Siempre he sentido la sensación de haber nacido tarde. Creo que hubiese encajado mucho mejor en una sociedad renacentista o a principios del XIX. Y es que cuando hablo con alguien, nadie sabe nada de Aristóteles, Sócrates o Platón. No han leído ni los clásicos de la literatura ni las obras posmodernas recientes, y sin embargo te recitan la alineación del Barça o el Madrid desde 1980 y la programación de Tele5 desde las Mamachicho.

Siempre he pensado que en nuestro tiempo libre podríamos aprovechar y aprender algo de humanidades, para acercarnos mejor a las distintas culturas, o de geopolítica, para entender los conflictos internacionales pasados, presentes y futuros… pero no. Preferimos abotargar nuestras mentes burlándonos de los actores malos de First Dates.

Intentar que la gente cambie es algo que doy por perdido desde que intenté sin éxito cambiar el viaje de fin de curso de Cancún a Roma en el 98, así que este año he optado por ir a lo mío sin esperar que nadie me siga.

Imaginad un lugar donde sí me pueda sentir integrada. Un lugar donde la gente rezume elegancia natural; donde exista un verdadero aprecio por lo culto y refinado; donde poder encontrar a alguien que se interese profundamente por la cultura… en definitiva, un paraíso terrenal.

Probablemente tendríamos que vacunarnos contra el síndrome de Stendhal para no sufrir un shock psicosomático al viajar a ese lugar. Pero una vez allí, imaginad poder admirar las ruinas egipcias y griegas, el renacimiento italiano, el gótico centroeuropeo, y así todas las expresiones artísticas creadas por las culturas milenarias desde los incas hasta nuestros tiempos, en un marco incomparable de belleza arquitectónica y natural.

Puede que si viajo a un lugar así me vuelva una genia loca y me quede a vivir para siempre. O puede que me vuelva insoportable del todo y seáis vosotros los que no queráis que vuelva, así que si finalmente descubro cómo llegar a Culturia, no os preocupéis por mí. Todos salimos ganando.

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No te tomes tan en serio, nadie más lo hace.