Vivir algo así en un país donde el fútbol es el cuarto (o el quinto) deporte es una experiencia bastante marciana. Te cuento la mía en Canadá.

Muchos españoles vivirán el Mundial de Rusia lejos de casa, en algunos casos a miles de kilómetros. ¿Qué se siente celebrando goles en bares que no son “tu bar de siempre”? ¿Cómo se vive una competición así en un país donde el fútbol no es un deporte popular? En 2010 viví la victoria de La Roja a más de 6.000 km de casa, en Toronto (Canadá), y jamás hubiese imaginado una celebración así.

Para introducirte en esta historia es importante que tengas algo en cuenta. Seguramente sepas que el hockey sobre hielo es el deporte nacional de Canadá. Si conoces algo más del país sabrás que el lacrosse también goza de bastante popularidad. Lo que probablemente desconozcas es hasta qué punto les importa poco el fútbol.  

En serio, para un canadiense el fútbol televisado debe ser algo así como para nosotros ese campeonato de billar que te encuentras un día en Eurosport al volver de fiesta. Quizás pienses que exagero, pero la selección de Canadá lleva sin clasificarse para un Mundial desde 1986 y no han colapsado. Los millennials de allí no saben lo que es la maldición de cuartos y a nadie parece importarle.

¿Con quién lo veo?

Una de las primeras decisiones importantes cuando te enfrentas a un evento así lejos de casa es con quién verás los partidos. Lo primero en lo que piensas es en reunirte cual oráculo con todos esos españoles que conoces, preparar tortilla de patatas, buscar un canal que emita los partidos y cerrar puertas y ventanas, pero hay opciones más exóticas.

En mi caso, y siendo estudiante de idiomas, solíamos formar un grupo de muchas nacionalidades en el que los españoles éramos observados con curiosidad por la pasión con la que veíamos los partidos. Por más que lo intentamos, creo que ninguno de los coreanos que nos acompañó llegó a entender nada. Es más, según avanzábamos de ronda creo que más de uno empezó a dudar de nuestra estabilidad mental.

“¡¿A qué hora dices que es el partido?!”

Otro punto importante son los horarios. Estás acostumbrado a ver los partidos importantes después de trabajar, con una caña en la mano y algo para picar o directamente cenar delante. Sí, algunas veces los enfrentamientos han caído a horas muy raras viéndolos en España, pero por algo dice el refrán que las penas compartidas son menos penas. Los locos que se levantan a ver a Fernando Alonso los domingos a las 5 de la mañana bien lo saben.

En mi caso tuve que hacer unos cuantos malabares para cuadrar la hora de los partidos con las costumbres locales. O los partidos eran muy pronto y todavía tenía clase, o eran prácticamente a la hora de la merienda española, un momento en el que los canadienses están pensando más en cenar que en otra cosa.

Y entonces va España y llega a la final

Todo lo contado hasta ahora encajaría con lo vivido por cualquier aficionado al fútbol que viviese el Mundial lejos de su país en 2010, pero dio la casualidad de que ese año España se plantó en la final tras un cabezazo de Puyol frente a Alemania. Estábamos avisados, en 2008 habíamos ganado la Eurocopa de forma brillante, pero esto eran palabras mayores.

Cuando comenzó el partido decisivo eran las dos y media de la tarde en Canadá. De todas las nacionalidades que me rodeaban en el pub canadiense solo dos entendían lo que allí se estaba decidiendo: los españoles y nuestros rivales los holandeses. Se que quedaría genial hablar de una historia de amistad e intercambio de banderas, de los buenos ánimos que nos dimos, pero nada de eso ocurrió.

Los minutos pasaban y el balón seguía sin entrar. Llegó la prórroga, el patadón de De Jong a Xabi Alonso y se nos empezó a poner cara de cuartos de final, pero Iniesta iba a cambiar la historia. Así, en el minuto 115, mientras pensaba que qué necesidad tenía yo de pasar ese sufrimiento rodeado de (malditos) holandeses, llegó el gol y con él la locura.

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¿Esto está pasando de verdad?

Ya en la calle, con los holandeses en retirada y una afonía que se empezaba a fraguar de tanto gritar, vivimos una auténtica marcianada. Aquella ciudad de un país donde el fútbol se vive con menos intensidad de la que tendría un concierto de Nacho Vegas en el Sónar a las 3 de la mañana se volvió completamente loca.

Cientos de personas de todas las nacionalidades salieron a la calle con banderas y camisetas españolas. Intuyo que hubiese pasado algo parecido si la victoria hubiese caído del lado holandés, pero no me imagino nada parecido en Madrid con una victoria de Canadá en el Mundial de hockey. Ni con una victoria de Canadá en general.

No sé cómo se vivió en España, pero allí vi megáfonos, calles cortadas, coches saltándose todo tipo de normas de circulación (¡en Canadá!) y gente subida a los techos de los autobuses urbanos. Sí, sé que suena a invent, pero tengo pruebas:

Conclusión: ¿Como en casa en ningún sitio?

Vivir la victoria de La Roja en el Mundial de Rusia, si llega, en tu ciudad y rodeado de tu gente será un puntazo, pero si te pilla viajando por el mundo tendrás una experiencia difícil de olvidar. Eso y una factura de teléfono de las de llorar si con el subidón de la victoria decides llamar a todos tus amigos y familiares (doy fe de ello).  

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Enredado profesional en Atrápalo. Soy el alto que te tapa en los conciertos. Fui jurado de un concurso de alienígenas y gané un campeonato local de badminton. Ah, y lo de Lenny Kravitz es verdad.