A ti lo que te mata no es el trabajo: es madrugar para ir a la oficina a pasarte horas encadenado a esa silla de tortura, bajo esa horripilante luz de fluorescente y rodeado de esos compañeros plastas. Lo tuyo es trabajar a tu aire… pero no hace falta que te encierres en una cueva del Himalaya para conseguirlo.

Estamos de acuerdo en que trabajar desde casa tiene sus ventajas: puedes poner el aire acondicionado a temperatura antártica sin pelearte con nadie, para llamar por teléfono no necesitas pulsar el 0, vas vestido como te da la gana (suponiendo que quieras ir vestido, claro), y, sobre todo, no tienes que hacer ver que te interesa lo que te cuentan otras formas de vida humana ante la máquina de café. Pero ya lo dijo el sabio: todo ying tiene su yang.

Y es que además de los beneficios de la vida como asalariado (ya sabes, ese viejo concepto llamado “nómina”), el trabajo en una oficina te socializa, te obliga a seguir unas rutinas y, sí, te permite explorar hasta el infinito las posibilidades de tu tupper. Convertir tu morada en tu centro de trabajo puede estar bien, pero corres el peligro de terminar más solo que el Tom Hanks de ‘Náufrago’ y acabar preguntándole a una pelota de voley cómo le ha ido el finde.

Así que te propongo que cojas el portátil y me acompañes por esta ruta de locales en los que podrás currar a tu ritmo, e incluso, si lo deseas, interactuar con otros outsiders del Universo Oficinil como tú. Homo Freelancerus, el coworking está hecho para ti.

Una oficina llamada Barcelona

A menos que tengas un nivel D.E. de inglés (“D” de Dora y “E” de Exploradora) habrás deducido que “coworking” significa algo así como compartir el espacio de trabajo. La gran ventaja de este sistema es la flexibilidad, ya que puedes pasar el tiempo que quieras (o que te puedas pagar según la cuota que elijas) en la oficina que mejor se adapte a tus necesidades, sin tener la obligación de estar enclaustrado 8 horas día sí, día también.

La idea surgió en San Francisco hace algo más de una década y, desde entonces, se ha extendido por todo el planeta. Y lo ha hecho a lo bestia, rollo virus de telefilm catastrofista de sábado por la tarde: si escribes “coworking” en Google, el resultado será una lista que ríete tú de la de Schindler.

Por ejemplo, en el mismísimo centro de Barcelona, junto a Les Rambles, puedes tener una mesa en The Foundery, un espacio de trabajo de más de 800 metros cuadrados en un edificio histórico con terraza sobre la Plaça Reial en el que cuentan con sala de reuniones y de convenciones y con servicio de bicicletas y parking para dejarlas a buen recaudo.

En la misma ciudad, los de Attico tienen tres locales: en el que está en pleno centro, abierto 24/7, dispone de 8.000 metros cuadrados repartidos en tres plantas. Además de despachos privados y de una cantidad tan bestia de mesas y sillas que parece que hayas entrado en cierta tienda sueca de muebles, ofrecen asesoría fiscal y gestoría (nadie dijo que la vida del autónomo fuera fácil), marketing online, sala de lactancia, descuento en la cuota de una cadena de gimnasios y menús diarios.

En la capital catalana tienes mucho más donde elegir: ¿te va el rollo industrial? Valkiria Hub Space, en uno de los barrios de moda de la urbe, el Poblenou. ¿Los espacios a lo grande? Tu silla te espera en una de las seis plantas de Betahaus. ¿Que eres amante de los clásicos? Kubik, en Gràcia, uno de los centros pioneros en esto de compartir espacios, donde, entre muchas otras empresas, comenzó a caminar Atrápalo. ¿A que tu casa cada vez te parece un lugar más aburrido para trabajar? Pues espera, que todavía no te he contado lo que te puedes encontrar por Madrid…

Pongamos que curro en Madrid

Sabina debería actualizar el Pongamos que hablo de Madrid: “Allá donde se cruzan los caminos/ Donde el mar no se puede concebir/ Donde trabajo incluso los domingos/ Pongamos que soy freelance en Madrid”. Y es que la capital ofrece una gran variedad de lugares en los que entregarse al noble arte del trabajo por libre.

Algunos, como el Cool inquieto, a los servicios más habituales añade una sala de exposiciones y showroom para poder mostrar al mundo en qué andas metido. En otros, como el BeeLab, puedes desconectar en la sala de relax, donde el reto es superar el récord de triples consecutivos encestados (si no te va el baloncesto, siempre puedes practicar tu putt de golf o retar a algún coworker a una partida de ping pong).

En The Shed hay tantas salas (de diseño) que vas a tener que ir dejando miguitas de muffin, como unos Hansel y Gretel posmodernos, para no perderte. En las diferentes oficinas de La Guarida Creativa encontrarás una madriguera laboral lejos del bullicio del centro de la ciudad. Y si te dedicas a la imagen y el sonido, en el Espacio Mood de Malasaña tendrás, además de los habituales espacios de trabajo, un plató con todo el equipamiento profesional que necesites para tu sacar lo mejor de tu cámara.

Oye, y si no te convence nada de lo que te he propuesto, siempre puedes instalar el portátil en cualquier biblioteca pública. O, si prefieres compatibilizar tu ocupación con la alimentación, pasarte por un local como el Federal, en Barcelona (también está en Madrid, Girona o Valencia), o La bicicleta, en Madrid, donde lo más habitual es ver laptops abiertos junto a tazas humeantes y sandwiches sanotes. ¿Seguro que prefieres seguir cotizando desde casa?

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Bípedo humano miope y contraalopécico. Alma de rockero y cuerpo de oficinista. Hipocondríaco pasivo y airguitarrista activo. Juntador de palabras profesional y leedor de palabras vocacional. Todavía no sé qué quiero ser de mayor; mientras tanto, cotizo. Por lo demás todo bien, gracias.