Mi Barcelona es distinta a la tuya. Más aún, es distinta incluso en mi versión para cada momento del día. En mí, en concreto, conviven mar y montaña, costa e interior, castellano y catalán, el Espanyol y el Barça, moderneo y tradición…

¿Qué paraíso terrenal incluye en su propio yo un alma de superviviente, moderna, verde, tecnológica, empresarial y sostenible? Las ciudades, como las personas que habitan en ellas, pueden dejarte indiferente o conquistarte para siempre. De hecho, casi siempre suceden ambas cosas a la vez. Como voces empastadas y desafinadas al mismo tiempo. Porque todos tenemos algo de misteriosos, poliédricos y contradictorios. Y de seres humanos. Y ni para las personas ni para los lugares existe una versión oficial, con copyright. En mí, en concreto, conviven mar y montaña, costa e interior, castellano y catalán, el Espanyol y los otros, moderneo y tradición…

Por eso mi Barcelona es distinta a la tuya. Más aún, es distinta incluso en mi versión para cada momento del día. Aquí están algunas de MIS Barcelonas. No lo tomen como una definición oficial, porque es cosecha propia y no hay ninguna posibilidad de que sea un retrato fiel y completo.

Como siempre he pensado que la objetividad está sobrevalorada, ahí voy:

La del artisteo

Conocida universalmente por la arquitectura de Gaudí, el surrealismo de Miró y la frescura de Mariscal, Barcelona respira diseño, cultura, moda y modernidad. Esto es así, os guste o no. Desde el graffiti urbano hasta la ópera del Liceu, el moderneo de ahora convive bien con el modernismo de toda la vida, y como lo cortés no quita lo valiente, nos gusta mezclar lo uno con lo otro con naturalidad, sin miedo a perder credibilidad. El mejor reflejo de esto son los que mi madre llama “cuidadosamente descuidados”, esos seres entrañables que fingen miopía y lucen pelos disparados de recién levantados. Aparentan una edad indescifrable entre 15 y 55 años y son capaces de lucir un look perfectamente desaliñado después de 2 horas de estudio frente al espejo. Artisteo catalán en estado puro.

La del 92

Por mucho que queramos huir de tópicos, hay cosas que simplemente no se pueden obviar. Barcelona se pintó por primera vez en el mapa con cara y ojos gracias a las olimpiadas del 92, que abrió la ciudad al mar, proyectó las rondas de Dalt y del Litoral y convirtió la Barceloneta en algo más (y menos) que en un lugar de chiringuitos. Una evolución que a ojos de Hollywood sería preciosa: de los aros de cebolla a los aros olímpicos.

A partir de entonces empezó a sacar pecho y a cacarear fuerte. No se puede olvidar el subidón épico del momento ópera-pop del himno de Barcelona by Freddy Mercury a dúo con la Caballé. Aunque el malogrado Mercury no pudo llegar a la cita, la tecnología permitió que el vídeo que grabaron ante las fuentes de Montjuic llenase el estadio de emoción y música. MÚSICA. ¿Alguien entendía algo de lo que decía Montserrat Caballé en la canción? En realidad eso nunca ha sido relevante: nadie entiende a Shakira cuando canta y ahí está.

© María Romero

Reconozco también emocionarme todavía hoy con el “Barcelona tiene poder” de Peret o el insuperable “Amigos para siempre” de Los Manolos al cerrar los juegos. Aunque si algo me marcó para siempre, fue la voz de Constantino Romero. Su “Atletas, bajen del escenario” debería ser el himno oficial de todas las ceremonias de clausura de los JJOO.

Será que a mí el verano del 92 me pilló en plena preadolescencia y se me ha quedado grabado para siempre, pero no recuerdo haber sentido así los colores de mi tierra hasta el gol de Iniesta en el Mundial del “tiki taka”.

La del “morro fi”

Desde que Ferrán Adrià, los hermanos Roca y Carme Ruscalleda pusieron de moda el nitrógeno, las esferificaciones y los sopletes en la cocina, Barcelona es a la gastronomía lo que Amsterdam a los coffee shops. Los chefs se han convertido en los nuevos reyes de la farándula, y los foodies y sus perfiles de Instagram han sustituido a los recetarios de las abuelas. Hoy cualquier “nadie” con ínfulas de grandeza opina y presume (sin razón y sin acierto) de las mejores dotes culinarias y nariz de enólogo profesional. La alta cocina ha subido tan alto que se nos ha subido a la cabeza y se nos ha ido de las manos. Eso sí, ha dado tanto tema a las sobremesas que ha conseguido posicionar Barcelona como uno de los destinos favoritos de los paladares más exigentes.

La Teckie

Recuerdo que en 2005 se fundó el Centro Nacional de Supercomputación. Nunca entendí exactamente a qué se dedicaba, pero me imagino algo mega-ultra-tecno-cósmico y dificilísimo. Me pasa un poco lo mismo que con el Sincrotrón o con el Barcelona Tech City. Me encanta pensar que tenemos aquí mismo una especie de vivero freak en el que entran con patinetes eléctricos y salen con tablas de surf cada día más de 10.000 tíos en camiseta de menos de 30 años convencidos de que dominarán el mundo. Sillicon Valley versión europea, vamos.

*Nota mental: desconfía de un programador que no lleve camiseta oscura. Podría ser un infiltrado venido para desestabilizar el sistema binario. Lo que quiera que sea eso.

La del Like, Share, Follow

Hoy todos queremos ser, sentir, pensar y hablar como los millennials y centennials (sí, amigos, ya hay otra generación más joven después de los millennials para hacernos sentir criaturas del cretáceo). Lo que sea para cautivar a la sangre fresca y sembrar en territorio virgen las semillas de nuevas marcas, conceptos y modas. Todos queremos saber qué piensan y qué quieren las futuras generaciones… demonios ¿desde cuándo los jóvenes saben lo que quieren? Lo único que tenemos claro es que no podrán independizarse hasta los 40, pero ya compran iPhones a plazos para poder saborear los likes, los shares y los follows, las nuevas unidades de medida.

© License CC0

La buena noticia es que Barcelona gusta, y mucho. Y cuando ya no exista Facebook, Twitter, Instagram o YouTube, seguirá siendo la ciudad de las mil caras, apta para todas las eras y generaciones. Para algo tiene poder.

Atletas, bajen del escenario.

Tags : Barcelona
mm
Siempre creo que me he dejado la llave del gas abierta.