Es inevitable: en el momento en que pisamos una ciudad que no conocemos y acudimos a conocer los principales atractivos de la misma, nos convertimos en viles guiris, turistas sin remedio prestos a sacar la cámara con más rapidez que Billy el Niño. Pero hay errores fatales que todos podemos evitar.

Escena interior día: un bar de Barcelona en el que milagrosamente, parece no haber un solo turista. El camarero lleva a una de las mesas un pincho de tortilla. Acto seguido, la comensal procede a comerlo con cuchillo y tenedor con la misma solemnidad que si comiera un filet mignon en un restaurante con estrellas michelín: ¡guiri cazada! Hacer turistadas es normal, seguro que todos las hemos cometido en otros países por mucho que las critiquemos cuando las vemos en casa, pero evitar cruzar la fina línea que lleva al ridículo más absoluto es fácil si se siguen unos sencillos consejos.  

Haz los deberes

Lo mínimo que se le puede pedir a alguien que va a conocer un sitio nuevo es que haga los deberes y se informe un poco antes de llegar a su destino. Preguntar en Rodas por el Coloso, esperar ver la aurora boreal en pleno verano, decir que el Muro de Berlín no es tan grande o quejarse de que la Sagrada Familia está en obras cada vez que se visita Barcelona debería estar penado con la devolución inmediata a su casa de quien lo dice.

masteiece

No hace falta escribir una tesis doctoral antes de irse de vacaciones a otro país, pero unos conocimientos básicos no sólo nos evitarán pasar por palurdos o provocar la ira de los lugareños, sino que nos permitirán disfrutar más de nuestras vacaciones. Echar mano de una guía nos sirve para aprender algo de historia sobre nuestro destino. ¿Que eres de los que lo deja todo para el último momento? No hay problema, siempre puede ser la mejor lectura para el avión o el tren.

Las apps son tus amigas

Admitámoslo, nada huele más a turista que sacar un mapa desplegable del tamaño de una sábana. Hasta hace unos años, era casi imposible evitarlo, pero gracias a las apps nadie sabrá si estás de paso o eres un lugareño cotilleando Instagram mientras espera a sus amigos.

Las hay tremendamente básicas, como los planos offline de ciudades (que además no consumen datos) y los mapas de transporte público, pero también hay apps más sofisticadas como Stay, que nos permiten ir añadiendo en un mapa los sitios de interés que recomiendan quienes conocen la ciudad a fondo, ya sean restaurantes,  mercadillos o lugares en los que tomarse una cerveza. También se puede usar sin datos, basta con actualizar y añadir al mapa los lugares que nos interesa ver cuando tenemos wifi a mano. En caso de emergencia siempre se pude tirar de roaming y buscar más sitios.

text pool oops texting cell phone

Si eres de la vieja escuela y aún prefieres un plano en el que tomar notas y pintarrajear, Moleskine tiene libretas de bolsillo dedicadas a una buena cantidad de ciudades con un plano plegable y mucho espacio en el que escribir impresiones, anotar calles o apuntarse horarios y exposiciones. La ventaja es que aunque estés mirando un mapa, nadie lo sabrá.

No te disfraces

Parece una obviedad, pero vestirse igual que en casa es la mejor forma de no llamar la atención (salvo que en tu pueblo la gente se vista como si fuera carnaval los 365 días del año, claro). Caminar por Berlín con un gorro de “pelo” de inspiración soviética, patearse la Gran Manzana con una camiseta de I <3 NY, llevar un sombrero mexicano en el DF o ponerse una gorra del Ejército Rojo en Beijing nos hará parecer tan absurdos como una sueca vestida de flamenca en Asturias. Si no quieres parecerte a Borat, lo mejor es que dejes los recuerdos en la maleta. Tampoco está de más recordar que salvo que uno efectivamente se vaya a adentrar en la jungla o pretenda alcanzar la cima del Everest, no hace falta vestirse con el catálogo completo de Coronel Tapioca.

music video moby mariachi flaming lips wayne coyne

A veces es mejor esconder la cámara

Más de uno se estará llevando las manos a la cabeza: “¿cómo, sin mi cámara?, ¡imposible!”, pero no sólo no lo es, sino que puede llegar a hacer que disfrutes aún más de la experiencia. Antes de que las redes sociales se popularizasen, la idea de tener que ver todas las fotos de las vacaciones de amigos y familiares nos parecía una tortura. La cosa no ha cambiado tanto, y aunque no lo creas, pocos están dispuestos a ver las 315 fotos que has hecho en 3 días, por más que te empeñes en crear decenas de álbumes en Facebook.

Obviamente, no vas a subir a la Torre Eiffel para esconder la cámara, y salvo que quieras jugar a hacerte el snob, lo más probable es que termines haciendo lo que todos: apretar el disparador sin piedad. Pero hay circunstancias en las que pasear por un barrio sin  hacer fotos, ni siquiera con el móvil, tiene sus ventajas. En primer lugar, pasarás desapercibido: durante unos minutos al menos, podrás ser uno de ellos, observar sin observado, escudriñar hasta el último detalle sin llamar la atención ni convertirte en “el típico guiri pesado que hace fotos hasta de un puesto de comida en el mercado”.  Si además caminas como si pasaras por allí a diario, puede que incluso alguien te tome por un vecino más y hasta se acerque a preguntarte por una calle.  Y si estás visitando zonas con grandes aglomeraciones de gente u otras áreas en las que los carteristas hacen su agosto, te convertirás en un objetivo mucho menos apetecible.

20th Century Fox Home Entertainment picture photo camera geena davis

Piérdete

El mejor consejo es también el más difícil de seguir: pasa por olvidarse de mapas, de guías y de las recomendaciones de tus amigos y echar a caminar sin rumbo fijo, lejos del centro y de todas las zonas “de interés”. En el peor de los casos terminarás en un aburrido barrio sin atractivo alguno y buscando la parada de metro o autobús más cercana. En el mejor, descubrirás rincones auténticos, llenos de encanto y en los que es más que probable que tú seas el único turista: el barrio de Nowa Huta en Cracovia, el neoyorquino Red Hook pre-gentrificación, los hutongs de Beijing llamados a desaparecer o cascadas a las que no llegan las carreteras de Islandia son algunos de los mejores sitios que he descubierto perdiéndome… aunque no siempre fuera de forma voluntaria.

Así que deja los miedos y clichés en casa y disfruta de la experiencia, que a fin de cuentas, es para lo que te subes a un avión rumbo a lo desconocido.

movie clint eastwood jessica walter get lost play misty for me

Escena interior día: un bar de Barcelona en el que milagrosamente, parece no haber un solo turista. El camarero lleva a una de las mesas un pincho de tortilla. Acto seguido, la comensal procede a comerlo con cuchillo y tenedor con la misma solemnidad que si comiera un filet mignon en un restaurante con estrellas michelín: ¡guiri cazada! Hacer turistadas es normal, seguro que todos las hemos cometido en otros países por mucho que las critiquemos cuando las vemos en casa, pero evitar cruzar la fina línea que lleva al ridículo más absoluto es fácil si se siguen unos sencillos consejos.  

Haz los deberes

Lo mínimo que se le puede pedir a alguien que va a conocer un sitio nuevo es que haga los deberes y se informe un poco antes de llegar a su destino. Preguntar en Rodas por el Coloso, esperar ver la aurora boreal en pleno verano, decir que el Muro de Berlín no es tan grande o quejarse de que la Sagrada Familia está en obras cada vez que se visita Barcelona debería estar penado con la devolución inmediata a su casa de quien lo dice.

masteiece

No hace falta escribir una tesis doctoral antes de irse de vacaciones a otro país, pero unos conocimientos básicos no sólo nos evitarán pasar por palurdos o provocar la ira de los lugareños, sino que nos permitirán disfrutar más de nuestras vacaciones. Echar mano de una guía nos sirve para aprender algo de historia sobre nuestro destino. ¿Que eres de los que lo deja todo para el último momento? No hay problema, siempre puede ser la mejor lectura para el avión o el tren.

Las apps son tus amigas

Admitámoslo, nada huele más a turista que sacar un mapa desplegable del tamaño de una sábana. Hasta hace unos años, era casi imposible evitarlo, pero gracias a las apps nadie sabrá si estás de paso o eres un lugareño cotilleando Instagram mientras espera a sus amigos.

Las hay tremendamente básicas, como los planos offline de ciudades (que además no consumen datos) y los mapas de transporte público, pero también hay apps más sofisticadas como Stay, que nos permiten ir añadiendo en un mapa los sitios de interés que recomiendan quienes conocen la ciudad a fondo, ya sean restaurantes,  mercadillos o lugares en los que tomarse una cerveza. También se puede usar sin datos, basta con actualizar y añadir al mapa los lugares que nos interesa ver cuando tenemos wifi a mano. En caso de emergencia siempre se pude tirar de roaming y buscar más sitios.

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Si eres de la vieja escuela y aún prefieres un plano en el que tomar notas y pintarrajear, Moleskine tiene libretas de bolsillo dedicadas a una buena cantidad de ciudades con un plano plegable y mucho espacio en el que escribir impresiones, anotar calles o apuntarse horarios y exposiciones. La ventaja es que aunque estés mirando un mapa, nadie lo sabrá.

No te disfraces

Parece una obviedad, pero vestirse igual que en casa es la mejor forma de no llamar la atención (salvo que en tu pueblo la gente se vista como si fuera carnaval los 365 días del año, claro). Caminar por Berlín con un gorro de “pelo” de inspiración soviética, patearse la Gran Manzana con una camiseta de I <3 NY, llevar un sombrero mexicano en el DF o ponerse una gorra del Ejército Rojo en Beijing nos hará parecer tan absurdos como una sueca vestida de flamenca en Asturias. Si no quieres parecerte a Borat, lo mejor es que dejes los recuerdos en la maleta. Tampoco está de más recordar que salvo que uno efectivamente se vaya a adentrar en la jungla o pretenda alcanzar la cima del Everest, no hace falta vestirse con el catálogo completo de Coronel Tapioca.

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A veces es mejor esconder la cámara

Más de uno se estará llevando las manos a la cabeza: “¿cómo, sin mi cámara?, ¡imposible!”, pero no sólo no lo es, sino que puede llegar a hacer que disfrutes aún más de la experiencia. Antes de que las redes sociales se popularizasen, la idea de tener que ver todas las fotos de las vacaciones de amigos y familiares nos parecía una tortura. La cosa no ha cambiado tanto, y aunque no lo creas, pocos están dispuestos a ver las 315 fotos que has hecho en 3 días, por más que te empeñes en crear decenas de álbumes en Facebook.

Obviamente, no vas a subir a la Torre Eiffel para esconder la cámara, y salvo que quieras jugar a hacerte el snob, lo más probable es que termines haciendo lo que todos: apretar el disparador sin piedad. Pero hay circunstancias en las que pasear por un barrio sin  hacer fotos, ni siquiera con el móvil, tiene sus ventajas. En primer lugar, pasarás desapercibido: durante unos minutos al menos, podrás ser uno de ellos, observar sin observado, escudriñar hasta el último detalle sin llamar la atención ni convertirte en “el típico guiri pesado que hace fotos hasta de un puesto de comida en el mercado”.  Si además caminas como si pasaras por allí a diario, puede que incluso alguien te tome por un vecino más y hasta se acerque a preguntarte por una calle.  Y si estás visitando zonas con grandes aglomeraciones de gente u otras áreas en las que los carteristas hacen su agosto, te convertirás en un objetivo mucho menos apetecible.

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Piérdete

El mejor consejo es también el más difícil de seguir: pasa por olvidarse de mapas, de guías y de las recomendaciones de tus amigos y echar a caminar sin rumbo fijo, lejos del centro y de todas las zonas “de interés”. En el peor de los casos terminarás en un aburrido barrio sin atractivo alguno y buscando la parada de metro o autobús más cercana. En el mejor, descubrirás rincones auténticos, llenos de encanto y en los que es más que probable que tú seas el único turista: el barrio de Nowa Huta en Cracovia, el neoyorquino Red Hook pre-gentrificación, los hutongs de Beijing llamados a desaparecer o cascadas a las que no llegan las carreteras de Islandia son algunos de los mejores sitios que he descubierto perdiéndome… aunque no siempre fuera de forma voluntaria.

Así que deja los miedos y clichés en casa y disfruta de la experiencia, que a fin de cuentas, es para lo que te subes a un avión rumbo a lo desconocido.

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mm
Desde que me mudé a Berlín he descubierto que es más fácil viajar a bajo cero que declinar en alemán, así que cuando no estoy dándole a la tecla ando tramando mi próxima escapada: si ademas incluye lugares en los que perderse, mil veces mejor. Si registran mi maleta van a encontrar más cámaras de fotos que ropa. No sé decir no a un buen rastro, a un concierto ni a una cerveza.