Son divertidas, emocionantes y te reencuentras con un montón de amigos, pero sí, las bodas también pueden dejarte en números rojos. Te comparto el plan que he ido puliendo para aprovecharlas e irme más que de boda, de viaje.

Al rondar la treintena llega un momento en el que tu cuenta corriente empieza a temblar con solo oír una palabra. Y lo peor es que esas cuatro letras se repiten cada vez con más frecuencia. La palabra es b-o-d-a. Sablazo tras sablazo, mi chica y yo hemos desarrollado un método para convertir el viaje necesario para asistir a cualquier boda en una escapada en la que, de paso, vamos a una boda.

Lo primero que quiero aclarar es que no, no tengo nada en contra de estas ceremonias. De hecho, los haters de las bodas me dan tanta o más pereza que los haters de la Navidad. La que sí les pone alguna pega es nuestra sufrida economía de pareja millennial que vive en una gran ciudad.

Pero la cosa es un poco más complicada. Cuando juntas a una malagueña con un burgalés que han estudiado en Granada y Madrid, pero viven en Barcelona las posibilidades de tener amigos desperdigados por media España y parte del extranjero de disparan. Y de ahí que cada invitación a boda tenga más producción que la grabación de un capítulo de Juego de Tronos

Por eso hoy quiero compartir con vosotros el método que hemos desarrollado para que cada feliz enlace sea una oportunidad para tachar lugares explorados en el mapa. El dinero os lo vais a gastar igual y necesitaréis algo de planificación, pero si ellos os están usando para amueblar el piso y llevarse unos cuantos regalos de boda de escándalo, es lo mínimo que podéis recibir a cambio. Y sí, repito que no odio las bodas.

La preparación

El plan que os propongo dura cuatro días, que una cosa es conocer sitios mientras vas de boda y otra muy distinta tener menos responsabilidades que un coche escoba en una competición de spinning. Pero para que todo vaya como la seda deberás tener en cuenta algunas cosas.

La primera tiene que ver con el destino en sí. Dispondrás de un tiempo limitado en el que tendrás que combinar hábilmente planes más tranquilos con otros de los que te dejan exhausto. No seré yo quien te diga que no te patees la Alhambra de Granada antes de una boda de tarde, pero por favor: no te patees la maldita Alhambra si no quieres tener más sueño que en la mesa de los niños a la 1 de la mañana.

Por otra parte está el tema de la maleta. Pongámonos en lo peor e imaginemos que viajas con equipaje de mano. Te quedará poco espacio después de guardar la ropa de la boda siguiendo cualquier tutorial de Youtube. Sí, uno de esos vídeos grabados por gente que se dedica a enfrentarte a tus lagunas ante básicamente toda la vida adulta.

De ahí que tendrás que optimizar absolutamente cada centímetro que quede libre. Necesitas ropa cómoda y combinable. ¿Más de un pantalón? Descartado ¿Una camiseta distinta para cada día incluyendo los de viaje? Ni de broma. ¿Pijama? Espero que estés de broma o seas la mismísima reina de Inglaterra bastante desconcertada por estar leyendo este artículo.

El golpe

Ya estás en la ciudad de destino. Pensemos que la boda es el sábado y has llegado el jueves por la tarde. Tienes el tiempo justo para dar una vuelta de reconocimiento por la ciudad e incluso para quedar con amigos que tengas allí.

El viernes o segundo día en el destino será el día decisivo. Tendrás por delante toda una jornada para patear, conocer monumentos, probar la gastronomía local y, en resumen, entregarte al noble arte del turisteo. Puedes olvidar completamente tu rol de invitado, pero por favor, échate crema solar y usa calzado cómodo si no quieres ir hecho un cuadro al día siguiente. Lo digo por experiencia propia.

El mismo día de la boda, y sobre todo si esta se celebra por la tarde, todavía tendrás tiempo para alguna visita rápida siempre que el plan sea tranquilo. Recuerda que en unas horas estarás en pleno festín, así que no pasa nada porque dejes sin probar ese plato local ultra calórico que fue creado por pastores de hace tres siglos para pasar jornadas enteras a diez grados bajo cero.

Si has cumplido con los distintos consejos que he ido dando, llegarás al convite en plena forma. No solo eso, sino que tendrás unos cuantos temas de conversación con los que sorprenderás a otros invitados con tus conocimientos sobre el lugar de la celebración. Eso sí, no te pases o parecerá que estás allí solo por el viaje (lo que en parte es verdad, para qué vamos a engañarnos a estas alturas).

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La posboda

Para mí la parte viajera de todo este asunto termina en el mismo momento en el que estoy peleándome con la corbata frente al espejo y sí, tirando de Youtube una vez más. Sin embargo, existen personas que van un paso más allá y aprovechan el día después para seguir explorando la ciudad. Héroes, de ellos será el mundo.

Mi recomendación sería que pases el día (y la resaca) lo mejor posible, que sufras el viaje de vuelta con dignidad y que intentes olvidar los momentos lamentables de la noche anterior. ¿He dicho ya que no odio las bodas?.

Volverás a tu ciudad, seguirás con tus rutinas y cuando menos te lo esperes estará allí, en tu buzón. Sí, me refiero a una invitación… Para volver a irte de viaje.

Tags : Boda
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Enredado profesional en Atrápalo. Soy el alto que te tapa en los conciertos. Fui jurado de un concurso de alienígenas y gané un campeonato local de badminton. Ah, y lo de Lenny Kravitz es verdad.