Sé que llevas años lanzando el frisbee en la misma playa y que en el garaje guardas una tabla de surf que esperaba más de ti. Pero quizás ya sea hora de cambiar. De pasar a un verano nivel Senior en Fuerteventura.

Cuando llega el calor, las islas enamoran

Cuentan que el surrealismo español nació tras el destierro de Miguel de Unamuno en Fuerteventura. Y yo me lo creo. Porque cuando te despiertas junto a un volcán y el eco es tu único amigo, plantearte si estás en el planeta Tatooine se te puede llegar a pasar por la cabeza.

Por suerte, en Puerto del Rosario descubro que sigo en la Tierra. Además, en una terraza junto al mar me sirven papas y mojos de todos los colores. Y carne de baifo. Y queso majorero con un malvasía fresquito. El mejor festín antes de perderse por unas tierras que han aprendido a vivir con el mar y sus 800 volcanes respetando todos sus misterios.

Con mi parsimonia, asciendo por una carretera que lleva a las Dunas de Corralejo, donde en algún momento alguien saldrá con un camello bailando la danza del vientre.

También frente a mí luce un Islote de Lobos que visitaré en algún momento si quiero perderme aún más. Pero antes, aprovecho para colarme en un corralito (un conjunto de muchas piedras para protegerte del viento) y sucumbir al lorenzo canario.

Así sí es fácil encontrar la paz. Sin millennials que me salpiquen de arena al pasar ni pelotas de ping pong que se cuelen en mi fiambrera. Pero tranquilos, que si queréis surf y rock & roll, el pueblo de Corralejo os lo pone fácil. Que Fuerteventuras hay muchas aunque todas ellas acaben en el mar.

Contrastes que dejo atrás cuando sigo hacia el oeste y me topo con Majanicho, un pueblo blanco al que me retiraré algún día si decido abandonar el sistema. O el pintoresco El Cotillo, con su Playa del Aljibe o una Fiesta del Agua que se celebra cada agosto entre chorros y chunda chunda.

Tanta agua que ni me doy cuenta de que me han salido escamas en las lorzas y tengo las manos más arrugadas que las de Mick Jagger.

Si surf es tu segundo nombre

Fuerteventura también puede ser más terrestre que un cactus. De hecho, me da tiempo a recorrer sus volcanes en quad, escuchar jazz en La Oliva y hasta fabricar un potingue de aloe vera en una finca. Pero al final, es como cuando dejas de fumar y las pipas no son suficiente. Como decidir pasar por un Burger King en tu primer día de dieta: el mar te llama y lo buscas como a un Whopper XXL. Y pobre de ti si encima llevas una tabla de surf a cuestas. POBRE.

Porque en las costas de Jandía, especialmente en la zona de Playa de la Barca, las olas tienen un plan secreto para ti. Uno llamado Campeonato Mundial de Windsurf y Kiteboarding de Fuerteventura, un evento que revoluciona la isla del 20 de julio al 4 de agosto. Jornadas donde combinar el deporte con saraos gastronómicos mientras The Beach Boys suena en tus oídos y los peques aprenden a pescar.

Y al atardecer, nada mejor que poner la guinda con una vueltecita por La Carpa. Uno de esos eventos que empiezan con unos cuantos cocktails tontos en Café del Mar para terminar entre fiestas salvajes y gente fluorescente. O en mi caso, para acabar cantando “Bajo el mar” en mitad de la noche sin motivo aparente.

Si sobrevives, quizás puedas bailar El Anillo a bordo de un catamarán, bucear en busca del pez martillo o posturear haciendo paddle surf. Porque Fuerteventura es como la Fábrica de Chocolate de Chanquete: puedes comerte un bombón y convertirte en un lobo de mar.  

¿Y mi playa virgen?

Tras días catando deportes acuáticos de aquí y de allá, me tomo un buen barraquito antes de partir en busca de mi propio trozo de paraíso. Que las vacaciones sin una playa virgen son como una Nochevieja sin el vestido de la Pedroche.

El camino para llegar a la costa suroeste no es el mejor de todos, pero a veces es necesario algo de calma antes de alcanzar tu destino. De esa que olvidamos entre tantos metros, reuniones y fotos de Instagram con un mal filtro.

Sorteo un rebaño de cabras (que aquí son como lo que los elefantes a Tailandia), atravieso montañas de infarto y en algún momento el mundo se detiene. Solo entonces recuerdo aquella frase de “en la vida toda persona debería tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”. Una cita dicha por alguien que posiblemente nunca llegó a ver Cofete, una playa de ensueño digna de aquella escena en la que Charlton Heston gritaba lo de ¡Malditos! en El Planeta de los Simios. Por lo de la ausencia de terrícolas y percepción del tiempo más que nada.

© Turismo de Fuerteventura

Minutos (o quizás horas) después se acaba el atardecer y no sé dónde he dejado el coche. Tampoco Google Maps funciona. Solo quedamos yo, las estrellas y las ballenas que gruñen mientras nado en el Atlántico.

Para entonces, las escamas cubren mi cuerpo y me he convertido en el hermano de La Sirenita que merecía un spin-off.

Pequeños riesgos de venir a FuerteventuraA esa isla que llaman la playa de Canarias.

Tags : Fuerteventura
mm
Alicantino de nacimiento, amante de cualquier lugar con mínimas de 25ºC. Mi debilidad es escribir en cafés secretos, tengo curry en las venas y una palmera tatuada (tiene su miga, aunque no lo parezca). Una vez gané un premio en Japón.