Ah, la juventud. Siempre con esas ansias de volar, de dejar tu barrio, tu pueblo, de ver mundo. Un sentimiento universal de buscar nuevos horizontes ya seas un universitario que pide una Erasmus, la séptima hija del Rey Tritón que está deseando tener piernas para pirarse del fondo del mar, o un joven pintor nacido en Zaragoza a mitad del Siglo XVIII. Siempre queriendo irse a otro sitio.

Y es que, citando las sabias palabras del cangrejo Sebastián “¿no ves que tu propio mundo no tiene comparación?”. Pues eso podríamos decirle a Don Francisco de Goya sobre los lugares que ocuparon su infancia y juventud. Pasad, Houdinis, y poneos vuestras mejores botas de caminar, porque nos vamos de recorrido por Goya: Los orígenes.

Primero, un poquito de Wikipedia

Por si acaso no nos acordamos que Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, pueblecito situado a unos 30 km al sur de Zaragoza,  en 1746. Su padre era maestro dorador, así que de casta le venía la pasión por el mundo del arte. Como es normal, Fuendetodos se enorgullece de su hijo más universal, no es para menos, y si nos acercamos a conocer este pueblecito de la comarca de Campo de Belchite, podremos visitar su casa natal, o mejor, el Museo del Grabado, para comprobar qué tal se nos da lo de trabajar el mundo de la plancha, porque otros pueden traerse de souvenir un imán, pero es mucho mejor traerse un grabado que has hecho tú mismo, ahí es nada. ¡Ya podrás poner el el curriculum que sabes manejar cosas como los buriles o el tórculo!

Una foto publicada por Berta (@beertus) el 2 de Oct de 2016 a la(s) 1:35 PDT

Seguimos la ruta visitando el resto de la localidad, con sus pasos cubiertos, sus casas singulares, canteras, iglesias, y curiosidades como la Nevera de la Culroya (donde se almacenaba la nieve en invierno para luego poder consumir hielo en verano, porque en el Siglo XVIII también les gustaba tomarse las cervezas fresquitas en julio), o el Espacio Fuendeverde que nos ofrece salidas botánicas, entomológicas, ornitológicas, y de todo tipo para adentrarse en la región de la llamada estepa aragonesa.

Goya de Erasmus

A lo mejor os pensais que ya desde zagal iba Francho haciendo graffitis de majas por las paredes de Fuendetodos, pero no, porque hasta los 14 años no entra como alumno en un taller de pintura, una edad bastante tardía para la época. Además, viajó a Madrid dos veces, en 1763 y 1766, para presentarse a los castings de Operación Triunfo de entonces, el concurso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. ¿Lo petó? Pues no. Su resultado fue el mismo que el de Remedios Amaya en Eurovisión, osea, zero points, siro puáns.

Una foto publicada por @enzo_lauretta el 27 de Nov de 2016 a la(s) 5:58 PST

Como a todo jovenzuelo, a él también le apetecía irse de su casa a marcarse una Erasmus, ¿y a dónde fue? Pues al destino perfecto para las Erasmus: ¡a Italia! En 1770 Goya parte rumbo a la bota y se pasa un año “estudiando a los maestros italianos” (sí, sí, Don Francisco, eso le dijo usted a su madre, ¿no? Claaaaro…), viajando por Venecia, Parma, Bolonia, Roma… Pero resulta que le salió trabajo, porque la Junta de Fábrica del Pilar le encarga la realización de una pintura mural para la bóveda del coreto de la capilla de la Virgen, y a Zaragoza que nos volvemos.

Como Goya entonces era un pintor joven que estaba empezando, por el fresco de La Adoración del Nombre de Dios le pagaron menos que a otros artistas de la época por el mismo trabajo (para que veais que lo de los sueldos “competitivos” de los becarios ha sido así toda la vida), pero sólo dos años después ya era el pintor más cotizado de Aragón. Fue una época de gran intensidad en su obra, y la mayor parte de la misma la podemos seguir disfrutando ahora en varias localidades aragonesas, como Muel, Remolinos, Calatayud o Alagón. Uno de los exponentes más importantes de esta época son las pinturas de la Cartuja del Aula Dei, de 1774, un ciclo de obras realizadas en óleo sobre muro que decoran la iglesia del Monasterio de la Cartuja del Aula Dei de Zaragoza, situada a unos diez kilómetros de la capital, entre los barrios rurales de Montañana y Peñaflor.

Una foto publicada por _MercuryV (@_vincenm) el 5 de Dic de 2016 a la(s) 12:48 PST

¿Más ejemplos?

Tendremos que marcarnos una ruta museística, pues el Museo de Zaragoza, el Museo Goya – Colección Ibercaja, y el Museo Diocesano, todos ellos de la capital, albergan grabados, retratos, y demás material relacionado con su obra. Puedes también darte un salto al Museo de Huesca, que cuenta con una importante muestra de su pintura y obra gráfica.

Una foto publicada por micketong (@micketong) el 4 de Oct de 2015 a la(s) 5:19 PDT

Y esas estaba Don Francisco, tan feliz en su tierra, recién casado con su Pepa, padre primerizo de su Antoñito, cobrando ya su sueldo digno, cuando (otra vez igual que a tantos jóvenes), le llega una oferta de trabajo para la capital, y Goya se va a Madrid. Pero seguro que, igual que todos los jóvenes que acaban en Madrid por motivos de trabajo, echaba de menos su patria aragonesa, su pueblo, la Nevera de la Culroya y los Escolapios de Zaragoza.

Luego vinieron los tapices, los caprichos, los retratos, las majas, los desastres de la guerra, los doses de mayo, las pinturas negras, los sueños de la razón que producen monstruos, los exilios a Burdeos y sus lecheras… y así hasta llegar a nuestros días, y a la última actriz revelación que recogió el busto de Don Francisco y dijo “madre mía, ¡cómo pesa!”, porque claro que pesa, Don Francisco pesa muchísimo.

Y es que, citando las sabias palabras del cangrejo Sebastián “¿no ves que tu propio mundo no tiene comparación?”. Pues eso podríamos decirle a Don Francisco de Goya sobre los lugares que ocuparon su infancia y juventud. Pasad, Houdinis, y poneos vuestras mejores botas de caminar, porque nos vamos de recorrido por Goya: Los orígenes.

Primero, un poquito de Wikipedia

Por si acaso no nos acordamos que Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, pueblecito situado a unos 30 km al sur de Zaragoza,  en 1746. Su padre era maestro dorador, así que de casta le venía la pasión por el mundo del arte. Como es normal, Fuendetodos se enorgullece de su hijo más universal, no es para menos, y si nos acercamos a conocer este pueblecito de la comarca de Campo de Belchite, podremos visitar su casa natal, o mejor, el Museo del Grabado, para comprobar qué tal se nos da lo de trabajar el mundo de la plancha, porque otros pueden traerse de souvenir un imán, pero es mucho mejor traerse un grabado que has hecho tú mismo, ahí es nada. ¡Ya podrás poner el el curriculum que sabes manejar cosas como los buriles o el tórculo!

Una foto publicada por Berta (@beertus) el 2 de Oct de 2016 a la(s) 1:35 PDT

Seguimos la ruta visitando el resto de la localidad, con sus pasos cubiertos, sus casas singulares, canteras, iglesias, y curiosidades como la Nevera de la Culroya (donde se almacenaba la nieve en invierno para luego poder consumir hielo en verano, porque en el Siglo XVIII también les gustaba tomarse las cervezas fresquitas en julio), o el Espacio Fuendeverde que nos ofrece salidas botánicas, entomológicas, ornitológicas, y de todo tipo para adentrarse en la región de la llamada estepa aragonesa.

Goya de Erasmus

A lo mejor os pensais que ya desde zagal iba Francho haciendo graffitis de majas por las paredes de Fuendetodos, pero no, porque hasta los 14 años no entra como alumno en un taller de pintura, una edad bastante tardía para la época. Además, viajó a Madrid dos veces, en 1763 y 1766, para presentarse a los castings de Operación Triunfo de entonces, el concurso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. ¿Lo petó? Pues no. Su resultado fue el mismo que el de Remedios Amaya en Eurovisión, osea, zero points, siro puáns.

Una foto publicada por @enzo_lauretta el 27 de Nov de 2016 a la(s) 5:58 PST

Como a todo jovenzuelo, a él también le apetecía irse de su casa a marcarse una Erasmus, ¿y a dónde fue? Pues al destino perfecto para las Erasmus: ¡a Italia! En 1770 Goya parte rumbo a la bota y se pasa un año “estudiando a los maestros italianos” (sí, sí, Don Francisco, eso le dijo usted a su madre, ¿no? Claaaaro…), viajando por Venecia, Parma, Bolonia, Roma… Pero resulta que le salió trabajo, porque la Junta de Fábrica del Pilar le encarga la realización de una pintura mural para la bóveda del coreto de la capilla de la Virgen, y a Zaragoza que nos volvemos.

Como Goya entonces era un pintor joven que estaba empezando, por el fresco de La Adoración del Nombre de Dios le pagaron menos que a otros artistas de la época por el mismo trabajo (para que veais que lo de los sueldos “competitivos” de los becarios ha sido así toda la vida), pero sólo dos años después ya era el pintor más cotizado de Aragón. Fue una época de gran intensidad en su obra, y la mayor parte de la misma la podemos seguir disfrutando ahora en varias localidades aragonesas, como Muel, Remolinos, Calatayud o Alagón. Uno de los exponentes más importantes de esta época son las pinturas de la Cartuja del Aula Dei, de 1774, un ciclo de obras realizadas en óleo sobre muro que decoran la iglesia del Monasterio de la Cartuja del Aula Dei de Zaragoza, situada a unos diez kilómetros de la capital, entre los barrios rurales de Montañana y Peñaflor.

Una foto publicada por _MercuryV (@_vincenm) el 5 de Dic de 2016 a la(s) 12:48 PST

¿Más ejemplos?

Tendremos que marcarnos una ruta museística, pues el Museo de Zaragoza, el Museo Goya – Colección Ibercaja, y el Museo Diocesano, todos ellos de la capital, albergan grabados, retratos, y demás material relacionado con su obra. Puedes también darte un salto al Museo de Huesca, que cuenta con una importante muestra de su pintura y obra gráfica.

Una foto publicada por micketong (@micketong) el 4 de Oct de 2015 a la(s) 5:19 PDT

Y esas estaba Don Francisco, tan feliz en su tierra, recién casado con su Pepa, padre primerizo de su Antoñito, cobrando ya su sueldo digno, cuando (otra vez igual que a tantos jóvenes), le llega una oferta de trabajo para la capital, y Goya se va a Madrid. Pero seguro que, igual que todos los jóvenes que acaban en Madrid por motivos de trabajo, echaba de menos su patria aragonesa, su pueblo, la Nevera de la Culroya y los Escolapios de Zaragoza.

Luego vinieron los tapices, los caprichos, los retratos, las majas, los desastres de la guerra, los doses de mayo, las pinturas negras, los sueños de la razón que producen monstruos, los exilios a Burdeos y sus lecheras… y así hasta llegar a nuestros días, y a la última actriz revelación que recogió el busto de Don Francisco y dijo “madre mía, ¡cómo pesa!”, porque claro que pesa, Don Francisco pesa muchísimo.

mm
Internet no se acaba, que hay barca pa seguir.