Después de años esperando que ese sea ‘El verano definitivo’, he empezado a sospechar que todo era marketing.

Hace nueve años, un chico solitario bajaba por la rampa del ferri que te lleva a Formentera al ritmo de las notas de Summercat (más conocida por “la de Tonight, tonight”). Era el inicio de la aventura, del verano de su vida. Unas semanas después, yo bajaba sola por la rampa del ferri que te lleva a Formentera, resbalé y caí de culo. El universo me enviaba una señal que me advertía con luces de neón -de las que cuela Sabina en todas sus letras- de que lo mío no era un anuncio de cerveza. Tardé alguna década en pillarlo.

Llega un momento en el que, por muchas fotos de pies en la arena que colguemos en Instagram, te das cuenta de que lo que antes era un aliciente veraniego, se ha convertido en una lista de tópicos.  

Las vacaciones de verano son largas

Con las vacaciones de verano pasa algo parecido a Semana Santa, que ni es semana ni es santa. Hubo un tiempo en que empezaban cuando terminaban los exámenes y duraban una dulce eternidad. Ya no. Ahora, las vacaciones duran lo que quiere tu jefe, los compañeros de trabajo que hábilmente se piden los días en febrero (¡hay gente que en Carnaval ya sabe lo que hará en agosto!) o, si eres autónomo, lo que puedas estar sin cobrar.

Decidir qué días libras en verano implica cuadrar más agendas que en un rodaje de Ocean’s eleven. Con tu pareja, con tus vástagos, con los abuelos, con los amigos…

Los amores de verano dejan huella

¡¿Qué amores de verano?! ¡¿Dónde?! Cuando el termómetro roza por encima los 40 ºC lo último que te apetece es calor humano. Además, solo en las fotos analógicas de tiempos añejos conservas el tostadito que te daba aquel toque. Ahora has optado, ¡bien por ti!, apostar por la salud de tu piel y ponerte kilos de protección solar factor 50. ¿Quién te va a ver si deslumbras a todos el mundo con tu blanco nuclear? Y la belleza interior (que todo el mundo sabe que es lo importante) se pierde cada vez que abres la boca y acompañas tu sabiduría e ingenio con el toque de pimienta y ajo de los gazpachos que bebes a litros para pasar el calor.

Yo sigo viajando por el mundo con un mapa en la mano con la esperanza que me pase como el chico del anuncio Formentera… Solo puedo decir que, en la era de Google Maps y del roaming, la gente te mira desconfiada y agarra fuerte sus pertenencias.

El verano es para desconectar

¿De qué? ¿De quién? No hay nada que relaje más que levantarte a las cinco de la madrugada un día de fiesta para ir al aeropuerto. La tensión con la que llegas a la cola de facturación es la misma con la que recibes un WhatsApp en el que te dice: “Tenemos que hablar”. ¿Por fin me dejará, ¡bien!? ¿Será tan insensato de pedirme matrimonio? Se abren las puertas de la terminal y no sabes quién está de huelga, cuántos días de retraso lleva tu avión o de cuántos miles de pasajeros será el overbooking legal. En estos momentos, olvidas trabajo, familia, marrones… Vamos, que en un jacuzzi bajo las estrellas no se puede desconectar más de tu día a día.

Por otro lado, la edad pasa factura y, antes, con nada y la ilusión, podías viajar hasta el fin del mundo. Con los años, vas sumando una lista de mínimos que te obligan a optar por otro tipo de vacaciones. Qué bien que se desconecta en el apartamentito de la playa de los suegros con los cuñados y sobrinos, ¿verdad?

Una puesta de sol, una playa paradisíaca, una compañía inolvidable

Exacto, en el mes de enero con un jersey de cuello alto. A ver quién es capaz de ir a la Costa Brava o a Menorca y encontrar dos palmos de arena (con lo que necesitaba Iniesta para regatear nos sirve) sin nadie. Suerte que siempre están las terrazas para ir a tomarse un helado. A no ser que estés en Barcelona, ciudad en la que en la hora en la que se puede empezar a salir a la calle es cuando tienen que cerrarlas.

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Siempre nos quedará la cerveza

Tal vez la edad nos convierta en gruñones o, simplemente, nos empuje a darnos de bruces con la realidad. Pero hay algo en lo que si acertaba aquel anuncio de hace nueve años cuando mi dignidad se dio con el culo en aquella rampa del ferri. Una cerveza, de la marca que sea, yo tengo mis prefes que develaré a cambio de dinero cuando llegué a los 100K en Google+, siempre puede transportarte a Aquel Verano y, con algunas más, hasta llegar a pensar que todos los tópicos sobre las vacaciones estivales se cumplieron.

Aun queda verano, no desfallezcas. ¡Felices vacaciones!

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Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.