FAN

La ópera es la obra de arte total. Lo decía Wagner y lo afirma Terry Gilliam en su puesta en escena de “Benvenuto Cellini” de Hector Berlioz.

Hay música, hay teatro, hay acróbatas (que, ¡aleluya!, no son de Cirque du Soleil) y hay decorados majestuosos. Más de cien personas entran y salen del escenario y cantan a la vez y cantan de uno en uno y cantan de dos en dos. Y la orquesta suena. Y aparecen malabaristas en la platea y llueve confeti. Y hay hombres vestidos de mujeres, bocas gigantes y hasta una guardia suiza con uniforme romano que hace pasos estúpidos. ¿Se trata de un guiño a Monty Python’s Flying Circus? El público queremos creer que sí y por eso dibujamos una media sonrisa. “Terry, lo hemos pillado”. Y si no… Bueno, que no nos lo diga.

La partitura, la forma en que fluye la música convierten este espectáculo en una buena elección si es la primera vez que se va a la ópera y no hay ningún Verdi programado. La historia tiene aquello que gusta poner en las solapas de los libros y al inicio de la películas: “basado en hechos reales”. ¿Es larga? Depende. Todo lo que baje de cinco horas en ópera puede considerarse como cortometraje.

Además, estamos en el Gran Teatre del Liceu, un teatro que quemaron y volvieron a construir con los rojos, los dorados, el terciopelo y la misma mala visibilidad. :-) Hace años que no se requiere etiqueta, pero apetece ponerse mona, porque aunque la entrada haya costado 10 euros (¡existen estas entradas!) andas como le gustaría a tu abuela, con la espalda bien recta. Todo forma parte de la experiencia y merece la pena.  

Pasen y disfruten del espectáculo. 

TROLL

Benvenuto Cellini” narra los sucesos que desencadena el encargo de una estatua de bronce al escultor renacentista del mismo nombre. Y así, de bronce bruñido, me dejó a mí el montaje de Terry Gilliam.

Dicen que escuchar una ópera por primera vez, como era mi caso, requiere de algo de esfuerzo, y que es preferible acostumbrar al oído poco a poco, en pequeñas dosis. Mensaje para mi yo del pasado: fuiste idiota poco previsor, “Benvenuto Cellini” dura tres horas y cuarto. Un partido de fútbol con prórroga, penaltis y entrega del trofeo. Un concierto de Bruce Springsteen con la E Street Band sudando la gota gorda. Más de cuatro carreras de Moto GP con patada de Rossi incluida.

Lo cierto es que sobre las tablas pude ver un espectáculo total. El sumun del género de géneros. Orquesta en directo, grandes voces, números colectivos coordinados al milímetro, escenografía colosal… Y una sensación constante en la cabeza: no me estoy enterando de nada.

La acción era frenética, todos los diálogos en francés, y cada vez que vislumbraba un punto del guión al que agarrarme aparecían cien tipos cantando y dando saltos en pleno delirio. Mi fascinación por la puesta en escena chocaba una y otra vez con la terrible realidad de no saber a cuento de qué venía todo aquel despliegue.

Y cuando creía que todo estaba perdido, que jamás entendería un género culto como la ópera, que debería salir de allí reptando hasta el concierto de triángulo y flauta dulce más cercano… Una frase lo arregló todo: “disculpa, puedes leer los subtítulos aquí”

FAN

La ópera es la obra de arte total. Lo decía Wagner y lo afirma Terry Gilliam en su puesta en escena de “Benvenuto Cellini” de Hector Berlioz.

Hay música, hay teatro, hay acróbatas (que, ¡aleluya!, no son de Cirque du Soleil) y hay decorados majestuosos. Más de cien personas entran y salen del escenario y cantan a la vez y cantan de uno en uno y cantan de dos en dos. Y la orquesta suena. Y aparecen malabaristas en la platea y llueve confeti. Y hay hombres vestidos de mujeres, bocas gigantes y hasta una guardia suiza con uniforme romano que hace pasos estúpidos. ¿Se trata de un guiño a Monty Python’s Flying Circus? El público queremos creer que sí y por eso dibujamos una media sonrisa. “Terry, lo hemos pillado”. Y si no… Bueno, que no nos lo diga.

La partitura, la forma en que fluye la música convierten este espectáculo en una buena elección si es la primera vez que se va a la ópera y no hay ningún Verdi programado. La historia tiene aquello que gusta poner en las solapas de los libros y al inicio de la películas: “basado en hechos reales”. ¿Es larga? Depende. Todo lo que baje de cinco horas en ópera puede considerarse como cortometraje.

Además, estamos en el Gran Teatre del Liceu, un teatro que quemaron y volvieron a construir con los rojos, los dorados, el terciopelo y la misma mala visibilidad. :-) Hace años que no se requiere etiqueta, pero apetece ponerse mona, porque aunque la entrada haya costado 10 euros (¡existen estas entradas!) andas como le gustaría a tu abuela, con la espalda bien recta. Todo forma parte de la experiencia y merece la pena.  

Pasen y disfruten del espectáculo. 

TROLL

Benvenuto Cellini” narra los sucesos que desencadena el encargo de una estatua de bronce al escultor renacentista del mismo nombre. Y así, de bronce bruñido, me dejó a mí el montaje de Terry Gilliam.

Dicen que escuchar una ópera por primera vez, como era mi caso, requiere de algo de esfuerzo, y que es preferible acostumbrar al oído poco a poco, en pequeñas dosis. Mensaje para mi yo del pasado: fuiste idiota poco previsor, “Benvenuto Cellini” dura tres horas y cuarto. Un partido de fútbol con prórroga, penaltis y entrega del trofeo. Un concierto de Bruce Springsteen con la E Street Band sudando la gota gorda. Más de cuatro carreras de Moto GP con patada de Rossi incluida.

Lo cierto es que sobre las tablas pude ver un espectáculo total. El sumun del género de géneros. Orquesta en directo, grandes voces, números colectivos coordinados al milímetro, escenografía colosal… Y una sensación constante en la cabeza: no me estoy enterando de nada.

La acción era frenética, todos los diálogos en francés, y cada vez que vislumbraba un punto del guión al que agarrarme aparecían cien tipos cantando y dando saltos en pleno delirio. Mi fascinación por la puesta en escena chocaba una y otra vez con la terrible realidad de no saber a cuento de qué venía todo aquel despliegue.

Y cuando creía que todo estaba perdido, que jamás entendería un género culto como la ópera, que debería salir de allí reptando hasta el concierto de triángulo y flauta dulce más cercano… Una frase lo arregló todo: “disculpa, puedes leer los subtítulos aquí”

mm
Solo llego puntal cuando voy al cine, no sé resistirme a un mal plan y soy tan inútil orientándome que me perdería en mi propio museo. Espero que algún día declaren las patatas chips pilar de la dieta mediterránea. Me acompaña un ratón vaquero de nombre Cowmouse.