Si has pensando en comprarte otra bandeja de lasaña de microondas para comer hoy, por favor, ¡no lo hagas! Que la vida es bella, los pájaros cantan y hay una empanada crujiente esperándote a la vuelta de la esquina. Hoy sí, ¡sal a disfrutarlo!

Te voy a contar cómo es tu desayuno: café con calcetines y magdalenas verdes. Bueno, quizás me he pasado. Pero sí tienes que reconocer que eso de desayunar como un príncipe se te queda grande y no llegas ni a nivel paje: cafés de sobre con extra de legañas, galletas que se parten demasiado rápido en la leche y una broma por la radio. La vida no es como nos la pintó Mary Poppins.

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Y claro, de camino al trabajo el aroma de esas napolitanas de la vitrina te golpean cual humo negro de Lost. Y un café con mucha espuma. Con un corazoncito en el centro. Pero no, tú solo tienes un sobaco delante en el metro. Normal que a mitad de mañana te entre un antojo de palmeras de chocolate épico y aproveches los canapés de la reunión para saciarte. Si es que hay que hacer las cosas bien…

Pero la cosa no mejora para la hora de comer: un tercer tupper de lentejas que trajiste de tu última visita al hogar familiar. Y mientras, por cada saladito rancio que comes muere en el mundo una ensalada capresse con extra de mostaza y miel.

¿Y un afterwork al menos? Un after ¿qué? No no, que hoy te has comido media caja de miguelitos que ha traído tu jefe y hay que ir al gym a quemar lorzas.

Hasta que, llegando a casa, las terrazas llenas y las colas de un restaurante te recuerdan que quizás no habría estado tan mal dejarse llevar por un día.

Las costumbres están para romperlas

Ya lo dijo Charles Dickens en su día: “El hombre es un animal de costumbres”. Compramos jengibre y comida sana para posturear, hemos visto Los Simpsons comiendo y tomamos vermuts los sábados a las 12.

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Y eso, por no hablar de los días Mundiales: compramos colonia a nuestro padre el 19 de marzo y tomamos turrón de yema el 25 de diciembre. Pues el próximo 9 de octubre es el Día de la Hostelería y te toca salir. De toda la vida.

¿Y qué me das a cambio?

Ofertas, muchas ofertas repartidas a fin de que por fin puedas recrearte comiendo ternera en salsa o tomando un cocktail a las 6 de la tarde. Así que ya no tienes excusa: saca a tus colegas de afterwork, repite menú del día y desayuna mejor que Sisí Emperatriz y la Reina de Inglaterra juntas.

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La oferta es extensa: pancakes con mermelada, un porridge (que es sano y muy hipster), empanadas argentinas que te transporten a la misma pampa… De Toledo a Madrid, pasando por Sevilla o Barcelona, las opciones son tantas -¡más de 20.000!- que los gimnasios también saldrán ganando a final de mes.

Vale, todo esto está muy bien pero, ¿y si soy yo el que tiene que pringar en el restaurante?

Sigue leyendo, mi pequeño Padawan.  

Ama tu negocio

Con la emoción, se me olvidó concretarte que el martes se trata del Día de la Hostelería y los NEGOCIOS PROPIOS. ¿Tú tienes uno? Pues entonces prepárate, porque el 9 de octubre puede ser para ti más importante que el #DíadelColágeno para las Kardashian.

Makro se ha propuesto que no solo el mundo pueda disfrutar de manjares varios a mitad de precio, sino que tú puedas ofrecerlos a través de tu bar, taquería o puesto de té de perlas. Que aquí hay sitio para todos.

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Solo tienes que registrar tu negocio y podrás incluir todas las ofertas que se antojen, aparecer en un mapa de negocios top y ponerte de verdad el gorro de chef para darlo todo.

Porque comer es un placer que a veces se merece algo más que una sopa de sobre, hoy toca salir a celebrarlo.

Aunque eso implique comer solo quinoa hasta Navidad.

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Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.