¿A la vuelta de las vacaciones eres más de los que se sienten hundidos en la más profunda de las miserias a nivel de ánimos, o más bien de los que vuelven cansados y como si hubieran sufrido un atropello de camión? Qué más da, la misma cosa son las dos: una depresión posvacacional de caballo. Espera, ¿o no? Voy a hablar con algún psicólogo al respecto a ver si se me quita la tontería.

Es el ocaso. La soñada época estival llegado a su fin. Todo el año esperando para esto y se termina. Al verano aún le quedan semanas, pero ya nos invaden escaparates llenos de botines, abrigos y demás parafernalia otoñal. Y las oficinas están repletas de curro que realizar, con 11 meses por delante y sin piedad. No hay quien aguante este olor a fin del mundo.

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Sigue haciendo 30 grados (y algún tormentón de final de verano) pero hay algo que pesa de una manera colosal: ya se han pasado los días libres, con ese planazo que cada uno llevábamos esperando todo el año, y ahí nos quedamos con cara de pánfilos. Saludemos a la depresión posvacacional. “¡Hoooooola!”. No os oigo a todos: ¡todos juntos “hoooola!”.

¿Que a qué me refiero con depresión posvacacional? Pues a una sensación de vacío existencial de la cabeza a los pies (cuenta bancaria incluida). A estar como si me hubiera pasado una apisonadora por encima. A la apatía y falta de ganas de hacer nada que amenize las horas más olvidables del año: las de la vuelta de vacaciones. El cuerpo pide una nueva meta viajera. Más que pedir, la exige. La mente en muchos casos es incapaz ni de teclear sencillamente en su busca. El bolsillo, por su parte, tiembla solo de pensarlo, así que esa es otra razón de peso para no mirar nada. Vamos a hablar claro: estoy hundida. Desolada. Apuf. ¿Te suena?

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Y, bueno, ejem… ¿he dicho razón de peso? Mira, mejor ni mentarlo, que el detox que me he propuesto hacer y la dieta que debería seguir después para eliminar los kilos adquiridos a base de mucho queso feta, toneladas de patatas fritas y litros de cerveza me deja tiesa solo de pensarlo. Entre el perezón que da esto y la holgazanería general que me invade tengo ya los pelos como escarpias. Drama en bucle.

No aguanto más: necesito un especialista

Sí. Voy a investigar. Me lo voy a hacer mirar. Sospecho que voy a volver al redil con el rabo entre las piernas y avergonzada de tanta sensación de enfangamiento cuando no tengo ni un solo motivo realmente objetivo a gran escala. Daniel Sánchez Martín, neuropsicólogo de Grupo Cambia, me da la primera en la frente: “la depresión posvacacional no existe, no podemos hablar de ella como tal y sí de un estado desadaptativo: nos cuesta readaptarnos a la rutina. Por eso sería interesante que todos tuviéramos unas vacaciones de desconexión y de cambio de aires. Alguien descansado no sufre técnicamente ‘depresión’ por el hecho de finalizar su período vacacional”. Ahá. Lo sospechaba. Lo que me pasa es que estaba muy agustito en la playa levantándome a las mil sin dar palo al agua… Sí, va a ser eso, ya decía yo…

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Según los especialistas, llamamos depresión posvacacional a “cuadros que presentan síntomas relacionados con fatiga general, incapacidad de conciliar el sueño, somnolencia aguda durante el día, pérdida de concentración y atención, falta de motivación, irritabilidad, tristeza y apatía. Es importante aclarar que estos síntomas aparecen en una situación transitoria  y no son una enfermedad como tal”, explica Nuria Sánchez Hernández, Psicóloga General Sanitaria de Sal de mi cabeza, quien prosigue: “las vacaciones son un periodo para el descanso. Mantener horarios regulares, realizar ejercicio físico y comer de forma saludable durante el periodo vacacional puede prevenir esa sintomatología de estado de ánimo deprimido. Además, programar el regreso a casa de manera anticipada y relajada es de gran ayuda.” Vale, me lo apunto para el año que viene, porque este ya no da tiempo (abrir cervezas de forma periódica no se puede considerar ejercicio físico, ¿verdad?).

Fotos: Henar Ortega

Según me comenta esta misma psicóloga, “no hay un consenso en la comunidad científica sobre el síndrome posvacacional. La readaptación a la vida laboral después de un tiempo vacacional desencadena una serie de reacciones emocionales muchas veces necesarias para la habituación al cambio. Crear objetivos a corto plazo que nos motiven, como aprender otro idioma, apuntarnos a clases de pintura o cosas por el estilo nos dará un extra de energía a la hora de incorporarnos a la rutina”. Y yo me pregunto: ¿quién animará a monitores de yoga, profesores y entrenadores de gym? ¡Que para ellos es tiempo de vuelta al cole también y su trabajo consiste en motivar a otros, y quién sabe si están más ‘embajonados’ que sus clientes!

Si estos cambios adaptativos se mantienen más allá de unos días, se podría desencadenar un síndrome de ansiedad generalizada o estrés crónico: “la diferencia, como en todos los problemas psicológicos, va a radicar en la intensidad, frecuencia y duración de los síntomas. El foco de población más vulnerable a desencadenar estas reacciones emocionales son aquellas que no están contentas con su trabajo o con su rutina de vida”, prosigue la experta Nuria Sánchez.

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Vale. Se me cae la cara de vergüenza. La depresión es una cosa muy seria y yo aquí utilizando su nombre en vano. Queda claro que lo mío (y probablemente lo tuyo, querido/a lector/a que te consideras escapista profesional de la rutina) es morriña, vagancia, pereza o como lo quieras llamar, pero que ni depresión ni leches. Así que les voy a pedir a mis brazos que se levanten y hagan cosas, al cerebro que desempolve las neuronas y a mi ánimo que se empiece a engatusar con el variadito día a día que le voy dando.

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Nos vamos a hacer todos juntitos un “dientes, dientes, que es lo que les jode” y vamos a sonreirle a esas vidas nuestras que tanto nos gustan en estos momentos en que nos apetece tan poco esbozar una sonrisa. ¡Ah!, ¿que no te convence tu vida? Haber empezado por ahí: lo tuyo no es por las vacaciones, es otra cosa y lo sabes. Mi nuevo ánimo posvacacional, mis nuevos conocimientos médicos al respecto y yo te recomendamos adaptar lo máximo posible tu vida a lo que esperas de ella. Te aseguro que se puede, solo hay que vencer la pereza.

Yo ya estoy decidiendo los cursos online a los que me voy a ir apuntando desde ya para desarrollar mejor todos los proyectos que tengo en mente para este nuevo comienzo. Aunque por mi actitud sabuesa de este verano en el que he me he zambullido en la lectura intensiva y conspiranoia en torno a acontecimientos escabrosos aparecidos en la prensa, quizás debiera apuntarme directamente a este curso online especializado en la escena del crimen. Si no puedes con septiembre, ¡únete a él!

Es el ocaso. La soñada época estival llegado a su fin. Todo el año esperando para esto y se termina. Al verano aún le quedan semanas, pero ya nos invaden escaparates llenos de botines, abrigos y demás parafernalia otoñal. Y las oficinas están repletas de curro que realizar, con 11 meses por delante y sin piedad. No hay quien aguante este olor a fin del mundo.

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Sigue haciendo 30 grados (y algún tormentón de final de verano) pero hay algo que pesa de una manera colosal: ya se han pasado los días libres, con ese planazo que cada uno llevábamos esperando todo el año, y ahí nos quedamos con cara de pánfilos. Saludemos a la depresión posvacacional. “¡Hoooooola!”. No os oigo a todos: ¡todos juntos “hoooola!”.

¿Que a qué me refiero con depresión posvacacional? Pues a una sensación de vacío existencial de la cabeza a los pies (cuenta bancaria incluida). A estar como si me hubiera pasado una apisonadora por encima. A la apatía y falta de ganas de hacer nada que amenize las horas más olvidables del año: las de la vuelta de vacaciones. El cuerpo pide una nueva meta viajera. Más que pedir, la exige. La mente en muchos casos es incapaz ni de teclear sencillamente en su busca. El bolsillo, por su parte, tiembla solo de pensarlo, así que esa es otra razón de peso para no mirar nada. Vamos a hablar claro: estoy hundida. Desolada. Apuf. ¿Te suena?

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Y, bueno, ejem… ¿he dicho razón de peso? Mira, mejor ni mentarlo, que el detox que me he propuesto hacer y la dieta que debería seguir después para eliminar los kilos adquiridos a base de mucho queso feta, toneladas de patatas fritas y litros de cerveza me deja tiesa solo de pensarlo. Entre el perezón que da esto y la holgazanería general que me invade tengo ya los pelos como escarpias. Drama en bucle.

No aguanto más: necesito un especialista

Sí. Voy a investigar. Me lo voy a hacer mirar. Sospecho que voy a volver al redil con el rabo entre las piernas y avergonzada de tanta sensación de enfangamiento cuando no tengo ni un solo motivo realmente objetivo a gran escala. Daniel Sánchez Martín, neuropsicólogo de Grupo Cambia, me da la primera en la frente: “la depresión posvacacional no existe, no podemos hablar de ella como tal y sí de un estado desadaptativo: nos cuesta readaptarnos a la rutina. Por eso sería interesante que todos tuviéramos unas vacaciones de desconexión y de cambio de aires. Alguien descansado no sufre técnicamente ‘depresión’ por el hecho de finalizar su período vacacional”. Ahá. Lo sospechaba. Lo que me pasa es que estaba muy agustito en la playa levantándome a las mil sin dar palo al agua… Sí, va a ser eso, ya decía yo…

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Según los especialistas, llamamos depresión posvacacional a “cuadros que presentan síntomas relacionados con fatiga general, incapacidad de conciliar el sueño, somnolencia aguda durante el día, pérdida de concentración y atención, falta de motivación, irritabilidad, tristeza y apatía. Es importante aclarar que estos síntomas aparecen en una situación transitoria  y no son una enfermedad como tal”, explica Nuria Sánchez Hernández, Psicóloga General Sanitaria de Sal de mi cabeza, quien prosigue: “las vacaciones son un periodo para el descanso. Mantener horarios regulares, realizar ejercicio físico y comer de forma saludable durante el periodo vacacional puede prevenir esa sintomatología de estado de ánimo deprimido. Además, programar el regreso a casa de manera anticipada y relajada es de gran ayuda.” Vale, me lo apunto para el año que viene, porque este ya no da tiempo (abrir cervezas de forma periódica no se puede considerar ejercicio físico, ¿verdad?).

Fotos: Henar Ortega

Según me comenta esta misma psicóloga, “no hay un consenso en la comunidad científica sobre el síndrome posvacacional. La readaptación a la vida laboral después de un tiempo vacacional desencadena una serie de reacciones emocionales muchas veces necesarias para la habituación al cambio. Crear objetivos a corto plazo que nos motiven, como aprender otro idioma, apuntarnos a clases de pintura o cosas por el estilo nos dará un extra de energía a la hora de incorporarnos a la rutina”. Y yo me pregunto: ¿quién animará a monitores de yoga, profesores y entrenadores de gym? ¡Que para ellos es tiempo de vuelta al cole también y su trabajo consiste en motivar a otros, y quién sabe si están más ‘embajonados’ que sus clientes!

Si estos cambios adaptativos se mantienen más allá de unos días, se podría desencadenar un síndrome de ansiedad generalizada o estrés crónico: “la diferencia, como en todos los problemas psicológicos, va a radicar en la intensidad, frecuencia y duración de los síntomas. El foco de población más vulnerable a desencadenar estas reacciones emocionales son aquellas que no están contentas con su trabajo o con su rutina de vida”, prosigue la experta Nuria Sánchez.

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Vale. Se me cae la cara de vergüenza. La depresión es una cosa muy seria y yo aquí utilizando su nombre en vano. Queda claro que lo mío (y probablemente lo tuyo, querido/a lector/a que te consideras escapista profesional de la rutina) es morriña, vagancia, pereza o como lo quieras llamar, pero que ni depresión ni leches. Así que les voy a pedir a mis brazos que se levanten y hagan cosas, al cerebro que desempolve las neuronas y a mi ánimo que se empiece a engatusar con el variadito día a día que le voy dando.

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Nos vamos a hacer todos juntitos un “dientes, dientes, que es lo que les jode” y vamos a sonreirle a esas vidas nuestras que tanto nos gustan en estos momentos en que nos apetece tan poco esbozar una sonrisa. ¡Ah!, ¿que no te convence tu vida? Haber empezado por ahí: lo tuyo no es por las vacaciones, es otra cosa y lo sabes. Mi nuevo ánimo posvacacional, mis nuevos conocimientos médicos al respecto y yo te recomendamos adaptar lo máximo posible tu vida a lo que esperas de ella. Te aseguro que se puede, solo hay que vencer la pereza.

Yo ya estoy decidiendo los cursos online a los que me voy a ir apuntando desde ya para desarrollar mejor todos los proyectos que tengo en mente para este nuevo comienzo. Aunque por mi actitud sabuesa de este verano en el que he me he zambullido en la lectura intensiva y conspiranoia en torno a acontecimientos escabrosos aparecidos en la prensa, quizás debiera apuntarme directamente a este curso online especializado en la escena del crimen. Si no puedes con septiembre, ¡únete a él!

mm
Henar con H de hedonismo. Recomendadora profesional. Muchos años enviando a gente a los sitios adecuados. Camino por la vida en una eterna vacación (o eso intento). Profesional camaleónica, soy periodista, consultora de comunicación y gestora cultural freelance. No conoces a nadie a quien le flipe más Madrid (y mi barrio, Antón Martín). Cine, música, arte, ocio urbano, comer, beber, salir, y demás. Bajar a comprar pan y acabar en una despedida de soltero en Ibiza (de La Costa Brava) como way of life.