un espacio diáfano de acogedora madera y decoración un poco cabaretera, que completa la ilusión óptica de espectáculo de variedades, resulta de lo más acogedor para quedarse charlando tomando la penúltima, e, incluso, si te va el postureo, para ver y ser visto a través de su enorme cristalera abierta a Luchana, donde te esperan muchos otros sitios para seguir la noche.

Eso de que el epicentro del teatro en Madrid es la Gran Vía está a punto de pasar de moda, palabra de Houdini.

Luces… cámara… ¡y telón!

Los Teatros Luchana son como una especie de trampantojo experiencial, y es que la primera sensación es la de que has ido al cine. Desde que empecé a compartir con medio mundo ese novio maravilloso llamado Netflix he caído en el vicio poco houdinesco de dejar de hacer tal cosa; en los cines tienen una manía muy rara de mirarte mal si no te quitas el pijama que con Netflix no te pasa. Eso sí: mi salón no tiene el encanto de la pantalla gigante y las luces apagadas y, a pesar de la pereza que me pueda dar arreglarme, sigo siendo una enamorada del universo del celuloide, así que me encanta entrar en el hall y percibir ese ambiente de multisala que no se ha perdido con el cambio de actividad. Me dedico a cotillear los antiguos proyectores que descansan en los pasillos y a fantasear con ‘Cinema Paradiso’. Me vengo tan arriba que casi estoy a punto de pedirme unas palomitas para sentir la experiencia completa.

[Alerta abuela cebolleta] Otra cosa que me llena de esperanza (y está el patio como para agarrarse a cualquier clavito ardiendo con tal de que demuestre que la Humanidad no está perdida) es la cantidad de familias que salen de las salas mientras esperamos nuestro turno para entrar. Ya está bien de decir que los niños no leen o que no les interesa la cultura, cuando la hemos inventado los adultos y la hacemos para adultos. En cambio, en los Teatros Luchana tienen una enorme variedad de programación familiar pensando en el público de todas las edades y en el bolsillo de sus criadores. ¡Ahí van los Houdinis del futuro, aprendiendo a disfrutar de los planazos desde bien pequeños! [Fin del modo señora. Gracias por su paciencia]

Solo para adultos (y absténganse estúpidos)

Nosotros, sin niños, elegimos Solo para adultos, el monólogo-mágico-sexy-loquesea del mago cómico Karim, que acumula premios en España y Europa desde hace una década. Si no sabes qué elegir, ¡elígelo todo! Magia, globoflexia y hasta sombras chinescas, con una sola excusa: la de reírse de su propia boda. Si tenéis previsto casaros en breve, no vayáis: es muy posible que terminéis arrepintiéndoos al pensar en dónde estáis a punto de meteros. O, quién sabe, igual al contrario: la información es poder, y siempre está bien pensar de antemano qué haría uno si pudiera implantar en su matrimonio un sistema de créditos… Antes de que nos veamos luego como Ross y Rachel.

Quienes me conocéis ya un poquito sabréis que soy una ‘intensita’, así que además de quererlo todo, ¡lo quiero doble! Por eso no me contenté con un espectáculo, ¿cómo hacerlo con tanta variedad donde elegir? ¡Pa’ un día que salimos! Tenía claro que quería ver algo más, pero no era tan fácil saber qué: ¿Improvisa, tío? Me sentía tan identificada con el reclamo de “la universidad de la vida puede ser muy cruel” que pensé, ¿qué más voy a torear que no ande toreando ya? (Os lo advertí: mi versión de invierno es mucho menos divertida que la de verano). ¿Tocando al frente? El protagonista es ni más ni menos que Llorenç González, el actor de ‘Gran Hotel’, ‘Velvet’ y las fantasías de gran parte de nuestra población adolescente; pero quizá con tanto encanto argentino me dé por escaparme en serio y termine haciendo una locura y cruzando el charco en dirección Buenos Aires. ¿Ríete tú de… Jaime Figueroa para rematar la noche de cabaret unipersonal con comedia, teatro, música, faquirismo, magia y hasta ventriloquía en verso?

Al final, me ganó de nuevo la parte cinéfila, y es que viendo que la misma Fejerman que tanto me había hecho disfrutar de ‘A mi madre le gustan las mujeres’ firmaba Gente estúpida ya no hubo dudas: ahí estaba mi plan redondo. Un verdadero acierto, aunque también tiene sus riesgos: las autoridades sanitarias deberían advertirte de que puedes salir de la obra queriendo estudiar Filosofía, gracias al fantástico papel del profesor Díaz de Rada.

Créditos: Teatros Luchana

Toda una reflexión sobre la naturaleza humana y su vínculo indisoluble con la estupidez muy en boga, y que se presenta con tanta naturalidad que una vuelve, de pronto, a sentir el trampantojo: ¿es eso una reunión de padres? ¿Una clase de la UNED? ¿El salón de una divorciada enredada en una relación tóxica? Si hay quien escriba mejores diálogos que esta guionista, por favor, no me lo presentéis: corro el riesgo de morir de amor.

Y ahora, ¿quién se va a casa?

Completada la misión desconexión, con el cerebro bien fresquito y agujetas abdominales no de las de gimnasio, sino de las de reírse, las que realmente son sanas y no causan lesiones, lo que menos apetece, ¡es marcharse! Pero no pasa nada, porque de hecho descubrimos que el hall está de lo más animado, lleno de gente que se ha apuntado al siguiente turno (si tú eres de salir tarde, ahora sí que te he convencido, ¿eh? Este es tu teatro) y que charla con una cerveza en la mano.

Un espacio diáfano de acogedora madera y decoración un poco cabaretera, que completa la ilusión óptica de espectáculo de variedades, resulta de lo más acogedor para quedarse charlando tomando la penúltima, e, incluso, si te va el postureo, para ver y ser visto a través de su enorme cristalera abierta a Luchana, donde te esperan muchos otros sitios para seguir la noche.

Eso de que el epicentro del teatro en Madrid es la Gran Vía está a punto de pasar de moda, palabra de Houdini.

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Adicta a la música en directo y matriarca de una peluda familia numerosa. Tiene el corazón dividido entre Sevilla y Lavapiés. El 70% de su cuerpo no es agua, sino una mezcla de café, cerveza y gazpacho. Cuando domine el mundo implantará los tres desayunos diarios por ley.